Que no vengan, son unos flojos

28.07.2020

La ola viene, contagio a contagio, de fiesta en fiesta. Dice el presidente de Aragón que cerrado; el de Murcia que lo ve crudo; la de Madrid que va a hacer un corralito; Quim Torra...Quim Torra dice, naturalmente, que quiere la independencia.

Cuando éramos la mejor sanidad del mundo, se nos murió más gente que en ninguna parte. Ahora que hemos hecho la mejor desescalada del mundo, tenemos el más desordenado de los brotes.

Es lo que hay, algo habremos hecho mal, pero no será el Gobierno, que quede claro. Que ustedes me ponen de fascista en un pispás.

Intentamos cargarles la culpa a los temporeros, pero no coló; podemos echársela a los fiesteros y a los irresponsables, claro que si alguien creía que en una discoteca se iban a mantener la distancia y normas es que no ha ido a una discoteca en su vida.

Pero no se preocupen, que todo va bien. Europa hará que corran ríos de leche y miel y la salud es cosa de los lehendakaris de todo tipo y la ministra de Asuntos Exteriores negocia con acierto dónde haga falta, como se sabe.

Los británicos solo vienen a emborracharse y a saltar de los balcones. Francia solo quiere que los impuestos de la gasolina y el tabaco se queden en Francia. Los italianos no vienen a Formentera porque están malitos. Los belgas, ya se sabe, nos odian y son de Puigdemont. Los alemanes...bueno, esos son muy cuadriculados.

Lo ha dicho Simón, el sabio, que no vengan, que nos hacen un favor. Créanme, no es un lapsus, forma parte de la misma estrategia de manejar la comunicación en la que se trabaja desde La Moncloa desde el principio.

A los números que no cuadran, a las medidas poco coherentes, se suma, ahora, una sensación de desorden que incide en la misma cuestión que nos colocó a los pies de los del norte de Europa: un problema muy serio de reputación internacional.

No hay gestión de marca España y la ministra de Exteriores camina de fiasco en fiasco.

Tres días después de que la ministra de Exteriores se reuniera con el alcalde del paraíso fiscal ese que tenemos al sur de La Línea, y en justa reciprocidad diplomática, los británicos decidían asestar un golpe mortal al turismo español. La ministra afirmó negociar lo que nunca negoció.

Va a Turquía y se deja desautorizar sobre el asunto de Santa Sofía, por la que no se le había pedido opinión, por un ministro turco. 

Un verso suelto, huele a cese en la necesaria crisis de Gobierno, que opera en contra de la imagen de España que carece de agarradero internacional alguno, en momentos de necesaria diplomacia e influencia europea.

No solo hace falta una estrategia para la pandemia, para la economía, necesitamos una estrategia de reputación. Ni siquiera las relaciones de partido son útiles: cabe recordar que entre los frugales que nos tocaron las narices en la última cumbre había más de un socialdemócrata.

El turismo y los sectores conexos paran, muchos negocios cierran definitivamente. Las cifras del paro son terribles y anuncian un otoño pasmoso. Parados, más inactivos, más ERTE, más autónomos desaparecidos...llegaremos al otoño con una población activa en paro insostenible.

Ya les he contado aquí aquel verso que Pessoa escribió en el "Gran Constipado": "quiero verdad y aspirinas". La aspirina va tardando, no llegará antes que la gripe de siempre. Y de verdad seguimos escasos.

El maná europeo dijo Sánchez en la tele (Piqueras) que era el 60% del PIB; en realidad no pasará del quince. No hay manera de cuadrar unos presupuestos y el Gobernador del Banco de España dice que falta dinero.

El programa de Gobierno ha saltado por los aires, pero se insiste en que todo se hará. Las reformas que se nos piden no se harán, faltaría más, porque no están en el programa. Todo lo que los ministros quieren regular, Calviño se lo va cargando. Y así.

A la izquierda cuando apuesta por el desbarajuste no hay quien la pare. España también necesita una estrategia de izquierda

Mientras tanto, el turismo cierra debido a "una decisión desajustada", dice Sánchez, mientras a Simón, el sabio, le parece fetén. Mucho mejor que se queden manifestándose en su casa que pasarse por las playitas españolas, donde va a parar. El problema es que los malos no son solo los británicos: se suman casi todos.

Pero que no vengan; son unos flojos, ha nacido el nacionalismo de pandemia. Lo dijo Simón; punto redondo.

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