El sábado: un sindiós y sin María Magdalena
Hoy no hay Dios. A la espera de que salga de su sepulcro, toda jaculatoria es inútil: Cristo no está, Cristo se fue. Todo es, como diría la RAE, caos y desconcierto: un sindiós, vaya. Ángel Urreiztieta suele usar la expresión "desdiós" que une a lo mencionado cierto sentido de irracionalidad.
Y no le falta razón. Día de descanso, ocio y taberna, alguna que otra procesión si no llueve, altares tapados y el Gobierno de Falcón en Falcon (Él viaja con dos por si se estropea uno) hasta el destino final, en el camino del Rocío. Es que Pedro es más de faralaes que de Pasión.
En fin, volviendo a lo que nos ocupa, es como un día de paso, de la pasión a la Pascua, de la muerte a la resurrección. Del sindiós al "desdiós".
Durante este día los sacerdotes se quedan en paro temporal. Las iglesias no celebran la eucaristía, tampoco tocan las campanas, no se administra ningún sacramento, excepto la unción de los enfermos y la confesión de los pecados. Hay cosas inevitables. Deberían ustedes seguir de ayuno y potaje si desean comportarse como debe.
En los viejos tiempos el personal se arrojaba agua, cosa de purificarse y aliviar los pecados. Antes del cambio climático esto no estaba castigado. Ahora, como hay multa, el personal se va a nadar a la playa. Todo por la santidad, lo de pasar por el chiringuito es pura casualidad, como ustedes comprenderán
Hoy es el día en que los amigotes de Jesús andaban medio escondidos, menos Judas que había decidido quitarse la vida antes de que la Agencia Tributaria lo encontrara para poner tasa a las treinta monedillas blanqueadas, el hombre siempre fue demasiado dramático.
Mientras María y su inseparable Juan deambulan sin tino, esperando una prometida resurrección en la que, entre ustedes y yo, no acababan de creer. De qué hizo María Magdalena el sábado no sabemos nada.
O sea, que es un día de silencio, salvo el de las tabernas que no practican el asunto sino el servicio a los clientes que tienen que elegir entre poner cara de Caifás o de Barrabás.
Ambos saben que la historia hablará penosamente de ellos, como un ministro del Interior el primero o cual sedicente Puigdemont el otro. Estos no se salvan ni rezando el Rosario, que en esta fecha, por cierto, concede indulgencia.
Es que los misterios de María, la madre, Magdalena no está, son muchos y abundantes. Qué hará si el hijo se va con el padre, se queda con Juan o se busca otro, se queda en Palestina o se exilia. Son escabrosos problemas que ni la moderna o vieja teología ha explicado. ¿Dónde está Magdalena?
Lo de esta chica es un poco rarito. Es santa, pero casi nadie lo sabía hasta que Pablo II, para arreglarlo, afirmó que era "la apóstol de los apóstoles", lo que dicho así muy elegante no queda.
La señora no aparecerá hasta el domingo, ya María la madre le pregunto con tonito ¿y tú dónde estabas?, a confirmar la resurrección, pero Jesús, que era muy suyo no se la llevó al cielo, que su padre es muy estricto.
Tampoco parece, a pesar de los rumores de la prensa amarilla de la época, que se fuera a Éfeso con María, tres son multitud, sino que se dedicó a correr el Mediterráneo para acabar en Francia, cosa que afirman los franceses que en estos asuntos no son muy de fiar, para que engañarse.
Hay que ser comprensivos. El Sábado Santo, es un día tonto, que da más para el cotilleo que para la fe. Por ejemplo, se dice que Magdalena inventó el huevo de Pascua haciendo, ante el emperador Tiberio, que un huevo se volviera rojo: lo que quiere decir, sin ánimo de molestar a la monarquía británica, que era mejor con el "photoshop" que Kate Middleton.
Qué decirles; sin poder cotillear de Magdalena, solo rezando el Rosario, el día no
da para mucho. Es un sindiós. Pero no se preocupen, ustedes hagan vigilia pascual
por la noche, como corresponde y serán premiados: la normalidad
y el "desdios" siempre vuelven.