Un momento tonto de la resistencia

13.02.2019

"Hay vida inteligente ahí fuera, pero está demasiado lejos" No sé si el científico se refería al espacio o a Waterloo, pero bien podía ser cronista parlamentario reflexionando mientras pasea por la carrera de San Jerónimo.

Las fuerzas que sostienen al minoritario gobierno español, especialmente nacionalistas y socialistas, han sumado enredo tras enredo hasta hacer imposible el sueño de Sánchez de alargar la legislatura hasta haber logrado blindar su electorado.

El resultado de la suma de ineficacias serán unas elecciones anticipadas y el castigo a la ciudadanía con procesos electorales muy seguidos, en una técnica que ni mejora la estabilidad institucional ni la participación electoral.

Unas elecciones que toma al electorado de las derechas muy movilizado y a un electorado de izquierdas que, como ha mostrado en Andalucía, necesita algo más que la amenaza del cambio para movilizarse.

El mimo al nacionalista - más allá de que todo lo dicho no haya sido cierto, pero alentado por una dolosa falta de trasparencia- ha tenido el mismo resultado que ha tenido históricamente: ha caído en la insaciable demanda identitaria en la que los herederos del 3% han enlodado la política española.

En Waterloo o en San Jaume no importa la amenaza de la derecha; cuanto peor mejor, piensan, mientras venden la pieza del socialismo catalán entre comunes y centrismo ciudadano, a la espera de un nuevo voto tras las sentencias.

Lo que era una promesa regeneradora de Sánchez: las elecciones que pusieran el contador a cero, tras las debacles peperas, se ha convertido en una estrategia de mera sostenibilidad del poder, pendiente de puntos, contrapuntos, guasap opacos, relatores inexplicados e inexplicables, negociaciones con la izquierda más extrema, que tampoco han traído fortalecimiento institucional ni de gobierno.

El sindicato de intereses que supuso el bloque de la moción de censura ha saltado por los aires porque los nacionalistas siempre pusieron un precio imposible que no era tanto la autodeterminación como parar el juicio del "procés" y blanquear la figura del huido, antes de que sus propios compañeros juzgados lo humillen en el proceso judicial.

Puede consolarse Sánchez afirmando que los independentistas le han hecho un favor a la derecha. Pero quizá conviniera haber reflexionado hace unos meses sobre una serie de gestos, algunos inexplicables, otros inexplicados, que han ido desgastando su principal plataforma: el partido.

Lo de Andalucía se le endosó, con alegre práctica de autorizadísimos portavoces, a Susana Diéz, sin preguntarse por un minuto si algo había de desapego partidario y dudas sobre el propio Sánchez.

No es menos cierto que las negociaciones compulsivas con socios, mas bien poco leales - filtraciones de negociaciones impensables, desautorizaciones parlamentarias han dejado al partido al margen de decisiones que limaban, día a día, las expectativas locales y autonómicas.

No cabe duda de que alguna página del "Manual de resistencia" no ha sido escrita, pero tampoco de que siempre hay un día tonto en la resistencia. El problema de Sánchez es que no ha blindado su electorado, atacado por ambos flancos, y ahora le pilla a contrapié

El presidente espera que con el "desfranquizado express" que nos espera los próximos días y algunos reales decretos colocará a la ciudadanía progresista ante la tesis del derechoso mal menor.

Pero, tenga cuidado el presidente. Hay mañanas que los progresistas no sabemos si somos de los nuestros. Si no que se lo preguntan a Susana, mientras el podemismo realmente existente se apresta a asaltar la yugular del resistente. Al final, la derecha y los populistas tienen lo que quieren; drama de la izquierda que ya se hace crónico. 

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