La izquierda y sus fantasmas
Creo que ya les he dicho alguna vez que el cronista se pasó de lector militante de El País a observador lejano. Solo cuando escribe alguien de confianza o respeto me acerco a comprar el panfleto.
Las razones son varias e incluyen desde el creciente sectarismo al alineamiento político; desde el maltrato a periodistas de prestigio y carrera, con escasas aunque notables excepciones, al enjuague financiero entre el Santander y el Gobierno, para salvar una empresa que si fuera mediana o pequeña habría ido a la quiebra.
Dicho sea de paso, una vez que el señor Ourgoulian le ha hecho un favor al gobierno en Indra, ahora pretenden quitárselo de encima por un más amigo de La Moncloa, aunque el muchacho se resiste comprando acciones como un descosido.
El jueves fue un día de esas excepciones. Mi respetado Nicolas Sartorius escribía un artículo titulado "los fantasmas de la derecha". La expresión "fantasma" se refiere al inicio del manifiesto comunista, señalando con toda razón, que el comunismo nunca ha existido como "estado de la sociedad". Cosa que comparto con él, quizá por eso nos echaron, en compañía de otros,⁸ del PCE.
Comparto bastantes cosas de las que escribe Nicolás y, en todo caso, estando escritas con serenidad y ausencia de sectarismo y demagogia, como es habitual en Sartorius, merecen ser leídas.
ETA, independentismo, migraciones son temas que la derecha maneja, que son discutibles y deben ser discutidos y, ciertamente, muchas veces parece haber en la derecha diversidad de criterios y algo de simplismo lineal, aunque la inmigración, por ejemplo, parece haber dejado de ser un simple mantra derechista.
No sé exactamente si tienen estos mantras de la derecha una base propagandística y de bulo informativo, solamente. En todo caso, sí tiene razón Sartorius, aquí también se ha dicho, que es en las plataformas digitales donde debe trabajarse el tema de la verdad; añado yo: más que en la regulación de medios.
Al darle la razón a Sartorius no puede dejar de echarse de menos cierta reflexión, aunque sea breve, sobre la izquierda y sus fantasmas. Él, que una vez habló – en el aniversario del proceso 1001- de la "izquierda despistada", podría ayudar a identificar las corrientes de cierto populismo que han ido contagiando a la izquierda.
No es mi intención hoy hablar de Pedro Sánchez y su Señora, pero sí de algunos problemas que arrastra una crisis de izquierda que no parece pequeña y que hace que haya días que no sepamos si somos de los nuestros.
Lo primero que echa en falta la izquierda es su legitimidad para gestionar el estado del bienestar, un desiderátum convertido en fantasma. El estado del bienestar no era una ristra de subsidios, sino un acuerdo entre clase media y clase obrera para repartir impuestos y esfuerzos.
La crisis financiera de hace casi una década, pilló al socialismo realmente existente, al comunismo ya lo había arrastrado la riada del muro, anclado en las políticas de austeridad y atrapado en las políticas liberales.
Que los partidos socialistas desaparecieran u obtuvieran los peores resultados históricos, donde todavía anidan, incluido Zapatero el ubicuo, que había ganado la "Champions League" de la economía, minutos antes de estar a punto de ser intervenido, es lo que ha producido, además del envejecimiento y abandono de sus bases por las nuevas generaciones, su contagio populista.
Por no hablar de España, podemos hablar de Alemania, donde la izquierda postcomunista trufa su discurso igualitario con proclamas antimigratorias de extrema dereca o donde la socialdemocracia queda atrapada entre el liberalismo fiscal, la parálisis económica o el rechazo migratorio que se reprocha a la derecha.
En Francia, cada vez que un socialista habla, los huesos de Mitterrand se remueven en su tumba. Nadie recuerda a Craxi en Italia, mientras los laboristas se sumen en prácticas derechosas de forma crecientemente sospechosas.
El otro mantra de la izquierda sometido a sospecha es el de la igualdad. La izquierda fue jacobina por razones de igualdad. Las clases populares de Francia y su burguesía urbana e industrial, eligieron el centralismo como garantía de sus derechos frente a los Girondinos que pertenecían, en su mayoría, a la burguesía provincial de los gran dedes puertos costeros.
A medida que la izquierda crecía y se extendía y, sobre todo, pasaba el tiempo hasta llegar el siglo XX, iba haciendo suyo un jacobinismo igualitario representado por la mayoritaria corriente de la socialdemocracia, vinculada al desarrollo del estado del bienestar.
Este es el momento en que, contagiada de toda clase de populismos radicales y necesitada de los votos de los hijos de los viejos mercaderes, la izquierda ha buscado nuevos votantes y minorías en identidades territoriales. El igualitarismo jacobino, que aún sostenía un modelo autonómico con el constituyente, dejó paso enseguida a la llamada administración multinivel.
La evolución de la descentralización política en España nos ha dejado, desde el punto de vista de la distribución del gasto público y del poder territorial un estado muy "federalizado", en niveles similares a los estados federales que existen (pilares fundamentales del estado del bienestar - educación o salud- son gestionados y no necesariamente mal por las Comunidades Autónomas). Cierto, sin disponer de instituciones jurídicas federales, como dirá cualquier experto en la materia. Lo del idependentismo, no tiene nada que ver son esto. No es federalismo, es simple clientelismo electaralero.
El tercer gran mantra de la izquierda es el de la superioridad moral. Lo que conduce a un desprecio ético a quien no es de la izquierda de verdad verdadera o del socialismo realmente existente. En la reciente política llamada de "regeneración", palabra por cierto que inventaron Pedro J. Ramirez, Anguita y Aznar en un balcón, hay mucho de ello.
Que todo el mundo sea culpable del fango, excepto unos pocos, conduce a un peligroso concepto de propiedad de la verdad.
Lo que vengo a decir es que la izquierda tiene sus propios fantasmas que maneja con escasa renovación y menor autocrítica. Esa es, además del "fantasma que recorre Europa" (que tanto gusta a la extrema derecha) el otro argumento de la polarización.
La reforma de la política requiere un cierto paso al moderantismo formal de la política, a recuperar reglas hoy perdidas, a la recuperación de las ideas y la verdad antes que el maquiavelismo, tan ponderado recientemente por el jefe de gabinete en La Moncloa y a programas que incluyan cierta atención a la clase media y sus vástagos, bastante castigados desde la crisis financiera y alejados de la especie de renta universal que suponen las economías subsidiadas
Tenemos
un problema. Atribuírselo solo a los fantasmas de la derecha es insuficiente.
Pero esto nunca se lo dira El País de estos tiempos.