Plataformas o principios: el caso de Neil Young
"Esta canción no está disponible". Les confieso que no soy muy de Neil Young. De hecho, en una de mis listas setenteras solo había una de sus canciones: "On the Beach". Nada, ni una última escucha, cabrearse el autor con la afamada Spotify y adiós muy buenas.
Dicho sea de paso, Young le había vendido los derechos a otros. O sea, que mucho coste no tiene para el señor. No es el tipo muy de Spotify, como casi nadie de los que hay en la plataforma de "streaming" musical: para ganar tres mil euros, hay que escuchar un millón de veces las canciones: un negocio bien montado, aprovechando nuestros gustos por el telefonito.
Como imagino sabrán, Young se ha enfadado porque el podcast más oído de la plataforma no solo es de un negacionista sino que el caballero difunde noticias falsas sobre el virus, como ya los jefes de la OMS han advertido a la plataforma.
Pero los dueños de Spotify, funcionan como Facebook: si ustedes pagan y son, en su mayoría blanquitos, da lo mismo que defiendan contenidos racistas que negacionismos varios.
A Neil Young no le sale caro tener principios. Esto que quede claro, Pero el muchacho es de fácil cabreo desde que era joven. Él es famoso entre los más malhumorados, intransigentes y caprichosos de todas las leyendas del rock.
Los años que produjeron su obra más famosa también fueron también testigos de que Young saboteara deliberadamente sus propias perspectivas comerciales para seguir a su musa (o, como él lo expresó memorablemente, "dirigirse a la zanja").
Eran conocidas sus prácticas de abandonar repentinamente las giras a mitad de camino al ordenar a su autobús turístico que saliera de la autopista en camino al próximo espectáculo; caprichosamente, declinaba lanzar una sucesión de álbumes completos; e incurría en la ira de su discográfica, que terminó demandándolo por ser impredecible: perdió la discográfica.
Sus problemas con Spotify no son de ahora. Anteriormente eliminó su música de la plataforma de transmisión hace siete años (luego regresó).
No es el primer artista en tener problemas con la compañía de transmisión de música más grande del mundo. Taylor Swift la boicoteó en 2014 o Adele mantuvo fuera su álbum una temporada.
Pero el desacuerdo de Young parece distinto: no se trata de dinero o arte, sino de política, o al menos de tener ciertos principios. Swift y Adele son grandes artistas del "streaming": tienen 10 veces las escuchas mensuales de Young en el sitio.
Puede que sea una leyenda del rock, pero, en términos de transmisión, Young es David para el Goliat de Joe Rogan: el negacionista responsable del conflicto, insisto denunciado por la Organización Mundial de la Salud.
El podcast de Rogan es el más grande en Spotify, que pagó más de 100 millones por sus derechos exclusivos.
Young ha sugerido que otros podrían seguir su liderazgo de principios: "Espero sinceramente que otros artistas abandonen la plataforma de Spotify", escribió. Hasta ahora, no lo han hecho.
Así como Bob Dylan no tenía nada que decir sobre Barclays o los combustibles fósiles, raxones por las que Young abandonó sendos conciertos, los mensajes de apoyo de alto perfil han sido escasos y nadie más ha sacado su música en apoyo.
Quizás eso refleje el estado financiero relativamente privilegiado de Young con respecto a Spotify. El año pasado, vendió el 50 % de sus derechos de publicación al fondo de inversión Hipgnosis, lo que le reportó 150 millones de dólares: ese es un colchón muy importante contra la pérdida de derechos de Spotify, donde se estima que un artista gana entre 3000 y 3500 dólares por millón de reproducciones.
Además, Young no es el tipo de artista que necesita Spotify. Dada la edad de su base de seguidores principal, es difícil no sospechar que gana mucho más dinero con las giras y con el producto físico, en particular el exceso de grabaciones de archivo que ha lanzado en los últimos años (cinco álbumes en vivo y una caja de 10 CD en solo dos años).
La suya es una posición diferente a la de un artista más joven, con una audiencia más joven, para quien la transmisión es el medio principal por el cual los seguidores acceden a su música. Dependen de complacer a Spotify: ingresar a las listas de reproducción para promocionar su música y hacer crecer su base de fans de la misma manera que los artistas alguna vez dependieron de la radio.
Lo que Young ha puesto encima de la mesa es el principio de responsabilidad de las redes y plataformas. Unos principios que los medios y las radios de antaño parecían respetar, pero que las actuales plataformas, simplemente, han ocultado bajo el manto del dinero y el dividendo,
La pregunta es si son solo malhumorados como Young o nosotros y nosotras, los usuarios, quienes deberíamos exigir algunos cambios en las plataformas.