Un cronista aterrado
Nada peor, créanme Ustedes, para un cronista que un fin de semana con elecciones convocadas. No hay modo de tomarse vinito o barbacoa sin que las amenazas al sentido común, especialmente económicas, crezcan en forma directamente proporcional a las horas de ocio.
Todo empezó el viernes. Es sabido que el populismo universal, siguiendo un camino ampliamente conocido, corteja a la clase media y a su prole airada. Pero en España, no. El gurú económico de Vox, Don Rubén Manso, un liberal sin complejos por lo que parece, anunció que venía a la política para acabar con la "discriminación que sufren..., pásmense,... los ricos".
No solo oculta que hay catorce países europeos con un tipo marginal de IRPF más alto que España sino que, por si acaso, propone privatizar la educación y la sanidad, y que esta deje de ser universal. Acepta, solidaridad de liberal, una beneficencia que atienda a los enfermos y enfermas aunque, eso sí, no para todas las enfermedades.
No había acabado este cronista de deducir si esta propuesta más que del franquismo era de antes mil novecientos veintitrés o así, cuando el gobierno vino a aprobar la mayor convocatoria de empleo público que vieron los siglos, desde que Zapatero incumplió la suya, porque se le acabo la pasta en las obritas del inútil plan para salvarnos de la crisis.
Es cierto que el sector público español debe ser renovado y, también, que en algunos servicios, especialmente los sociales, las plantillas son muy inferiores a niveles europeos similares. Ahora bien, comprometer un gasto de este nivel, sin cámaras parlamentarias funcionando y contra déficit público, sin presupuesto aprobado, parece tan poco ético como poco responsable.
Dicho sea de paso, el viernes supimos que España había salido del control europeo por déficit excesivo, no por contención de gasto ni por mejor crecimiento sino por record de recaudación tributaria. El único camino que ha dejado Sánchez con estos viernes proletarios, que ya han cosechado el notorio fracaso del subsidio para mayores de 52 años, inaplicable por la mala escritura de las prisas, es el mismo que alentó Rajoy: la senda fiscal a niveles de record.
No crean que aquí se acaba el fin de semana de tontunas fiscales. Mientras el personal de la España vacía se manifestaba, Ciudadanos acudió presto al asunto: Rivera propone rebajar el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en un 60%, para quienes residan en poblaciones de menos de 5.000 habitantes. Nada como un bonito IRPF para ganar votos.
No se trata, lo que sería razonable aunque no siempre eficaz, de instrumentos de incentivos fiscales para crear empleo o actividad, sino de algo más relevante: que un euro en un pueblo, pague menos impuesto que un euro en Madrid, lo que va contra toda doctrina fiscal y sentido común y, por cierto, anima el simple empadronamiento de los ricos que tanto preocupan a Vox en los pueblos desiertos.
Cuando creíamos que el fin de semana se había acabado, el responsable económico de Podemos empieza el domingo reconociendo que la flexibilidad que requieren las empresas exige reducción de jornada y salario, vaya por dios.
Si esta se produce, afirma el gurú, la diferencia salarial deberá pagarla el estado, es decir los impuestos de los demás trabajadores y trabajadoras, cosa que no solo no molesta al empresario sino que los incentiva a reducir jornada y salario, ya que pagamos los demás. Un acierto del popular populismo.
No acaba aquí el aterrador fin de semana. Resulta que los populares han decidido liarse con el sistema de pensiones. Daniel Lacalle, liberal pero con complejos, al parecer de Vox, y asesor económico de Pablo Casado, afirmó que "el debate no es cuánto se revalorizan las pensiones, sino cuánto se recortan". Lo que ha llevado al PP a desmentirle a medias y a poner guardianes a sus fichajes.
Naturalmente, este ha sido el fin de semana del Brexit a lo bestia. Este cronista entiende algo de economía, cada vez menos de política, pero nada de siquiatría, así que utilizaré la opinión que el viernes por la noche escribía Marina Hyde, una de las columnistas más brillantes del Reino Unido.
Cuenta, las frases no son literales, que hay una foto de Pompeya rodando por internet, que muestra la estatua de sal de un hombre desnudo. Parece que el ciudadano murió masturbándose, mientras la nube de ceniza del Vesuvio caía sobre él, para escarnio histórico. No sé si la ciencia avala la tal foto, pero a mi lo del parlamento británico, como a Hyde, sí que me suena muy parecido que quieren que les diga.
En fin, si no desean
ser cronistas aterrados huyan de las ocurrencias de fin de semana y serán
felices.