“Naturalizar el insulto” o como pasar de la “izquierda caviar” a la “izquierda canibal”

08.07.2020

"Naturalizar". Es la palabra revolucionaria de la semana. El vicepresidente segundo del Gobierno propopone "naturalizar" que "cualquiera que tenga presencia pública o cualquiera que tenga responsabilidades en una empresa de comunicación o en política" está sometido "tanto a la crítica como a los insultos en las redes sociales".

Ser vicepresidente no es sinónimo de manejar bien el castellano, o español, ni está, obviamente, en las obligaciones del cargo, aunque convendría. Claro que un revolucionario no tiene porque someterse a la regla de la lengua, faltaría más.

Ninguna de las acepciones de "naturalizar" que usa el diccionario tiene nada que ver con lo que el Sr. Iglesias quiere decir.

En todo caso, pasemos a "naturalizar" todo: el vicepresidente es un macarra, bastante vulgar, en dos de las tres acepciones del diccionario, que se sepa, para ser riguroso. Periodismo de datos, como el que dice.

"Naturalizar" el insulto no es otra cosa que hacerle un escrache al pensamiento. Una amenaza a quien opina, informa o hace crónica del modo que le apetezca. Los populismos son idénticos en todo el espectro político, si es que tienen lado en el espectro y no son lo mismo: lo que desean es la oportunidad del tuit atemorizante.

Trump, Jhonson, Echenique, Smith, Iglesias..., son la misma cosa: les encantaría que fuera legal disparar al periodista, siguiendo el consejo de Goebbels sobre la cultura.

Hubo un tiempo en que la izquierda era exquisita. Como dijo uno de sus más eximios fundadores, Keynes, y reafirmó todo el grupito de Cambridge, se era de izquierda porque  había que estar "en el lado de la burguesía educada". Claro, así los comunistas quedaban fuera, pues no eran ni burgueses ni educados, como se sabe.

Socialistas y liberales al tiempo, cultos y hasta eruditos, poblaron las filas del socialismo y predicaron el cambio, con escrupuloso respeto a la forma democrática. Cosa que acabaron haciendo los comunistas, desde que Berlinguer explicó que no había que matar un cura todas las mañanas para ser de izquierdas.

Y así íbamos, de crisis final en crisis final, hasta que llegó la que, de verdad, importaba: la que devaluó los activos financieros. Ahí le dimos: los hijos de la pequeña burguesía se volvieron muchachos y muchachas airados, no es la primera vez en la historia, y el cambio se convirtió en un melifluo deseo. El cambio es la guillotina, azotar nalgas, insultar.

Así, abandonados los salones del poder nació la global "izquierda caníbal", los profetas del escrache, el amenazante susurro de la intolerancia. Primero fueron insultados, es natural, los comunistas, inútiles patriotas de banderas rotas; luego los bandidos socialistas de cal, ahora son los periodistas reptiles.

Se equivocan si creen que hemos acabado: cuando no quede nadie, les llegará el turno a los socialistas convertidos en populistas y el final es el final de toda discrepancia. Y su profeta se sienta en el Consejo de Ministros, sin que el jefe haya dicho aún nada. 

Amigos y amigas, si ustedes son de derechas vigilen a los más reaccionarios de los suyos, que alimentan reacciones similares. Si son de izquierdas sepan que, a pesar de lo que se dice, el insulto, la amenaza, lo que destruyen no es otra cosa que la participación política.

Mientras les escribo mi reflexión, un amigo de izquierdas, como el que suscribe, de los de antes, de los que ahora la mitad del tiempo no sabemos si somos de los nuestros, me envía una carta publicada en la revista Harper´s.

Denuncian los autores la intolerancia. ¿Derecha, izquierda caviar? No; Noam Chomsky firma, vaya por dios, el último marxista que quedaba (el Papa de Roma no cuenta, es jesuita).

Les pongo un párrafo dedicado a Iglesias y al vulgar Echenique: "el libre intercambio de información e ideas,...,está cada día volviéndose más estrecho. Aunque esperábamos esto de la derecha radical, lo censurador se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura: la intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver asuntos complejos de política en una certitud moral cegadora". En quién estarían pensando.

O sea que, a pesar de lo que predique la izquierda caníbal, la resistencia no puede ser un dogma. Les propongo que se apunten a ejercer sin miedo las libertades, incluidas la de expresión, sin "naturalizar" insultos, ni nada, como si viviéramos en democracia y eso.

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