La banquera aprieta, pero no ahoga, por ahora, o quizá sí

27.07.2022

Madame Lagarde, ¡ah cómo echamos de menos a "supermario"!, ha decidido y no le falta criterio, subir los tipos de interés. Es lo que dicen los manuales ante episodios de inflación. Bien es cierto que esta no es una inflación de exceso de demanda o calentamiento económico, por lo que habría alguna duda, leyendo los manuales.

Pero sí es cierta una cosa irrebatible: uno de los evidentes síntomas de la pobreza producida por la inflación es la devaluación de la moneda. 

El euro se ha devaluado respecto al dólar un 15% en el último año. Teniendo en cuenta que el shock inflacionario es de oferta y que los productos ofertados más caros, los energéticos, se cotizan en los mercados en dólares, debemos entender que un 15% de la subida de precios se debe a la devaluación del euro.

La subida de tipos de interés persigue subir el valor de la moneda, aunque tiene, evidentemente, efectos en los tipos de interés que pagaremos los usuarios bancarios. En apenas un año hemos pasado de un momento en que el dinero no valía nada a un valor en el que las entidades van a recuperar márgenes de explotación a costa del usuario.

El Banco Central, eso sí, establece un criterio para evitar lo que se denomina fragmentación del mercado de deuda soberana. O sea, que el aumento de tipos de interés no provoque el retorno de la amenaza de la llamada prima de riesgo y encarezca el endeudamiento público, especialmente en el sur de Europa.

La excepción ibérica, italiana o griega, vuelve de nuevo. Cierto es que el mecanismo, así entre ustedes y yo, no es muy tranquilizador. Para que me entiendan, el llamado mecanismo antifragmentación (siglas en inglés TPI) supone el cumplimiento del marco fiscal de La Unión Europea, la ausencia de desequilibrios macroeconómicos, la sostenibilidad fiscal y políticas macroeconómicas sólidas.

O sea, y en concreto: a partir del 1 de enero de 2024 si España no tiene un déficit por debajo del 3%, el BCE no intervendrá en el tema de la prima de riesgo y nos quedaremos solos ante los mercados.

Esta es la razón política que se encuentra tras el impuesto sobre los beneficios de las entidades financieras y el populismo fiscal que nos invade. No se trata de la reforma fiscal que España necesitaba (empezando por la imposición verde y continuando por la equidad fiscal o la eficacia recaudatoria) sino de tapar agujero, tras agujero

La excepción ibérica parece extenderse. Somos tan europeístas que todo nos resulta poco. A la cosa del precio de la energía, a la financiación de la deuda pública con los vencimientos futuros como ayuda del Banco Central, a la desfragmentación, ahora se une que no queremos limitar nuestro consumo de gas porque, dice la ministra de la cosa que los alemanes han vivido por encima de sus posibilidades energéticas.

Nada como ser solidario con los que están dispuestos a poner, mediante endeudamiento colectivo, un fascal de deuda europea en España. Una década después aún no hemos dicho oficialmente gracias a nuestros colegas europeos.

Lo que la ministra ha dicho es, en el fondo, muy solidario: podemos venderles a los europeos el gas que seguimos comprándole a los rusos. Porque sí, créanme: tras romper con los argelinos, a causa de la bronca marroquí, hemos sustituido su gas por gas americano y ruso.

El 15 de Julio, el gas ruso comprado por España, en barcos metaneros, supone casi un 10% del gas importado por España. Los datos consolidados por países en el primer semestre son: Estados Unidos, 34%, Argelia, 24%, Nigeria, 14%, Rusia, 10%.

El porcentaje ruso es fácilmente sustituible. Así que si se los pasamos a precio módico a los europeos quedaremos de cine. Cosa que a los nórdicos, especialmente a los alemanes, no parece gustarles especialmente.

Nos hemos puesto chulitos: según la ministra, hemos cumplido notablemente nuestros deberes de dependencia energética - importar gas o nuclear francesa es fetén de la muerte, al parecer- .

Convendría, siendo como somos, un país fundamentalmente asistido y financieramente sostenido con la pasta de otros, tener, al menos, cierta modestia argumental.

La banquera central aprieta, pero no ahoga, por ahora. O quizá sí. Los alemanes aún no han dicho nada, pero todo parece que la fama del sur europeo no anda muy allá.

Lo que se dice por ahí arriba, empezando por la Comisión, es que la necesidad que tiene la Unión Europea de mantener estables los países del Sur o la necesidad de Sánchez de buscarse una plaza europea a un año vista debería ser tomada con cautela por las países receptores.

La radicalidad de la izquierda francesa; los enredos de la izquierda italiana para cargarse a Draghi; los enfados de las ministras españolas tienen un poco mosqueada a la Comisión Europea.

España debería ser cuidadosa consigo misma. Mientras estos temas se sustanciaban, la ministra de economía reducía las previsiones de crecimiento económico y aumentaba el gasto previsto, lo que implica crecimiento de déficit, lo que puede tener consecuencias para la cosa de los dineros.

Pero lo que es, es: somos fantásticos y los alemanes unos derrochadores que viven por encima de sus posibilidades.

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