Es un interminable Carnaval
A ver, el 22 de febrero ya no debiera haber Carnaval: nadie, pecadores, respeta el día de la ceniza. Pero haberlo, haylo. El Carnaval es tan amplio como eterno y se goza en cualquier rincón: de España y el mundo, por no hablar de los interminable carnavales canarios.
En la Moncloa, sin ir más lejos, también. A cada día nuevo desfile de máscaras y nuevo entierro de sardinas. Mujeres de negro, exceso de fantasmas y de canciones satíricas han llenado las relaciones en el gobierno, mientras, eso sí, Sánchez viajaba: alguien tiene que arreglar el mundo, entiéndanme, mientras ustedes cantan con las murgas.
Me temo que el tiempo de Carnaval ha llegado al Gobierno, que no van a respetar lo del miércoles de ceniza y vienen días pero de mucha, mucha, risa y si no que se los digan a Ramón Tamames que aspira no solo a carnavalesca máscara, sino a fiesta de abril, que me lo veo venir.
Jurídico carnaval, trampeando de listo a lista, y viceversa. Irene afirma que todo es culpa de doscientos jueces y juezas fachas, mientras convoca convenios feministas sin feministas, o cosas por el estilo, no se engañen.
Andan ustedes aún con la última resaca de Carnaval. Aún cantan y ríen paseando sardinas. Ah, crédulos: arrepentíos. Del otro lado de la ciudad llega una onda imparable: el morado se apodera de los tabernáculos; centenas, que digo, millares de devotos encenizan su frente y obispos y curas, siempre atentos a la evolución estacional del negocio, anuncian la Cuaresma.
"Recuerda que eres polvo..." Hay aquí un problema de coherencia entre símbolo y mensaje: así no hay quien se convenza de que la pasión católica es alegría.
No debían ser muy alegres antaño aquellas fechas de cierres de mancebías. Sí; es que el día de la ceniza se iniciaba lo de las "putas en cuaresma", cuando se expulsaba a las probas profesionales de las ciudades, (Menos mal que no estaba Irene), de primeros ayunos en tiempos de hambrunas o de discursos en las plazas de inquisidores y "picos de oro". Qué dura es la Cuaresma.
Amigas y amigos, quedan cuarenta y seis días para Pascua (Cuaresma, cuarenta,- porque la iglesia romana no cuenta los domingos-).
Cuando el cronista, y casi todos ustedes, era niño o jóven, el miércoles de ceniza era la inauguración de la Cuaresma: o sea, las primeras torrijas y los cartelitos de "vigilia" en las tabernas, el día en que la sangre encebollada daba paso a las acelgas y los garbanzos, tiempos de potajes.
Con la cosa del "low cost" y el marketing, ustedes ya estarán pensado donde pasar la Semana Santa. Porque lo suyo, pecadores, es pasar de sardina a Pascua, sin recato alguno ni paréntesis reflexivo.
"Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris (Recuerda, hombre, que eres polvo y que en polvo te vas a convertir)" - lo de las mujeres no estaba claro que se convirtieran en polvo-.
Quiero decir que se rían lo que puedan este fin de semana que luego llega mayo y les pedirán que voten, Y eso sí que es Carnaval.