Sin noticias (13): beber, amar y cantar...y una experiencia a la plancha
Fue que Strauss (hijo) acabara de componer "Vino, mujeres y canciones" y los franceses bautizar la canción como "beber, amar y cantar". Nunca he terminado de decidir si los franceses padecen de exceso de corrección política o son más kitsch que el rococó. Por cierto, es nuestro musicólogo de los viernes quien me ha hecho saber la afrancesada corrección al vulgar, faltaría más, título.
Quizá por eso abundan los franceses en la moderna España, donde se desmadran con el vino, las mujeres (o señores, según gusto) y las canciones, que aquí nadie les reprobará tal costumbre, acaso algún británico de los que no van por Magaluz.
Es que los british son muy suyos; recuerden que la más veterana y ahora quebrada compañía de viajes británica (Thomas Cook) empezó su trayectoria organizando viajes de alcohólicos anónimos, entonces parecía buena idea, hasta que apareció "Magaluz". Por eso quizá fueron los alemanes los que compraron buena parte de su mercado. Ellos saben de que va.
En fin, disculpen esta digresión racial sobre los mejores visitantes de nuestra aldea. Como saben, los viernes no se escriben cosas sesudas. Aunque llevo trece días que no recuerdo haber escrito nada serio…o quizá sí y lo verdaderamente importante es esto.
Vivo en un sinvivir. Verán, "la caló" produce gana de siesta y silencio. El mundo sin noticias en el que, prácticamente, me he sumergido ha sido absolutamente reparador. El verano es para relajarse y llevarse bien: el nivel de ruido político ha bajado algo. Con la excepción, eso sí, de Illa y su Jumilla, perdón sobra el "su", en qué estaría yo pensando, no hemos tenido más tontunas que las tradicionales serpientes de verano, disfrazadas, esta vez, de curriculum.
Lo sé, se acabará el silencio, volverá el ruido. Y he aquí mi duda: me abono, cual jubilado, al mundo sin noticias y de taberna o, como cronista, vuelvo al mundo con noticias y de taberna. Me temo lo peor.
En fin, el tiempo nos alcanza y esto se acaba, aunque no el "ferragosto" por la AEMET anunciado. Mi tripulación, incluidos mis exploradores se prepara para el regreso. Fíjense si se habrá excedido la soldadesca que los exploradores reclaman la vuelta inmediata al colegio.
Ignoran que sus profesores y profesoras se han excedido también, pero no reclaman su vuelta: su conocimiento requiere mayor dosis de revitalización: a ser posible, con albariño, gambas y cosas de esas, un mes más. Total, solo llevan 39 días sin escuela, les faltan otros 30.
Sí; el tiempo se acaba y recordamos que es para el verano cuando dejamos todo. De las bicicletas al vino, de las lecturas a los conciertos. Las noches son un mundo de amor de solsticio, "influencers" y cenas a la brisa del mar (de qué brisa me hablan).
La consecuencia es inevitable: la han pagado mis amigos y amigas del blog en forma de crónicas enloquecidas. Ya las echarán de menos cuando me ponga a hablar de cosas sesudas (sí; en cuanto llegue les hablaré de la financiación autonómica, lean crónicas antigüas, yo ya se lo advertí).
El verano solo tiene un primer problema: el verano. Es un tiempo para acumular recuerdos que, luego, cuando todo pasa no quieres que te recuerden. Lo malo, desde los blogs al Tiktok, del Instagram al podscat es que son huellas imborrables que nos persiguen. Aún estos días me han recordado no se qué, que hice una vez con una TDT, no sé dónde. No me creo nada: me hablan de un tiempo donde no había guasap, ni grabaciones de Koldo…se siente.
El verano tiene un segundo problema: el verano. Esa obligación imperiosa de salir. La imposibilidad de que tu hogar sea lugar de descanso. No hay patio o terraza que resuelva el problema. No hay sombra, solo hace calor, el aire acondicionado matará el planeta, las pantallas nos dominan.
Hay que resolverlo por las bravas: buscar un sitio para relajarse, donde sufrirás una ola de calor, las pantallitas dominarán la tierra, el aire acondicionado matará al planeta y el Mediterráneo avanzará un poco más ahsta ser un mar muerto.
El verano tiene una ventaja: el verano. Ese momento en que tienes ganas de hacer algo, pero no lo consigues. Ese tiempo que te sobra, esas viejas páginas que hace tiempo no acariciabas, las canciones que recuerdas, la compañía no fugaz de los tuyos, sin los que no puedes vivir, la risa de algún niño, las rabietas de mis exploradores y…unas gambas con arancel del hostelero, por un poner, acompañadas del vinito correspondiente. Acaso una línea escrita que dejará memoria de que anduve por aquí, en este mediado solsticio.
El caso es que sí, que lo que diga Strauss (hijo) o los franceses, pero el caso es, estimados y estimadas, que sigo persiguiendo lo que los y las "influencers" y el capitalismo funeral (gracias, Verdú) me habían prometido: no son bienes, son experiencias.
Vale, pero como uno no está para escalar ningún "mayo" (ni los de Riglos), hacer el "Camino" en bici o ir a un lugar nunca hollado por pie humano, para encontrarme a centenares de "instagramers" comiendo una paella, yo exijo mi experiencia; eso sí, a la plancha y con poco aceite: me lo dijo mi médico. Me queda un día para lograrlo.
Música: Vino, mujeres y canciones. Johan Strauss (hijo)
Fotografía: Mar de viernes