La guerra judicial no ha terminado

Tanto tiempo y nos regalan un pacto a la antigua. Cada uno propone diez candidatos, altamente ideologizados, pero de reconocida trayectoria, sin Sumar ni nacionalistas, con uno próximo a Podemos, pero no con Rosell ni De Prada, y según dicen los conocedores del patio, con cierta capacidad de conversación transversal. El PP se apunta un magistrado del Constitucional para contrarrestar a Pumpido.

Un acuerdo como los de antes, absolutamente bipartidista, que ha irritado a los socios del Gobierno y que refuerzan las tentaciones de elecciones anticipadas si falla lo de Catalunya.

Visto lo visto, la amenaza chantaje de Pedro Sánchez, la pasada semana, al PP no la entiende nadie y parece responder más a la táctica de tener en tensión a la peña antes que a necesidades políticas.

Los jueces propondrán su propio cambio de reglas de gobierno, aunque no faltarán resistencias en el Parlamento. O sea, PP y PSOE parecen empatar en posibilidades igual que, prácticamente, en Gobierno judicial.

Dejar las cosas así no explica porque han pasado cinco años para firmar, salvo la existencia de un perverso ciclo electoral. Como no parece explicable que las dos fuerzas mayoritarias hayan necesitado un mediador para parir un poco más de lo mismo.

Que tengamos Consejo General del Poder Judicial garantizará nombramientos al parecer rápidos en el Supremo, pero no concluye la guerra Judical.

El propio Feijóo parece haber tranquilizado a los suyos dedicando una sesión de control al Gobierno bastante dura al respecto: la dimisión del Fiscal General, la invasión por el Constitucional de las funciones del Supremo y los procesos que se vienen en materia de corrupción y amnistía ofrecen un notable campo de batalla que nos hará olvidar, enseguida, que teníamos un problema judicial.

El PSOE camina en la misma línea. A pesar de haber dejado atrás algunas líneas rojas, sobre todo la de que el Consejo debiera ser paralelo al Congreso o sus reticencias a la elección de los jueces, mantendrá la tensión en el Constitucional, en la Fiscalía y en la persecución de todo lo que se oponga a amnistía o a la investigación a Begoña. Las perlas de Pedro no se tocan.

Las heridas en el poder judicial son profundas; la irritación de muchos jueces con el Gobierno y con decisiones de la fiscalía y de esta con los jueces, como del Gobierno con los asuntos de "honor" ofrecen un notable campo de batalla que es dudoso que los contendientes políticos vayan a abandonar.

Más aún si tenemos en cuenta que los extremos, unos aliados del Gobierno -singularmente los nacionalistas- y otros aliados a veces sí, a veces no, del PP, o sea VOX, no dejarán de alentar desde el "lawfare"  a la presión a la derechita cobarde.

En fin, al parecer, Sánchez ha roto por un día el cordón sanitario al PP y se ha dado un paseo de una mañana por la "fachosfera".

Feijóo ha dejado a una parte de sus huestes despistadas porque habían apostado a que no, que todo lo que fuera acuerdo significaba que Sänchez les engañaría de nuevo.

El cronista tiene la impresión, más allá del final del ciclo electoral y la debilidad de Pedro Sánchez en estos momentos, que el próximo cambio de Comisión Europea, donde los amigos fundamentales de Sánchez, con la excepción de von der Leyen, no estarán ha tenido algo que ver.

Cuenta también, probablemente, cierto comodín a cambio de la justicia en forma de algunos favores europeos de última hora al Gobierno, especialmente económicos e intentos de quitar a los jueces españoles de en medio, en materia del asunto Begoña y malversación. Cosas que han podido llevar a Sánchez a ceder un poquito.

En fin, tenemos agenda judicial suficiente para que PP y PSOE mantengan un elevado nivel de tensión, aunque nunca es tarde si la dicha es buena y tengamos un CGPJ altamente político e ideologizado que ha prometido hacerse el harakiri, usted que lo vea . Y, por otra parte, parecemos encontrarnos en un debate bipartidista, lo que cambia el panorama ciertamente