Un momento tonto de la resistencia
Las fuerzas que sostienen al minoritario gobierno español, especialmente nacionalistas y socialistas, han sumado enredo tras enredo hasta hacer imposible el sueño de Sánchez de alargar la legislatura hasta haber logrado blindar su electorado.
El resultado de la suma de ineficacias
serán unas elecciones anticipadas y el castigo a la ciudadanía con procesos
electorales muy seguidos, en una técnica que ni mejora la estabilidad
institucional ni la participación electoral.
El mimo al nacionalista - más allá de que todo lo dicho no haya sido cierto, pero alentado por una dolosa falta de trasparencia- ha tenido el mismo resultado que ha tenido históricamente: ha caído en la insaciable demanda identitaria en la que los herederos del 3% han enlodado la política española.
Lo que era una promesa regeneradora de Sánchez: las elecciones que pusieran el contador a cero, tras las debacles peperas, se ha convertido en una estrategia de mera sostenibilidad del poder, pendiente de puntos, contrapuntos, guasap opacos, relatores inexplicados e inexplicables, negociaciones con la izquierda más extrema, que tampoco han traído fortalecimiento institucional ni de gobierno.
Puede consolarse Sánchez afirmando que los independentistas le han hecho un favor a la derecha. Pero quizá conviniera haber reflexionado hace unos meses sobre una serie de gestos, algunos inexplicables, otros inexplicados, que han ido desgastando su principal plataforma: el partido.
No es menos cierto que las negociaciones compulsivas con socios, mas bien poco leales - filtraciones de negociaciones impensables, desautorizaciones parlamentarias han dejado al partido al margen de decisiones que limaban, día a día, las expectativas locales y autonómicas.
El presidente espera que con el "desfranquizado express" que nos espera los próximos días y algunos reales decretos colocará a la ciudadanía progresista ante la tesis del derechoso mal menor.