Escasez o crecer y repartir, el debate de la izquierda, si le queda tiempo
Estábamos Paco Revuelta y un servidor tomando unas gambas (él en Huelva, yo en Denia) y decidimos, mientras pedíamos el segundo vinito (él manzanilla, yo un vino de la Marina Alta), intercambiar mensajes de wasap sobre la polémica del aire acondicionado en Francia.
Les pido disculpas, no por la gamba y el vinito sino por traer aquí asuntos franceses. Les pondré contexto. Francia no es un país especialmente climatizado: ante la ola de calor de este verano, Marine Le Pen anunció una medida asaz populista: "aire acondicionado para todos".
Inmediatamente, la izquierda y los ambientalistas anunciaron la imposibilidad, dado el asunto de la carbonización. Así, aire para los que lo tienen, los más ricos. Resultado político, el que pueden imaginar: Le Pen 1 – Izquierda francesa 0. Esta no es una anécdota, sino una metáfora de la situación de la izquierda en este momento.
La izquierda, especialmente la europea, salió con una hoja de ruta de la pandemia: la "normalidad" debería centrarse en la lucha climática, la prescripción del buenismo en la norma legal (regular como tiene que vivir la gente, en una palabra), una redistribución basada en una deuda "zombie", para administrar la escasez y, naturalmente, una vida austera, basada en la quietud (ciudad de 15 minutos y todo eso); por supuesto había que explorar "la gloria de estar solo".
La izquierda ha quedado desconcertada por el resultado. El debilitamiento de la globalización, los cambios geoestratégicos, el conflicto bélico, con el consiguiente estancamiento económico y crisis de precios, empezó por acabar con la socialdemocracia y con las izquierdas más radicales (Sanders – USA - , Corbyn – UK -, Pablo Iglesias y demás). Luego los sectores afectados por las regulaciones extremas (Agricultura, transporte) se radicalizaron y la crisis de vivienda, junto a una interpretación radical de la cultura "woke", ha empujado a los más jóvenes a la derecha más extrema.
Ayuso triunfó porque respondió como Eliot Ness (los intocables) cuando le preguntaron qué haría cuando se acabara le ley seca. "Me tomaré una copa", respondió. Ayuso añadió: "pero en una taberna y acompañados". Los de izquierda no pillamos la astucia o, los que la pillamos, estamos en la fachosfera.
Sin embargo, la izquierda persiste. Mi admirado Muñoz Molina, que nos ha dado grandes obras (desde "Beltenebros" e "Invierno en Lisboa" a "El verano de Cervantes", que haciéndole caso he leído este estío) tiene una cara B: la de abajofirmante habitual y prescriptor ético de comportamientos progresistas (o sea, nos dice como tenemos que vivir, supongo que él vive así), poco crítico y autocrítico, por cierto, como prescriptor. En una reciente entrevista ha declarado: "Si hay una salvación posible de este mundo es recuperar la idea de escasez" (¿pobreza?)
Que la sostenibilidad forma parte de la economía es cosa de hace tiempo, en los años setenta lo supimos. Hay que recordar que a los de izquierda nos irritó (1972) la sugerencia de "crecimiento cero" de El Club de Roma que advertía del riesgo de una demografía contaminante e insostenible – era contra la libertad de los pueblos decíamos-.
También los comunistas ortodoxos y parte de la socialdemocracia (yo no, siempre fui sospechoso) criticaron la idea de austeridad (rigor presupuestario y eficiencia) de Berlinguer (1977). Por cierto, los mismos que estaban defendiendo los Pactos de La Moncloa que iban en esa dirección (grande y listo Fuentes Quintana).
Hay un runrún sobre el asunto. Muchas voces de economistas prestigiosos y prestigiados están diciendo: crecer y luego repartir. No repartir escasez (pobreza). Naturalmente han sido condenados a la fachosfera. Bienvenidos, estamos que no cabemos.
Algo, sin embargo, está pasando en la izquierda que analiza el contexto. Ya no me siento solo. Paco Revuelta me advirtió: dos analistas de la Izquierda norteamericana han escrito "Abundancia: Nueva Izquierda y el futuro del progreso (E.Klein, D. Thompsom. New left and the future of progress. Avid Reader. 2025). Será pronto publicado en España, no se lo pidan a Amazon. Si lo dice Paco hay que estudiar el asunto.Y a ello me he puesto.
El argumento de Klein y Thompson contrasta la "mentalidad de abundancia" del liberalismo de mediados del siglo XX con el escepticismo actual de la izquierda hacia la expansión a gran escala de la infraestructura, la tecnología y la economía.
Citando a John Kenneth Galbraith (era uno de los nuestros) - La sociedad opulenta-, sugieren que generaciones anteriores de liberales (en términos anglosajones, progres) veían el crecimiento económico como la clave para garantizar tanto la justicia social como la estabilidad política.
Hoy, sin embargo, argumentan, "la izquierda ha absorbido una mentalidad de escasez, a menudo viendo la expansión económica como una fuente de desigualdad en lugar de un medio para aliviarla".
Una de las barreras de la izquierda norteamericana, pero que podría ser extrapolada a Europa y España (ver ejemplos) es la sobrerregulación, la prescripción de comportamientos más allá de lo razonable. Tres niveles sugieren los autores: normas activas zonales restrictivas (por ejemplo, Catalunya); requisitos ambientales excesivos (por ejemplo, vivienda, agricultura, pesca, montes y movilidad), condicionantes restrictivos de la inversión pública (límites a la aplicación de los fondos europeos en CC:AA y Estado – sin presupuesto-).
En todo el mundo, la sobrerregulación ha producido la crisis de la vivienda y sus precios. La forma de frenar la burbuja inmobiliaria (2008) penalizó tan estrictamente los orígenes – legales, fiscales y de inversión- que ha impedido un crecimiento de la oferta. Por muy buenas intenciones que tenga esa regulación, el hecho es una crisis de vivienda sin precedentes. (esta semana los precios ya son superiores a los de la burbuja). Derecha 1- Izquierda 0.
Igual que la izquierda española (el podemizado socialismo realmente existente o los de la izquierda de verdad verdadera) parece haber abandonado el pensamiento ilustrado que nos es propio o la vinculación social, para alimentar una miriada de movimientos identitarios y clientelares no necesariamente progresistas, también parece haber abandonado el compromiso histórico con el progreso material
La izquierda vive el necesario ambientalismo como una política de austeridad en lugar de una de expansión. La descarbonización debería considerarse como una oportunidad (hay creatividad y tecnología para ello) para una inversión industrial sostenible en lugar de simplemente una restricción al consumo de combustibles fósiles. Es el debate en la izquierda, si le queda tiempo