Desde mi caverna, día 31: pactos para después de una guerra
Puesto que estamos en "guerra", habrá "posguerra" (el lenguaje bélico como saben no es de este blog, sino de La Moncloa y Sánchez). Una de las consecuencias de este lenguaje ya fue advertida aquí: convocar a la guerra es evadir responsabilidades y llamar a la unidad nacional.
Pues en esa estamos. El gestor de los relatos de La Moncloa ha decidido que, habiendo tenido muchas guerras, pero ninguna posguerra pacífica, lo mejor era recurrir a los Pactos de la Moncloa. O sea, que la transición ya no es traición y todas esas tontunas que se decían.
Hay que recordar algunas cosas que convierten en mala la metáfora de los Pactos de la Moncloa. Se trataba de una España sin Constitución ni reglas, con una crisis galopante, en medio de dos choques petrolíferos, una crisis de la industria y el textil, entonces básicos, que se los llevó por delante, inflación de dos cifras y un panorama desolador.
Créanme, ni de la renta, ni IVA, ni nada de eso. No había impuestos que cobrar. Es decir, paro desbordado, imposible gasto público, sin Europa de por medio y con una inestabilidad política propia de las transiciones.
Era un país donde no había instituciones con legitimidad democrática - excepto el gobierno recién elegido, pero sin ley básica-, sin Ayuntamientos democráticos y con fuertes resistencias golpistas. La pacificación económica era necesaria para resolver un pequeño detalle: hacer una Constitución.
En suma, aquellos pactos no respondían a una emergencia económica, sino democrática En fin, un momento donde el disenso político tenía peligrosos costes.
"Poco ruido y mucho duende", así se hicieron los Pactos de la Moncloa, o sea lo contrario de estos pactos para la reconstrucción de "posguerra" que se proponen ahora, donde se convoca por rueda de prensa, hay quien discute si va o no, otros han decidido no ir, y todo el mundo sospecha que es una trampa.
Tres cosas hicieron posible ese tipo de pacto: un diagnóstico compartido sobre la situación, cierto consenso económico que representaba Enrique Fuentes Quintana y la voluntad del Partido Comunista de que aquello tenía que salir.
No fue sin costes. Los pactos de la Moncloa hicieron posible la Constitución, pero antes del estruendo de los ochenta, la movida y el cambio, el consenso político dio lugar a cierto desánimo social. En "Poco ruido y mucho duende", un disco que cambió el "jondo", Manzanita le pone música a una figura típica del periodo 78 - 82: "El pasotas".
El cronista duda, francamente, de que esas condiciones sean las de ahora. Hay consenso relevante en torno a lo que hacer económicamente en la pandemia (liquidez, diseminación de renta y crédito) - gasto público y deuda-, pero no tanto sobre la reconstrucción y como financiar los gastos asumidos, sin poner en riesgo pensiones, sector público y posibilidades de crédito.
Tanto desde Vox como desde Podemos, distintas radicalidades, consecuencias similares, se lanzan modelos económicos incompatibles con uno de los polos esenciales de la reconstrucción: el europeo, que guste o no guste, echará una mano.
Parecerá insuficiente, pero las decisiones del último Consejo, sin "coronabonos", vaya por dios, resuelven los problemas de España en el corto plazo y medio plazo: 2% de PIB para Sanidad, SURE para pagar los ERTE, créditos. Las compras de activos del Banco Central salvarán a algunos "ángeles caídos", como la vieja Iberia, Cepsa, Repsol y una quincena de grandes sociedades al borde del bono basura.
En definitiva, la necesidad de pactos parece más bien política, salvo que se quiera aprovechar para cambios de calado de naturaleza constitucional, cosa que no parece sea para estos días
Es cierto, probablemente, que la legislatura política debe darse por perdida. No hay otro proyecto que "reconstruir", tras el coma inducido a nuestra economía. Todo lo demás será cancelado. En consecuencia, tampoco caben crisis de gobierno, salvo sumar irresponsabilidad a las ineficacias ya conocidas.
En ese sentido, es evidente que el Gobierno, que ya no puede jugar a prorrogar presupuestos y que deberá sostener una negociación básica permanente con la Unión Europea, debe blindarse y definir un sendero económico no sometido a sobresaltos ni giros.
Es creciente en la Moncloa la sospecha de que algunos aliados (PNV o independentismo catalán) pueden empezar a racanear apoyos y que, en algún momento, deberá frenar algunas iniciativas de Podemos. Esta misma mañana, el ministro de la Seguridad Social parece haber parado alguna de ellas, como hace un mes fue Calviño
Ahora, mientras estamos confinados y el control parlamentario es inexistente, en Moncloa pueden solos, pero ese paraíso se acaba y volverá la democracia completita. Y entonces se necesitará más estabilidad.
Y ustedes y el cronista lo verán. Estos días, mientras nos quedamos en casa, asistiremos a la correspondiente ración de fuegos de artificio y ruido. Ustedes a lo suyo, que es cuidarse. Mi nieto y mi nieta afirman que toda saldrá bien. Y yo les creo.
Banda sonora: Manzanita, el pasotas
Fotografía: Venus en desescalada