Trump entre la Coca-Cola y la pederastia

19.07.2025

Trump, como todo líder nacionalpopulista, debe ser un ególatra. Solo creyendo que uno es el centro del universo puede conducir a masas desinformadas a toda clase de "terraplanismos" médicos, científicos, económicos, etcétera. El cronista, creo que alguna vez se lo he dicho, tiene un automandato, contarles cosas "bonitas" (a él le gusta la palabra) de Trump.

La egolatría es democráticamente muy peligrosa, como habitualmente me recuerda mi amigo y contertulio Paco Revuelta, que prácticamente tiene un tratado sicológico sobre el asunto. Así, si Trump tiene con alguien una conversación "encantadora" quiere decir que quien sea le ha dado la razón; si te escribe una carta amenazante, no es un "ukase" sino un acuerdo, y así con casi todo.

Los nacionalpopulistas, tipo Trump, llevan en sus genes el intervencionismo propio del principio de la autarquía. No saben de alianzas ni multilateralismo. Así que, siguiendo el consejo del secretario de salud Kennedy (hay mucho escrito sobre el deterioro de las estirpes) Trump llamó al jefe de la Coca-Cola. El tenía que gobernar el mercado. 

El secretario, heredero del aristocrático apellido (sobrino del expresidente e hijo del senador) ha creado su propio movimiento – MAHA- (en inglés, Hagamos América Saludable de Nuevo) para convencer a las bases del republicanismo "trumpista" de que, sin vacunas y sin gasto público en sanidad, vivirán mejor.

El caso es que Trump anunció que había convencido al jefe de la Coca-Cola para cambiar el jarabe de maíz con fructosa por caña de azúcar en sus bebidas estadounidenses, como lo hace en México y el Reino Unido, por supuesto a precio más caro. En nombre de la salud y del combate a la obesidad.

No existe evidencia científica sobre el asunto. Al contrario, la Asociación Médica Estadounidense ha confirmado que "el jarabe de Maíz no tiene más probabilidades de contribuir a la obesidad que el azúcar de mesa". Pero que van a saber los médicos, que un antivacunas no sepa. Eso sí, el cambio, tendría en la economía dos efectos: primero, deterioraría el mercado del mayor producto agrario norteamericano y, con la política de aranceles, haría inviable el producto.

Coca - Cola, con esos argumentos, ha molestado a Donald, declarando que ellos no han acordado nada sobre su producto. Por cierto, Coca-Cola ya uso la caña de azúcar en tiempo y lo sustituyó por precio y con el acuerdo de la comunidad científica y para apoyar un producto (el maíz) subvencionado.

La entrada bastante abrupta de Trump en el debate sobre el azúcar se produce en un momento de creciente controversia por la publicación de archivos relacionados con el delincuente sexual y pedófilo caído en desgracia, Jeffrey Epstein, que murió en la cárcel esperando juicio (suicidio). Un amigo ochentero de Trump, por cierto.

Este segundo mandato de Trump llegó con el personal MAGA vociferando sobre el "encubrimiento" de esta historia y se dedicó, con la participación de Trump y de sus voceros mediáticos, a asegurar a su voraz base que la supuesta "lista de clientes" de Epstein estaba sobre un escritorio esperando su aprobación y que lo del suicidio no estaba claro..

Sin embargo, ahora, Trump y sus socios dicen que no existe ninguna lista y que, de verdad, se suicidó. Las bases se han irritado y Trump no se ha hecho esperar. Ciertamente, un nacionalpopulista desprecia a sus bases, pero debería hacerlo con cierta elegancia.

Trump ha calificado de "débiles" y estúpidos" a quienes piden que cumpla sus promesas, pero el ruido era tal que ha pedido a la Fiscal General, Pam Bondi, que está para lo que el presidente mande, naturalmente, que pida a los jueces las declaraciones del pedófilo ante el Gran Jurado. Cosa que puede tardar meses o años.

Como era de esperar, todos los enfadados y enfadadas, han empezado a publicar fotos ochenteras de Trump con Epstein y sugerencias de complicidad. Todo iba en ese nivel de "cutreamigo" del pedófilo, hasta que entró en el juego el Wall Street Journal, propiedad de otro magnate (Murdoch).

El periódico afirma que Trump contribuyó a una especie de álbum de recortes del 50 cumpleaños de Epstein, con una carta "obscena". Según se informa, esta misiva estaba escrita dentro de un dibujo de la silueta de una mujer desnuda, en el que la firma de Trump servía como una especie de garabato de vello púbico. Desafortunadamente, dadas las circunstancias, se dice que la carta concluye: "Feliz cumpleaños, y que cada día sea otro maravilloso secreto". El secreto no es otro que una presunta sombra de pederastia.

Trump ha enfurecido contra Rupert Murdoch, y amenaza con "demandarlo hasta dejarlo sin blanca" (la demanda es por diez mil millones, pueden reírse). Seguro que paga el pato la chica, la fiscal general, para eso la pusieron.

Trump, al parecer, no tiene a quien escribirle cartas de aranceles, ni parece que el personal le "lama el culo". Por eso, para apagar el ruido de la Coca-Cola y la pederastia tiene que dedicarse a penalizar a los jueces que se encargan del golpista Bolsonaro, se deja pelotear por el genocida de Gaza u observa atónito que Putin bombardea el Dombas y no le hace caso. Así no vamos a ninguna parte. Nuevas distracciones nos vienen.

Desde Batman y Robin, desde Roberto Alcazar y Pedrín, siempre me ha sorprendido cómo los héroes del nacionalpopulismo han tenido pasión por efebos y jóvenes muchachas.

Los rasgos del nacionalpopulismo que he descrito pueden parecerles familiares. Sepan que cualquier parecido con lo que ustedes están pensando es una ficción, naturalmente, Ustedes me entienden.

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