Sin Neguri ni Margen Izquierda

24.04.2024

El pacto vasco en la transición e incluso en el antifranquismo era relativamente sencillo: un acuerdo entre Neguri, el barrio burgués de Getxo, donde se instaló la burguesía desde el XIX y sostenía al PNV, liberado relativamente, del supremacismo de Arana, heredado por los etarras que deliberaban asesinatos y mundos imposibles en el fuego de campamento, y quienes trabajaban para la burguesía vasca en la Margen Izquierda de la ría, vinculados a la inmigración española y a la izquierda histórica, especialmente el PSOE, en uno de los escasos sitios dónde no estuvo de vacaciones.

El PSOE, en realidad, nunca quiso ganar las elecciones en el País Vasco, solo ser un contrapeso a la derechona vasca, carlista y secesionista que, incluso, estuvo dispuesta a traicionar a la república, como los catalanes de la época.

Desde los 90, la Margen Izquierda se volatilizó. Primero, fue la minería, luego la siderurgia, el acero y la maquinaria. La economía se transformó en servicios que expulsaron a una población en la que, en los 70, la inmigración superaba en un 40% a la población local.

Neguri mantuvo su influencia, pero ya no se basaba tanto en su riqueza industrial sino en su poder financiero y su influencia política en un partido al que la izquierda había decidido regalarle la hegemonía política. La potente industria y burguesía productiva vasca ha pasado del 50% del PIB vasco a apenas un 21%.

La población ha envejecido y se ha reducido. Los jóvenes, prácticamente en una economía de servicios, tienen los mismos problemas que en el resto del país: sobrecualificación, bajos salarios, vivienda y, por cierto, una sanidad tirando a peor que el resto de España.

La clase media vasca está integrada, probablemente, por la gente con mejores pensiones de España, debido a los altos salarios de los años dorados, que solo podrán mantener su nivel y mejorar las próximas si las paga el estado, en un contexto de población reducida, envejecida y con notables barreras a la inmigración, siendo el territorio del estado con menos inmigrantes.

Esta transformación social ha ido acompañada de un proceso más oculto, pero igualmente relevante: la euskaldunización. Los vascohablantes, que eran apenas un quinto de la población al principio de la transición, superan ahora el sesenta por ciento.

En este periodo, el socialismo vasco, como único referente de la izquierda, gracias a la UGT más histórica, no solo nunca quiso ganar unas elecciones, sino que nunca defendió radicalmente una cultura constitucionalista. Bastaba con defenderse del tiro en la nuca y dejar hacer al PNV.

En estas circunstancias, Neguri no funciona como motor ni la Margen Izquierda como equilibrio.

En Getxo (Neguri) ha ganado el PNV, pero mientras los nacionalistas suben mil votos, los abertzales suben dos mil.

En la Margen Izquierda, el PSOE ha dejado paso a Bildu. El blanqueo no es solo la cuestión, es el envejecimiento y el abandono. Si el PSOE ha subido no es por recuperar el espacio social es porque ha destrozado a su izquierda, antes inexistente, y solo nacida en 2016 para un ratito.

Bildu se ha convertido en un partido "atrapalotodo" que vive de la izquierda y la derecha por igual, gracias a las generaciones más jóvenes.

Como vine ocurriendo en España hace tiempo, solo corregido por las barbaridades de Iglesias y sus extraños sucesores, hoy en declive de la blanca paloma, también en Europa, hay una brecha generacional que está alterando los equilibrios políticos, las formaciones tradicionales y, especialmente, el clientelismo electoral: cuanto más se dispone de palancas para extorsionar a los socialistas, mejor.

ETA tapaba todos estos procesos. Levantado el tapón, por su derrota, por algo de blanqueo (ya lo ha dicho Sánchez; 9 de cada diez votos son míos) y por el empeño en convertir la memoria en olvido (hasta Felipe Gonzáles entrará en la lista de culpables de estado), tenemos un panorama soberanista que solo tranquiliza más que el catalán por que el PNV es, en realidad, el menos independentista de los partidos vascos, con la excepción de la irrelevancia Popular. Al PSOE ya le daría igual.

El futuro a largo plazo, si Bildu hace las cosas que le faltan hacer: reconocer a las víctimas, abandonar la bronca del terrorismo de estado, retirar la intimidación que aún practican y el enaltecimiento de sus viejos asesinos e inútiles gudaris, o sea la disolución de SORTU, es el de la llamada "paciencia estratégica, siempre que el estado español sea débil como ahora.

Si el resultado en el País Vasco es "el esperado" es que se sabía lo que estaba pasando. Sin Neguri y sin Margen Izquierda, una fiesta soberana, por muy paciente que sea, se nos viene.

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