Y un PP para atrapar la indecisión

07.06.2022

No presumirá el cronista de ser profundo conocedor de Andalucía y sus comportamientos políticos. Es cierto que algo de costumbre en esto del análisis social o político tiene desde pequeño.

Una de las sorpresas de las encuestas que se vienen realizando o del debate que se transmitió anoche lunes entre los distintos candidatos y candidatas es la posición central que ha adquirido el Partido Popular y que, otrora, tuvo el Partido Socialista.

La izquierda no solo parece no haber retenido la base social que dejaran Susana Díaz y Podemos, sino que se intuye en los discursos de defensa del espacio propio, muy mayoritario en los portavoces,  que está en riesgo una parte de su electorado. Por otro lado, toda vez que la campaña del tipo "vienen los fascistas" no parece dar resultados en los sondeos, se ha pasado a polarizar los mensajes.

El debate de ayer se pareció mucho a los realizados en la campaña del "Ayusazo". Un PP que da por hecho su victoria y una izquierda atrapada en un discurso tan reiterado que ha dejado de ser programa. Y, por cierto, más radicalizado de lo que desearían los votantes y el candidato del PSOE.

Dos diferencias, empero, pueden anotarse: Ciudadanos no adopta como campaña el cabreo personal que Aguado o Igea mostraron en Madrid o Castilla y León (Marín será cargo de la Junta, seguro) y un VOX que más que la tierra vende patria, con evidentes descarrilamientos de desconocimiento, cosa que tiene desconcertados a algunos de sus votantes, en mayor medida de lo que Monasterio hizo en Madrid.

Todas las dudas conducen a Moreno Bonilla. Allí donde vacilan los electorados de los partidos, atrapados en los anillos radicales hay un PP para atrapar la indecisión.

Es por esto que la campaña de Moreno Bonilla consiste en dos cosas muy similares a las que hizo Ayuso, por mucho que parezcan distintos: no cometer errores y dejar que los demás le griten y sembrar dudas entre los electorados ajenos.

Cuando dice que quiere gobernar solo, apela al voto útil; cuando dice que si no le dejan gobernar repetirá elecciones, apela al voto socialista; cuando dice que no hará cosas inaceptables, advierte a los votantes de VOX que dudan.

Tengo la impresión que el PSOE ha sido devorado por la propia modernización que impulsó en Andalucía y por las crisis (financiera y de COVID) que en realidad ha enojado muy especialmente a las clases medias y a sus hijos, que ya viven en potentes entornos urbanos, que no podrán vivir como sus padres.

No; los obreros no están votando a VOX, son las radicalizadas pequeñas burguesías de las ciudades intermedias. La izquierda se queda, dicen las encuestas con la población de mayor edad y en los municipios rurales, mientras los más jóvenes y de las grandes ciudades se orientan hacia la derecha.

Resulta algo sorprendente que los más jóvenes sean los más optimistas sobre la situación política en Andalucía tras el gobierno de coalición. Y que sean los jóvenes de las grandes ciudades donde más dificultades se atraviesan. Es en esos espacios donde el PP ha capturado el voto de Ciudadanos y donde aspira a golpear a los indecisos de las otras formaciones políticas.

Entre un 14 y un 11% del votante socialista considera que el PP defiende a Andalucía y confía en su candidato. Porcentajes que se elevan al 50% en el caso de Ciudadanos y al 30% en el caso de VOX.

El PP tiene un área de voto del 11% del PSOE, del 40% del voto de Ciudadanos que resiste y un 27% de VOX para hacer campaña. Hay que decir que los votantes de la derecha radical valoran el liderazgo del PP en mejor medida que el suyo.

La salida histriónica de vías que mostró Macarena Olona en el debate no es solo un problema de desconocimiento, es también una defensa numantina de su utilidad personal. Es también que su objetivo, además de reventar al PP, es forzar la ideología del populismo reaccionario.

Un asunto electoralmente peligroso: siendo cierto que los parámetros nacionalistas son demandados por una parte del electorado joven urbano radical, no lo es menos que las cosas de Andalucía preocupan en una medida muy importante a su electorado, cosa que el PP y sus candidatos se encargan de recordar en cada frase de su campaña.

No es casualidad que Ayuso haya desaparecido de la campaña. Macarena la echará de menos.

No se crean eso de que no hay campaña, que entre el verano, el Rocío y la feria, Moreno Bonilla ha ocultado intenciones: en esos espacios se está haciendo mucha política y si no me creen pónganse chirigotas y pasadobles de los Carnavales de Cádiz, celebrados en verano por alcaldada conveniente.

Mal vamos si la izquierda se ve confinada a las zonas más rurales y a las poblaciones más envejecidas. A diferencia de Castilla León donde las formaciones más activas de la España despoblada quitaban votos al PSOE, en Andalucía no lo hacen. No lo hacen, porque es allí donde el PSOE mantiene la vieja fuerza de antaño.

El 46% de los andaluces duda entre dos partidos. Y en todas las dudas está el PP. Vox ya no es argumento de la izquierda, como probablemente ha sido amortizada la corrupción; dicho sea de paso, por mucha agenda judicial que herede Feijóo y por muchos audios que se publiquen, allá abajo son las gambitas y los no muy feministas pecados los que se recuerdan mucho.

Queda campaña, posibilidades de acertar y de equivocarse de las candidaturas. El debate de ayer no moverá mucho voto, pero no resolvió la duda, eso es bueno para el PP y obliga a la izquierda a mejorar su capacidad de movilizar, pero hay que darle un poquito más al coco: no sé si enviar a Sánchez es buena idea o cabrea más al personal, que quieren que les diga.

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