Soy el imbécil que llora por una papelera
Soy el imbécil que llora por una papelera. Lo ha dicho "feisbuk", sitio que como ustedes saben ni miente, ni incita al desprecio ni nada de eso.
Soy, pues, un imbécil que no ha colegido lo transcendente: al parecer, las luchas por las ocho horas de trabajo, la emancipación de la esclavitud, contra la guerra del Vietnam, la igualdad racial o el combate por la democracia en España tienen el mismo nivel que la reclamación por la libertad de Hasél.
Don Andreu Claret, mi antecesor en la Dirección de Comunicación del PCE, lo del Don es de merecido respeto que él no reclamó nunca, ha escrito: "Foc nihilista pels voltants de casa... Quina vergonya!. Ho pagarem molt car" ( "Incendio nihilista alrededor de casa,,, ¡Qué pena! Lo pagaremos muy caro").
Entre los comentarios no ha faltado quien ha calificado la opinión como propia de una "izquierda envejecida y aburguesada". Ahora lo entiendo todo: yo siempre fui de Andreu Claret. Así que soy envejecido y aburguesado. Bueno, ayer era facha, voy mejorando.
Miren ustedes que me dieron palos en Somosaguas, cuando era un descampado, por pedir democracia, o en el centro de Zaragoza pidiendo amnistía y legalización de partidos políticos. Tengo algunas huelgas generales en mi haber, Y ya ven: ni una papelera quemada. Mis viejos camaradas nunca me advirtieron de la condición necesaria para un revolucionario: quemar papeleras, saquear tiendas o incendiar barrios.
Es que los de la transición éramos unos flojos, antes de ser envejecidos y aburguesados.
Afirma el ministro de Consumo, Alberto Garzón, que se encarcela a Hasél por unas leyes que "hemos proponido (sic) cambiar..," y que " se esta poniendo de manifestación (sic)" ...que unos tuits no son para tanto.
Espero que cuando se introduzcan los cambios que se han "proponido" (sic) no se permita atacar a fotógrafos, periodistas u otras lindezas violentas que Hasél ha venido practicando y por las que ha sido condenado.
En lo de la libertad de las manifestaciones artísticas no entro. Supongo que el urinario de Pollock o la peineta de Cattelan, puesta ante la bolsa de Milán, habrán provocado reacciones negativas. Lo de Hasél probablemente más que escándalo provocará asco.
No seré yo quien se oponga a que la sensibilidad de abuelos, padres, amigos y seguidores de Hasél les lleve a derramar lagrimas ante versos que dicen: "....es una fulana cara, voy a tener que violarla". Eso es poesía igualitaria y no la de Maluma, donde va a parar.
"La rambla borroka" se adueña de una Barcelona tristemente abatida, abandonada, por electorales discursos de rancios derechistas de siempre, hoy teñidos de radicales. Pasó de ciudad quemada a ciudad de encuentro multicultural, para retornar a convertirse en antorcha de quienes se niegan a creer que todo ser humano viene del mismo mono. No, ellos y ellas vienen de un mono distinto.
Muchas otras ciudades españolas sufren la infame "borroka", pero se niegan a correr la suerte de la ciudad antaño centro de modernidad, hoy pasto de basura quemada.
No acierto a ver qué hay de lucha por la libertad o por el arte en hacer arder una calle. La no violencia, el debate democrático, la palabra, sucumben siempre que aparece el miedo. Y como se ha dicho aquí, no cabe engañarse: este ruido solo persigue que usted tenga miedo.
El héroe impresentable y sus corifeos le han hecho un nuevo favor a la barbarie. Solo tenemos un remedio: no callar ante el ruido callejero. El silencio y el miedo es un lujo que la democracia no se puede permitir, lo diga el proquero de quien lo diga.
La poesía es hermosa, sirve para seducir a una muchacha o para sugerir que se le corte la cabeza a un rey. Ambas cosas, hay que reconocerlo, deben someterse al avance civilizatorio. "Violar a una fulana cara" (Hasél lo ha escrito) es tan civilizado como quemar la democracia, juego nocturno, por populistas de izquierda de verdad verdadera apoyado.
Sostiene el poeta y amigo Antonio Daganzo que "los aguerridos celtas sucumben hacia el alba". Ese debe ser el momento en que la ciudadanía descansa, aunque estos que queman los alrededores de nuestras casas ni siquiera son celtas, solo barbarie.
Cuando ellos y ellas se van, nosotras y nosotros, ciudadanía simple, salimos al afán de nuestro combate solidario, a nuestro afán democrático, al debate de la palabra, que, al final, es el que siempre ha sostenido el ritmo de la historia. Salimos sin otro objeto que ganarnos la libertad de cada día, mirando sin odio a las papeleras.
No es de extrañar, como hubiera pensado De Quincey, que si se empieza poniendo un acento donde no se debe, se siga confundiendo el círculo ecuestre con el círculo de lectores y se acabe faltando a la buena educación.
"En todas partes he visto mala gente que va apestando la tierra" . Pueden ser "labriegos, carpinteros, torneros, maquinistas, alfareros...". No debiera descartarse, en consecuencia, afirmo, llevado por mi libertad de expresión, que algún rapero, y no quiero señalar a nadie, fuera un hijo de puta.