Instalados en el enfado amplio: es lo que gusta a la izquierda

27.10.2021

Estamos enfadados. De los mismos productores del gobierno leal y el cambio de época llega, ahora, el enfado amplio. Hoy bronca, mañana acuerdo, pasado bronca y así sucesivamente.

El enfado amplio es lo que seduce a la izquierda de verdad verdadera, mientras estudia cómo cargarse a la vicepresidenta por Pablo Iglesias nominada.

El enfado es lo de Yolanda Díaz para parecer más de izquierdas que Ione Belarra.

El enfado es lo de todas las periferias, desde Ada Colau a Monica Oltra, pasando por Teresa García que se quedan fuera de la marea, marea.

El enfado es lo que mueve al socialismo realmente existente que va viendo cómo ni el cambio de gobierno ni el congreso que reinventó la socialdemocracia ni la acumulación de problemas sin resolver frenan la sangría electoral.

Sangría que, por cierto, abierta por la derecha, la muy estimada vicepresidenta de los sindicatos amenaza con abrir por la izquierda. La próxima temporada va de follón en la izquierda. Sí; hoy me pongo de acuerdo, mañana en desacuerdo y así, para quitarnos votos y que gane la derecha. Lo que es, es.

El enfado amplio es la propuesta de la izquierda, como pueden ustedes preguntarle al presidente de Portugal o al camarada Gabilondo el día del "ayusazo".

El enfado es puramente político y electoral. No discutimos sobre el huevo sino sobre el fuero. ¿Quién manda más, bajo el manto de armiño de Pedro Sánchez?

Hay que reconocer que alguna razón tiene en la última bronca Yolanda Díaz: ella es la vicepresidente de la cosa y ser tutelada por otra vicepresidenta no es muy razonable.

También habrá que decir que, a pesar de Calviño, Sánchez ha repetido decenas de veces que lo de la reforma es lo que dice Díaz, aunque él, finísimo de la muerte, del mismo modo que llama "tarificación" al peaje de las carreteras, llama "modernizar" a la derogación de la reforma laboral.

El problema de Díaz y Sánchez es que Calviño es la representante de Bruselas en la tierra, a ver si nos enteramos. Y debemos saber que tenemos a los de Bruselas más que desconcertados, cabreados. Dicen en la Comisión que si estamos, estamos. Y España, a pesar de las ayudas de la Comisión y el BCE, se está convirtiendo en una excepción.

Para que me entiendan: tanta transición ecológica y llenamos de carbón el puerto de Vigo para quemar en una térmica de Endesa, mientras no sabemos si tendremos todo el gas que hace falta. Resulta que lo de rebajar la factura no nos sale; o sea, que si Europa no cambia el sistema, aquí el gobierno que no puede cambiar nada de nad, porque la mitad de la factura son compromisos políticos con el mercado. Lo que hay.

Las pensiones contributivas llegan ya al 12% del PIB, y con las asistenciales tres puntos más. O sea, que no las pagamos ni con el turismo. Y amenazan con un sistema de pensiones asistenciales: los que las pagan (cotizantes) no aceptarán cobrar menos que los y las pensionados y sujetos a ingresos mínimos vitales y esas cosas, agrandando no solo el cabreo social sino la brecha generacional, fuente de notables populismos de todo tipo.

Lo demás va, más o menos, igual. No hay que alarmarse con las ayudas. Europa no quiere "grecias" pululando por el Sur del continente, pero tampoco que amenacen futuros esfuerzos.

En materia de mercado de trabajo arrastramos lastre, desde la época de Felipe González.

Cierto; la reforma del PP no resolvió ningún problema, los agravó. Cierto; la que prepara Yolanda Díaz, de la mano sindical, tampoco los resolverá.

Desempleo juvenil y paro de larga duración de los mayores; temporalidad, especialmente al inicio de la vida laboral, desigualdad de renta, derivada más del tipo de contrato que de nivel salarial. Baja productividad, producto de mala composición sectorial del empleo y  peor adaptación tecnológica.

La reforma del PP no ha resuelto ninguno de esos problemas: simplemente, alteró el equilibrio de las relaciones laborales y aumentó la devaluación salarial (probablemente con el nivel de productividad se hubiera producido igual). Por cierto, los tribunales anularon ya los más lesivos aspectos de la reforma.

La reforma del Gobierno (con la vicepresidenta de los sindicatos a la cabeza) tampoco lo resolverá: solo busca restablecer el devaluado poder de los sindicatos y no establece ni mecanismos adecuados de formación ni mecanismos eficaces de reducción de la temporalidad, por lo tanto, de equilibrio salarial.

En la época del "bono" para todo e ingresos mínimos vitales y mínimos para todo, ni el trabajo, ni el salario importa. Lo que importa es el control de la negociación colectiva.

Ya les digo yo que, en cuanto a los sindicatos y Gobierno se les pase lo de hacer cosas sin la patronal, Garamendi estará de acuerdo con la rojísima reforma. Que sí, que el cronista tiene razón: esto no va de contenidos sino de perspectivas electorales de cada cual.

Los de Podemos se tienen que radicalizar para salvar el espacio de los "payasos tristes" de IU, que decía el tal Monedero, el del "bono venezolano". Díaz debe radicalizarse, mientras alguien le hace un partido, una Fundación o algo, para salvar de todo ego el encabezamiento de su frente amplio. Los del PSOE deben enfadarse para que cuele lo de su política social.

Todo en orden: instalados en el enfado amplio: es lo que gusta a la izquierda de siempre. LA derecha sonríe.

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