Se abren siempre horizontes azules
Afirma Facebook, y no podré llevarle la contraria a tal corporación, que hace trece años (2012) les deseé lo mejor para el nuevo año afirmando: "Ahora que el año empieza, más allá de temores y pesares, se abren siempre horizontes azules".
Sí; yo también odio, como usted, al señor o señora que apunta los recuerdos de uno. Podía guardar los suyos, que quieren que les diga; o igual es tan triste que no tiene.
No debieran malentenderlo. Los versos son de Martí i Pol que era poeta, comunista y catalán, "in that order", me lo enseñó mi padre. Lo que descarta cualquier parábola política de tono azulado o de albatros que a ustedes se les ocurra.
En días como hoy, todos y todas parecemos miembros del guasap del coro de las ursulinas o del gimnasio, al que el año pasado solo fuimos una vez, pero no nos hemos borrado: lo que nos gustan las sectas.
Hasta el mismo Muti, el director del concierto vienés de este año, se ha incluido en el guasap de las mamás del cole para, después de regalarnos uno de los mejores conciertos de los últimos años y una memorable interpretación de "Vino, mujeres y canciones" que se recuerdan, se ha dirigido al respetable para pedir: "paz, fraternidad y amor en todo el mundo". Quizá no haya sido casualidad que haya mantenido la final marcha Radetzky, un tipo autoritario, pero ha eempezado con "La marcha de la libertad"
Todo muy hermoso como corresponde a la fecha. Lamentablemente, el mundo discurre por senderos distintos a los guasap.
Un acto terrorista ha acabado con diez personas en Nueva Orleans, nuestro eficacísimo gobierno encarece la lista de la compra y la energía recuperando el IVA de lo básico, el gobierno también aumenta un 25% las plusvalías, los rusos se quedan sin suministro de gas y Macron pronuncia, si nada lo remedia, su último discurso. De Trump ni hablamos.
Si esto les parece poca tragedia, Laporta derrapa en la última curva y la Federación que antes le daba Negreiras hoy le da calabazas y mis paisanos de Cerler ven como insultan a Pedro, a él que lo da todo, incluso en las pistas.
Pero no perdamos la esperanza, hasta que los Reyes Magos pasen por nuestros balcones, ellos no están para chimeneas como el gordo de la Navidad, debemos tener esperanza. Imaginen, por un poner…no; es demasiado imaginar (sí, ustedes han imaginado lo que yo imagino).
La pasión de los seres humanos por desear grandes y nuevos futuros es tan antigua como el propio ser humano. Por qué no va a ocurrirnos algo nuevo. Y no; no es que el cronista sea más listo que sus lectores y, menos aún, que sepa algo que ustedes no saben, pero me da el pálpito de que todo se parecerá, inevitablemente, a nuestro pasado más reciente.
No hay razones para creer lo contrario. Pero, quién sabe, igual la prospectiva se equivoca, por una vez y vuelven aquellos buenos tiempos que nos permitían prometerles, esperanzados, a nuestros hijos y nietos que vivirían mejor que nosotros.
Sospecho, y no es por pasarles a ustedes la responsabilidad, que para que eso ocurra debemos hacer algo por nosotros mismos.
Así. entre ustedes y yo, pocos líderes del mundo han conspirado contra sus propios pueblos como ahora. Esto es una nota de pesimismo, probablemente, pero esconde una sugerencia: cambiemos democráticamente – no se les ocurra ninguna otra alternativa que sería peor- aquello que no deseamos.
Tenemos que salir de una vez por todas, y se lo digo para compartir con ustedes un propósito de año nuevo, de una de las más calamitosas pasiones tristes, de esos impedimentos para el conocimiento que para los hombres y mujeres representa el odio. El odio es primo de la envidia y una notable forma de violencia.
Una de las grandes trampas de los hacedores de relatos es que creamos que cada cual puede dedicarse a cultivar su huerto. Podemos realizar prácticas comunes y comportamientos institucionales que acepten el conflicto y lo regulen sin asfixiar al individuo.
Por eso, podemos escribir algún guasap esperanzado, aunque justito. El mismo poeta del que les escribí al principio escribió: "también la nieve pasará y volverán los días claros y abiertos".
Vale, quería que mi primera crónica del año pareciera un guasap de las mamás del cole y regalarles un poco de optimismo. Me dice la razón que mi leve optimismo será efímero, pero al menos tendré un día de esperanza: "se abren siempre horizontes azules".