No siendo importante la verdad, tampoco lo será el vino

27.04.2022

No sé lo que toma la ministra Darias, que propuestas tiene varias, pero en su última estrategia cardiovascular ha añadido recomendar que en el menú de bares y restaurantes desaparezca el vino y la cerveza. Sin vino y sin carne, según otro ministro, pasaremos en futuro cercano a ser veganos abstinentes.

No; dicen en Sanidad; no pensamos en prohibir, solo en establecer pautas. Dicho sea, entonces, prepárense para lo peor: hace tiempo que me lo venía temiendo y aquí lo escribí: la taberna pasará a ser una casita de té. Como también les dije aquí que cambiará nuestra alimentación. Mas les valdría hacerme caso

Es malo el vino. "In vino, veritas", decían los latinos y la verdad es algo peligroso, como muy bien decía el mago de Harry Potter y como sostiene con frecuencia el Gobierno y, por ello y no por maldad, nos la ocultan con frecuencia.

No; no les recomiendo aquí que emboten su hígado de cirrosis abundante, pero digo yo que un vinito...

Eso sí, es del menú del día donde se recomienda la desaparición de vinos y cerveza. Para que me entiendan: el vino que se recomienda retirar es el de los pobres, que son los que recurren al menú del día, porque los que coman a la carta podrán pedir adecuadas marcas, que esas no hacen daño cardiovascular.

Me pregunto: ¿Si así va la recomendación del vino que nos pasará con los cócteles, vermús y todo lo demás? Eso sí, los alemanes, ingleses, japoneses o chinos pueden y deben beber vino hispano, según el ministro de Agricultura que financia campañas varias, como Darias.

La cosa de la salud es relevante y son muchas las cosas que deberían los responsables públicos recomendarnos. Ahora bien, suprimir la vid de la dieta mediterránea, resulta notablemente paradójico.

A fecha de ahora, cuando esto se escribe, el Consejo Interterritorial de Salud aún no ha aprobado el tema, aunque sí los Comités Institucionales y Científicos.

La alimentación camina hacia rutas tan saludables y ecológicas que la alimentación perderá cualquier dimensión de sabor que, tradicionalmente, hemos asociado a la comida. Queridos Chefs seréis derrotados.

De aperitivo, un puñado de insectos al horno. Como plato principal, huevos veganos fabricados en un laboratorio. De postre, fruta modificada cromosómicamente, desde luego poco mediterránea, para poder ser cultivada con menos agua y así hacer frente a la creciente desertificación.

Y luego mucho laboratorio y producción sintética. Esta producción requiere que todo surja de una célula. Esto quiere decir, ni más ni menos, que la desaparición del sabor. Sabrá lo mismo una costilla que un solomillo; cualquier pieza de un animal sintético. El sabor desaparecerá de nuestra memoria.

El ser humano siempre ha saltado por encima de sus limitaciones, de salud o de producción, mediante tecnologías alimentarias y de producción. La alimentación de los propios animales, el tipo de abono alimentario han constituido, sin duda, mejoras que han ayudado a sobrevivir.

Ahora entramos en otra dimensión: el cambio de nuestra cultura alimentaria, que es, al mismo tiempo, un cambio en la forma de relacionarnos. A estas nuevas dietas les denominan "flexitarianas" y se basan en semillas y vegetales y "entomofagia" (insectos).

Estas estrategias incluirán, no les quepa duda, nuevas estrategias impositivas: al igual que ya tenemos los impuestos para las bebidas azucaradas, el tabaco y los combustibles, se generalizarán los impuestos para orientar los consumos saludables más adecuados. (Los alcoholes ya los pagan).

Les anuncio, pues, la carne in vitro, el "foie gras" a partir de células de huevo de pato. Sin alimentar al pato y sin matarlo. O sea, les anuncio el fin de la oca que, desde el imperio romano, adornó nuestras granjas; el final del buey, el ocaso del torrezno, ni siquiera podremos hacer barbacoa con la leña de vid, pues no habrá carne que guisar ni será necesario cultivarla.

La carne de laboratorio no solo rompe el vínculo milenario entre la comida humana y la matanza, sino que también separa radicalmente la carne del animal en sí. Ya no nos tragaremos el muslo de un pollo singular criado en un afamado corral, sino material celular, reproducido indefinidamente en un tubo de ensayo. La denominación de origen ya no pertenecerá a una comarca sino a un laboratorio.

En este punto, debo recordar a un brillante arbitrista aragonés, Miguel de la Balsa, mi favorito entre todos los arbitristas, cuyo nombre he usado a veces a modo de seudónimo: tras analizar las maltrechas agriculturas oscenses emitió memorándum al rey, proponiéndole que se prohibiera a los tordos franceses cruzar la frontera.

Darias y los observadores de nuestra salud han tenido una idea brillante: tras observar a nuestro maltratado planeta y los virus que nos amenazan, junto a los efectos perversos del consumo de carne y bebidas infames, han decidido meterse a arbitristas y han tenido la idea que cambiará el mundo: el aperitivo de insectos y el vasito de agua. Suena a paleolítico, pero parece el futuro.

También hay que reconocer que, recordando el latino dicho, no siendo importante la verdad, tampoco lo será el vino.

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