Se puede salvar una frontera y cesar a una ministra

Hay cosas compatibles; puedo decirlo: las hay. Tiene narices que la misma mañana que retorna la "república que no existe, imbécil", una especie de "marcha verde" caiga sobre Ceuta. De patria en patria y tiro porque me toca.

Qué cosas tiene la vida; ahí tienen al tal Iván, teniendo que escribir un discurso a toda marcha y enviar a Ceuta al "Centinela del serrallo", con todas las cosas que tiene que hacer el hombre hasta 2050, según ha contado en inextricable artículo en el faro y guía del progresismo global.

Si ustedes han estado prestando atención, entenderán que no estamos hablando ni de migraciones ni de derechos humanos, lo diga quien lo diga, por ejemplo la ministra de Trabajo.

El lío empezó en Canarias, cuando el señor que antes llevaba coleta dijo que había que autodeterminar el Sahara, coincidiendo, estratégicamente, que fino el muchacho era, con una ventita de armas de Trump a Marruecos.

Momento que los servicios secretos alauitas aprovecharon para llenar Canarias de migrantes, descolocar a Europa para echar manita a Trump y apropiarse de parte de la plataforma marítima.

Nada que objetar. La tradicional amistad hispano árabe y la notable gestión de Marlaska y Hana Jajoull, antes de romperle la campaña a Gabilondo, dan para mucho, incluso para que los muelles de Arguineguín se disfrazaran de Lampedusa.

Pero para qué liarse, camaradas, en tonterías, pudiendo no hacer nada. La ministra Laya, ocupada en no vacunar al cuerpo diplomático - para cabreo sindical, dicho sea de paso- y en no hacer nada, no se vaya a notar que no hace nada, ha sido incapaz de asumir su responsabilidad: proteger las fronteras europeas. Cosa a la que Borrell también ha estado muy atento

Tampoco Marlaska y Robles andan por la labor de defender a la ministra, más despistada que cabra en garaje ajeno, tan incapaz de entender los mensajes de los servicios secretos marroquíes como los del CNI. Es lo que tiene lo de los servicios de inteligencia, que son un poco oximorón, para que los entienda cualquiera.

Que el populismo trumpista utilizó las dificultades económicas de la pandemia en Marruecos, para poner en aprietos a España y a la política migratoria europea es algo tan conocido, denunciado y advertido que ignorarlo daría risa, si no fuere por las consecuencias políticas que se nos han venido encima.

Ceuta será defendida, naturalmente, hasta la última gota de sangre de guardia vacunado, apoyado sin duda por un viajecito exprés del "centinela del serrallo". Cosa que no se dice por razón de género, antes de que se me pongan nerviosos o nerviosas, sino porque así se canta en popular cancionero español.

Treinta mil irregulares habrán de volver a Marruecos, sostiene en discurso patriótico Sánchez, al que se le acumulan las tareas patrias: al parecer tiene que arreglar la cosa catalana, antes de que lo de Susana se líe más allá abajo en el Sur, mientras ordena lo de Ceuta.

Ya les digo yo que no. Que a Marruecos se le da una higa lo que les hagan a sus connacionales, que acabarán desplazados por España, en ominoso silencio "marlaskil" o en irritado cabreo de Robles.

Por aquello de hacerle algún favorcito a la derecha extrema y poder usar lo de la foto de Colón, que se nos está quedando desvaída. Ya lo ha dicho la ministra de Trabajo: esto no va de Ceuta, ni de fronteras, que ustedes son muy suyos.

Esto va, dice, de derechos humanos. Y devolver, así en caliente, como que no le gusta. Parece legal, está en los acuerdos marroquíes, es cosita europea, pero nos importa un bledo.

Todo este lío lo inicio el populismo antieuropeo, el trumpismo y una gestión exterior incapaz. Es compatible, amigas y amigos, es compatible defender una frontera y cesar a una ministra.

Allí ha ido el soldado Sánchez a salvar la plaza. "La plaza de Tánger la van a tomar, también han tomado la de Tetuán. En la plaza de Tetuán hay un caballo de caña...". Ha sostenido Sánchez que, dada la tradicional amistad hispano árabe, tanto tiempo sin ser citada, que si el caballo de paja no relincha no entra marroquí en España. ¿Ustedes se lo creen?: yo tampoco.

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