Jesús se va con su padre, María se exilia, se queda Pedro

31.03.2024

Dios no siempre tiene ideas excelsas. Por ejemplo, nunca entendí porque llenar de bichos asquerosos el cielo egipcio o poner a Noe a remar en un diluvio. Pero bueno, que un hijo se vaya con su padre suele suceder; el exilio de María donde los turcos y en una casucha destartalada igual no es el mejor acuerdo de separación. Juan defensor de María no estuvo fino ahí.

Lo de María se arregló mal, todo hay que decirlo. Bien, es cierto que todos los palestinos y la mitad de los judíos se irían si podían de allí, dejando a los ministros del Sanedrín y el resto de la pandilla.

Pero un señor que convierte el agua en vino podía haber puesto una casa un poco más aparente a su madre, que por mucho que fuera virgen lo aguanto 33 años enredando con mercaderes, resucitando, haciendo milagros y todas esas cosas que hacen los dioses, para gozo de buena parte de la humanidad que encuentra alegría, paz y reflexión en el asunto.

Pero, en fin, cosas de Dios. Que, por indicación de su hijo, que ejercía de cazatalentos, nos dejó a Pedro. Pedro se queda, y se queda con el báculo, ese sombrero picudo tan mono, y las llaves de todos los cofres y las agencias.

Seguramente ustedes están pensando en alguien que ha heredado todas las deidades. No sean maledicentes y atiendan a lo importante: es Pascua: días de dulces, monas y huevos de colores, tradición, por cierto, que no se recuperó hasta el siglo XVI. Pero no solo es eso: Pedro está aquí, ha vuelto tras cambiar de opinión tres veces y quedarse con el llavero del cofre y el calabozo.

La Pascua, aunque no lo crean, se parece mucho al socialismo realmente existente: todo es gratis a cambio de la luz que se expande por el firmamento: esa hay que pagarla, con IVA incluido, tras años de oscuridad.

Jesús se quedó cuarenta días antes de irse con su padre. Tenía que arreglar el asunto de su madre, convencer a Magdalena de que mejor que se hiciera un viaje, que su padre no era partidario de que ascendiera con el muchacho y, naturalmente, organizar la vida de Pedro, antes de que tomara decisiones solo, mientras preparaba con los once amigotes que le quedaban una cita para la ascensión a ver al padre y un viaje de todos para contarnos la buena nueva del otro confín.

A nosotros, al parecer, nos tocó Santiago, faltaría más. otro notable ejemplo de merchandaising eclesiástico, sobre la que se creó una notable ruta comercial, artística y de negocio local de la que aún disfrutamos. En esto, Jesús tuvo visión, para que engañarse.

En fin, se acabaron los días de dolor y Pasión y viene la realidad. Es decir, lo irracional, el desdios y, al parecer, Pedro, aquel no, el nuestro, ya vuelve de Doñana para desarreglar lo que quede arreglada.

Ni el otro Pedro nos salvará de la amenaza de la normalidad, la concordia y el cambio de opinión. Puigdemont espera, que tiene una lista muy mona de Pascua que enseñarle a Pedro, en plan mona de Pascua con muchos colorines.

Es que este Pedro, no el que se quedó, ha aprendido la historia del hijo de Dios y ha descubierto que en esos cuarenta días que dedicó arreglar los mentados asuntos, el hijo del Padre se aparecía a mucha gente.

Así que prepárense para que este Pedro sea menos discreto que aquel y se les aparezca, un día tras otro, para alegría del progresismo global y cierto cabreo del Pedro de antes, el que Jesús nos dejó.

No se quejen, les aviso que Pablo, otro que pueden confundir, no solo era fariseo, sino recaudador de impuestos, una doble personalidad que ustedes podrán encontrar en nuestra recuperada normalidad.

En fin, estimadas y estimados lectores, concluye aquí el cronista sus noticias sobre la Semana Santa. Tras confirmar que pasé los días de torrijas y potaje y que cualquier interpretación política que hayan hecho ustedes de mis palabras es solo producto de su imaginación.

La verdad, es la que es: Jesús se va con su padre, María se exilia, se queda Pedro.

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