Sánchez abre la ventana de Overton
No; no es una ventana para respirar; no es para que veamos mejor el paisaje ni para que entre más luz. Es para cambiar nuestros conceptos. Somos ya viejos y nos toca reaprender; sabedlo y decídselo a otros: lo que antaño era impensable, hoy es aceptable y será legal.
Ya no se trata de cambiar de opinión, el argumento está manido; tampoco de relatos, nadie los compra; nada de "no me consta", que enseguida pillan la mentira; menos la "neolengua", que bromean con ella en las tertulias. Qué es eso de la verdad y la responsabilidad política. Ahora tenemos que legitimar conceptos antaño inaceptables. El tiempo lo corrompe todo, hasta la firmeza teórica y los sólidos fundamentos de la vieja democracia. El populismo nos ha contagiado.
El socialismo realmente existente y la izquierda de verdad verdadera han recorrido el camino; están preparados: somos los mortales de izquierda y el resto los que no entendemos que, ahora, debemos ser distintos a como fuimos.
A los antiguos os parecía exagerado sostener que la soberanía no reside en el pueblo, sino en el Congreso de los Diputados. Pero ahora que ya no hay mayoría parlamentaria para sostener la legitimidad, anunciemos los nuevos tiempos: no necesitamos hacer leyes para gobernar ni hacer presupuestos para gastar. Nada de legislativo.
Creíais que era un poco complejo negar a la judicatura, pero ahora que el Tribunal Europeo ha empezado a negar el "lawfare", cómo niegan los osados que los jueces hacen política (ha empezado por los catalanes), dejémoslo claro: la inocencia la decide el presidente del gobierno.
Lo de "imputación, dimisión" es un concepto viejo de la izquierda triste. El imputado de izquierda debe ser premiado, con un cargo permanente, una candidatura, un ministerio o lo que haga falta. Fue imputado por ser de los nuestros. La UCO debe ser desmantelada, enemiga de toda causa progresista, almas de charol subiendo por la carretera de la libertad, tratando de horadar las torres de canela de la izquierda
Lo de toda violencia es fascista es una antigualla retórica: si es contra dudosos derechistas, fascistones o periodistas que no son de la causa es tolerable. Los encapuchados nos liberarán de la prisión de las ideas y si hace falta una paliza, se apaliza.
La transparencia es un vicio de cultura sexista, que nos quiere desnudas y desnudos. "Qui nescit disimulare, nescit regnare". "Quien no sabe disimular, no sabe reinar". Es hora de pedir perdón por anclarnos en la vieja historia: pidamos perdón por lo que ocurrió en el siglo XVI; no lo pidamos a los saharahuis a los que les privamos del mar: nuestro mar y nuestro río están en otro sitio.
La historia comienza cuando lo decimos nosotros: somos un pueblo dentro de un pueblo, hacemos la historia. La libertad empezó el día que el viejo murió, que tardáramos tres años en ser libres es para los quejicas del régimen del 79.
Pedro nos indica el camino: ha abierto la ventana de Overton. Hay que cambiar el concepto, compañeros y compañeras. Nuestros deseos políticos deben ir por delante de la ley. Hasta ahí podíamos llegar.
Si, todo esto suena a Trump. Pero las cosas son como deben ser; no estamos para hacer tribunas de opinión, ni hacer vigilias para defendernos, nadie va a los mítines, no quieren escuchar a Pedro. Nuestra palabra debe ser la ley. El que más chifle capador. Todo el poder para el Gobierno…ni soviets, ni reyes, ni tribunos, ni mayorías parlamentarias.
Lo que acaban de leer es la enémsima reflexión airada de un cronista de izquierda. Tenía razón Overton en términos históricos: el rango de lo aceptable cambia con el tiempo. El tal Overton era un libertario. Concepto que en Estados Unidos no tiene el mismo sentido que en Europa. Un libertario es un liberal extremo, una ideología política que prioriza la libertad individual, la reducción del gobierno y la mínima intervención estatal en la economía y la vida personal.
Nada que ver con la izquierda. En realidad, el socialismo realmente existente, tampoco, solo es populista.
Los conceptos se hacen legítimos con el tiempo. En realidad, con las luchas de los que se revelan a cualquier tipo de explotación, presión o marginación. Así nació el régimen del 79.
Por mucho que se celebra estos días con fanfarria que el dictador murió en la cama, se olvida lo que se sufrió para acabar con lo que significaba: Hace 49 años, se acumulaban muertos por miles; hace 50 años, faltaban 591 muertos para la libertad: pero la mayor parte eran de la izquierda triste, según Pablo Iglesias y Monedero.
Lo que no envejece, son las reglas: todo cambio debe sostenerse en los pasos constitucionales para convertirse en ley. Que las ideas de parte se conviertan en legislación, sin pasar por las mayorías, es trumpiano, populista y quizá, por no decir probablemente, autocrático.
La ventana de Overton no requiere del poder sino de cambios culturales y sociales. El socialismo realmente existente no ha cambiado nada: solo nos ha hecho menos tolerantes, nos ha polarizado más, los cambios sociales y económicos, apenas se perciben para la mayoría. Solo son palabras.
La ira de los más jóvenes es reaccionaria porque no se les ha dado esperanza, solo gritones en las televisiones y en los ministerios. Pero la culpa es de los "boomer", de las Comunidades Autónomas y, sobre todo, de Ayuso. Juas. Y Ayuso hace su política, pero para verla y diseñar alternativas, hay que currar.
Junts ha cerrado el ciclo. Lo sembrado se recoge: se lleva consigo la legitimidad. Los jueces hacen política; los testigos no se acuerdan; los encausados rompen teléfonos. Los sobres circulan. Y así se quiere aguantar, sin más propósito que permanecer. Es eso y nada más.
Pedro Sánchez ha abierto la ventana de Overton y los de izquierda de toda la vida sentimos una heladora corriente de aire que, a ratos, da un poco de miedo
