Por qué ocuparse de la verdad, teniendo licencia artística

27.11.2023

Dice Ridley Scott que él no hace documentales sino películas. Los que hemos visto Napoleón hemos vuelto a preguntarnos lo que llevamos años preguntándonos: si el arte tiene alguna obligación con la verdad.

Hay una escena en una serie que muestra cómo Donald Trump fue engañado para salir de la Casa Blanca y Joe Biden manipuló las urnas de Georgia. En una de las escenas se dice que fue Mike Pence quien alentó la marcha hacia el Capitolio para desacreditar a Trump. Luego, el Papa le dice a Trump que ganó realmente las elecciones. Qué más da: es licencia artística que, por otra parte, la mitad del personal se creará.

Además, desde que se estrenó la serie, la mitad de los estadounidenses cree que los acontecimientos que describe realmente sucedieron. Y han ganado millones. Estupendo

El personal que ha escrito y filmado The Crown, la serie sobre la corona inglesa, han hecho algo parecido y su resultado es realmente conmovedor.

Está basada en hechos reales, naturalmente. Sólo se convierten en ficción pequeños fragmentos para añadir algo de color artístico, faltaría más.

Decir mentiras deliberadamente sobre los vivos o los fallecidos (ya sea que hayan muerto recientemente o hace siglos) es sencillamente incorrecto, una trampa. Es peor que incorrecto: es cruel y una ofensa a la historia y potencialmente a la democracia.

Quienes defienden esta práctica argumentan que The Crown, Napoleón y Oppenheimer son pura diversión limpia, fiel a la vida real, basada en hechos reales, muy popular y, de todos modos, están bien porque los realizadores tienen, faltaría más, licencia artística.

Napoleón contiene claramente algún disparate diseñado por su director, Ridley Scott, que pretende retratar al emperador como una especie de Hitler. Pero solo Hitler es Hitler. Igual que los que gritan "fascista", acban ocultando lo que de cierto era el fascismo.

Napoleón murió hace mucho tiempo y su vida ha sido registrada y evaluada minuciosamente. No es fácil encontrar inexactitudes que casi todos conocemos.

En cuanto a la película biográfica de J. Robert Oppenheimer, "el padre de la bomba atómica", ¿es cierta la historia que cuenta? Creerlo era vital para disfrutar la película, pero nadie se molestó en decirnos si lo era ni en analizar los detalles.

Detectar falsedades en The Crown se ha convertido en un deporte nacional en Inglaterra. Los historiadores han señalado muchas de ellas; todas son gratuitas y sin sentido.

Las historias inventadas sobre el Príncipe Felipe, los Kennedy, Macmillan, la Reina, el Príncipe Carlos y lo que Diana dijo sobre su padre parecen casualmente despectivas. Claro que, en tiempos de la posverdad, lo verosímil es tan relevante como lo cierto.

Si las películas hubieran contado la verdad sobre esta extraña familia, habría sido igual de dramático. Si no tiene la intención de decir la verdad, ¿por qué hacer tantos gastos para que los actores y los decorados sean tan "precisos"?

El efecto del diseño, de los secundarios, de las batallas espectaculares o las aristocráticas escenas es que se pretende convencer al espectador de que la narrativa, el relato, también es precisa.

Cuando el arte está tan falto de inspiración, cuando no hay apenas historias, que tiene que robarle a la historia, al menos debería respetar la única esencia de la historia, que es la verdad

Estos son tiempos difíciles para cualquiera que quiera mantener la verdad en el centro del debate público. 

Si Trump fuera elegido el próximo año, será en gran parte debido a las falsedades de Fox News y las mentiras que se difunden en plataformas de redes sociales como Facebook y X, antes Twitter.

Falsificar acontecimientos, un relato alternativo que justifique una amnistía, una ocupación de Ucrania o convertir Gaza en un aparcamiento, inflama las emociones, refuerza las hostilidades y alimenta los agravios. En un momento así, no hay lugar para el "arte" que arrogantemente reclama el derecho a ignorar la verdad.

Dentro de unos años, alguien hará una serie sobre nuestro gobierno, igual que ya la hay sobre Pedro Sánchez. Dentro de unos años, no cabe duda, se convertirá en verdad lo que hoy es simple trampa política.

A los que conocen la vida de Napoleón no haría falta decirles nada. A los que no, no les agotaré con historias: sepan que Josefina no era ni alta ni rubia. La licencia artística da para molestar a Pam, todas las demás inexactitudes de Napoleón son menos graciosas.

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