Notre Dame, Victor Hugo y nuestro circo

10.12.2024

Así, si no se lo dicen a nadie, les confesaré que discrepo de las críticas al ministro Urtasun que le reprochan irse de circo, mientras medio mundo estaba en Notre Dame. ¿Por qué? Porque le pega más lo de irse de payaso del circo que compartir la recuperación de un símbolo no solo de la cultura francesa, sino de la europea.

Tampoco ha ido a Guadalajara (México) a la más importante feria literaria del mundo, tras Frankfurt: España era el país invitado. Pero allí dejó ir a la vicepresidenta, que es amiga de la nueva presidenta de la república centroamericana.

En todo caso, tampoco es que haya que sorprenderse. Salvo la antitauromaquia y el vaciado de los museos (con escaso éxito) no se le conoce otra aportación cultural. De hecho, le hicieron ministro para que conspirara para organizar Sumar y defender el fallido liderazgo de la blanca paloma, fracasada en su intento de ser califa en lugar del califa.

Habría que esperar, eso sí, que un ministro de cultura supiera que, como dijo Blas de Otero, "para sentirse vivo y mortal," hay que saber de la utilidad de los poetas. Es por ignorar eso que el ministro no ha ido a Notre Dame: hubiera sabido que Victor Hugo, patrimonio de la cultura europea y del progresismo – Los Miserables se situan en la revolución de 1932-  salvó Notre Dame.

Víctor Hugo fue salvador del patrimonio gótico de París y específicamente de Notre Dame Sus once novelas convirtieron a la iglesia, cuya primera piedra puso Carlomagno – un europeísta, es de entender que eso no vaya con Urtasun- en símbolo de la cultura europea, junto a Quasimodo, Esmeralda o el malvado Frollo. Por cierto, su Corte de los Milagros, se parece mucho al Patio de Monipodio cervantino y junto al Hamlet, los tres, constituyen una de las triadas más notables  de la cultura europea.

Notre Dame no es la iglesia más hermosa de Francia. Su gótico de Chartres a Bourges o de Amiens a Estrasburgo son más notables. De hecho, era tan desconocida que los parisinos de la revolución cortaron las cabezas de los reyes de Israel del pórtico, creyendo que eran reyes franceses. Las que ustedes ven cuando van son copias. Las originales, una vez encontradas, se custodian como oro en paño.

Son los pueblos quienes convierten a sus ciudades y plazas en símbolos. Todas las ciudades amanecen de modo parecido; juntan al moderno hormigón o cristal( esos lugares "raros" que se convierten en referencias culturales y turísticas que dan personalidad a las urbes. Ver arder o ver recuperarse a Notre Dame es como ver arder La Plaza Mayor de Madrid, La plaza de España Sevillana o el gótico de Barcelona. Ignorar su resurrección es olvidar el patrimonio europeo.

Las ciudades no pertenecen a la "República de la línea recta", solo a su gente y a sus pueblos.

Hay dos corrientes culturales que siempre tuvieron peso en España: la línea imbécil, que desprecia cualquier arte o símbolo como burgués, o la línea anarquista anticatólica, más amante de poner bombas en las catedrales, Seos y demás. Mejor volarlas que disfrutar de una planta herreriana, por un poner: la última bomba en El Pilar de Zaragoza, tontadica que le costó unos cuantos votos a la izquierda. No sé porqué me temo que Urtasun practica las dos.

En este caso, es probable que se sumara un tercer elemento: el desprecio a Macron, que no es el mejor amigo de Sánchez, como se sabe.

Todo se lio cuando Trump, que es de todo menos tonto, anunció que se presentaría al evento. Y entonces, ya era demasiado tarde. Urtasun seguía pasando del asunto, el ministro de Exteriores ni sabe ni se entera y a la Casa Real, con agenda cerrada, nadie le dijo que había que ir – responsabilidad del Gobierno, por cierto-. Es que ustedes deben entenderlo: los Falcon tienen que volar a Dominicana, no sabemos por qué, antes que a París.

Será divertido ver la cara del ministro cuando Macron se manifieste con los agricultores españoles (Mercosur, otro día se lo cuento) o se reúna con los socialistas franceses para gobernar y aislar a la extrema derecha. Es lo que tiene Europa, que te deja en dos días con el trasero al aire. Hasta las gárgolas de Notre Dame se moverán de risa.

Los parisinos aman mucho a la gárgola que llaman "el Pensador" (lejos tal funesta manía de Urtasun) y algunas otras forman parte de la literatura y la filmografía europea e internacional (hasta la Vampirina, que he visto con alguno de mis nietos). Pero eso no puede movilizar al ministro de cultura: que se apañen los franceses con su historia, que siendo europea, no es la nuestra, como bien se sabe.

Casibtodos los ateos y de izquierda que hemod ido a Paris hemos pasado por Notre Dame, antes de cruzar el rio para ver el sitio donde Simone de Beauvoir veía como su marido (Sartre) acosaba a sus jóvenes alumnas – izquierda caviar, ya se sabe-.o escuchar jazz en la Cave de la calle Huchette (Napoleón vivió allí). Pero eso tampoco interesaba al ministro ni a nadie en el Gobierno.

No crean, el resbalón de Urtasun nos viene bien. Ya lo dijo Chesterton: "Londres es una adivinanza, París una explicación".

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