Quince años tiene mi blog
Era noviembre de 2008, andaba yo terminando de leer la edición en inglés del último libro de Paul Auster, con sólo 150 viajes al diccionario oiga, y me encontré con un verso que prácticamente cierra el libro: "mientras el (weird) mundo sigue girando". No me agradaba poner extraño o misterioso, mi traducción, en tal verso y me propuse arreglarlo a la mañana siguiente.
La mañana siguiente era 18 de noviembre y antes de currarme el verso recurrí al traductor de Auster. Según él, "weird world" debe traducirse por "peregrino mundo". Así que ya sabe por qué la bitácora se llama como se llama y por qué nació ese día.
¿Qué mañana fue aquélla? Fácil de explicar; es la ventaja de un blog: sirve de memoria.
Contaban los periódicos que Sarkozy y Zapatero habían ido en la misma sillita de la reina a refundar el capitalismo y salvar a la banca. Eran los tiempos de la "Champions League" de la economía española, al borde de la intervención, y Zapatero no tenía tiempo de salvar populismos en crisis.
Un exministro socialista que había declarado en su día que "la mejor política industrial es la que no existe", declaraba que debe ser el estado el que creara riqueza.
El exvicepresidente del gobierno del tal exministro, se había convertido en banquero y aseguraba que la culpa de la crisis bancaria era de los bajos tipos de interés (la forma fina de decir que la culpa era de los pobres que compraban casas). Afirmaba, también, que llegaban los tiempos de Keynes.
El exvicepresidente fue procesado y su banco sumergido en una intervención bancaria europea tras la vigilancia del denominado, entonces, mejor regulador del mundo que renuncio a su apellido para llamarse MAFO, cosa muy glamurosa.
Los editorialistas del periódico del progresismo global habían decidido, así de un día para otro, el final de la hegemonía americana; el triunfo de las ideas de la izquierda y el liderazgo mundial de los países pobres.
Un catedrático que se decía marxista y afirmaba en sus clases que Federico era un fascista conseguía una condena para otro catedrático que defendía al poeta. El presidente del Congreso, socialista, trataba de homenajear a la monja Maravillas, canonizada por su apoyo al golpismo franquista, que aconsejaba a las mujeres dejarse dominar.
En fin, como observarán que lo del progresismo realmente existente, apuntarse a lo que haga falta y no acertar ni una, viene de lejos. Todo esto ocurría, naturalmente, gracias a la convergencia planetaria de Zapatero y Obama, que luego hablamos de cohetes y la señora vicepresidenta como si fuera la primera vez que lo cósmico se nos aparece.
O sea, que como entonces me temía no hubo asamblea de banqueros y currantes y el mundo fue girando un poquito a peor.
Hacer crónica en aquellos días era, en realidad, tan difícil como ahora, porque el relato castigaba al personal, mientras predicaba corrección política.
La Asociación de Editores de Diarios Españoles pedía ayudas al gobierno, como si entonces hubiera pandemia, ya que la crisis, vía reducción de publicidad, parecía afectarles.
Si entendí bien a esos empresarios, voceros de la responsabilidad social, una prevista reducción del 20% de la publicidad ya había aconsejado la pérdida de un millar de empleos procedentes del Grupo Zeta y Localia. Mientras, Prisa vendía activos, el País preparaba prejubilaciones, y se hablaba de 200 despidos en Unidad Editorial (Mundo, Marca, Expansión). Si quieren recordar cuando empezó todo piensen en aquellas fechas.
"El periodismo es un arte que funciona como un negocio". Se escribió en aquellos días en una frase brillante pero cínica.
Hacía tiempo que era un negocio bastante artero. Tantas reflexiones sobre el final del periodista (a manos, por este orden: de internet, del periodismo social y de los "blogueros") y resulta que la crisis era del negocio.
Ese negocio, era de los editores de diarios, que no tuvieron, ni entonces ni ahora, empacho en vivir del exceso de crédito y los bajos tipos de interés; de la exuberancia de los mercados y de llenar páginas y cuadernos enteros de boletines inmobiliarios.
Vivieron de la burbuja– naturalmente, faltaría más, era una demanda del periodismo de calidad- y se salvaron, no todos, empeorando las condiciones laborales de los y las periodistas.
Si un blog dura quince años, créanme, es porque la credibilidad de los políticos y los periódicos era, ya entonces, parecida a la de ahora.
Quince
años tiene mi blog, "quince años bailando este rock".