El inventor de la casete, in memoriam

Entre el 8 de marzo y el fiasco murciano ha habido un mundo. Vaya semana. Todo lo acontecido daría para análisis sesudo.

Pero hoy es viernes y como ustedes llevan con el cronista más viernes que con la candidata a la Presidencia de Murcia sabrán que el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que de cosas sesudas en viernes nada. Cuestión que los CEO de la radio aplauden con regalicos (alguno caerá, digo yo).

Estimadas amigas y amigos: este es un momento histórico. Deben ustedes saber que el cronista nunca ha escrito un obituario. Ya, ya sé que en España enterramos muy bien, pero que quieren que les diga, prefiero hablar de los vivos, aunque sea bien.

Pero hoy debo romper mi tradición. Hablaré de una dramática pérdida. No; no sean malvados, no voy a hablar de Aguado y Arrimadas.

Señoras, señores, en medio de tantas notables noticias, se nos ha pasado por alto que esta semana ha fallecido Lou Ottens, el ingeniero holandés que inventó la cinta de casete murió a los 94 años. Gracias Lou.

Hay inventores que merecen el anonimato, por ejemplo el del supositorio, pero sepan que Lou es de los que merecen memoria.

Solo los que alguna vez hayan metido un Bic a través de las ruedas dentadas de una casete, para rebobinar pacientemente una grabación, sabrán por qué estamos en deuda con tan magnífico ingeniero.

Queridos y queridas oyentes: en esta época, en la que se puede acceder a casi toda la música grabada de forma económica, o incluso gratuita, ahora que ustedes viven en un "streaming" permanente, ustedes han olvidado cosas importantes.

Han olvidado el infame silbido de fondo de grabaciones en casete, eso es malo; pero lo peor es que nunca amaron en un Simca Mil, en la orilla del río con el coche abierto, nunca, en fin, conquistaron el silencio de la noche con trementina, largos besos y una cinta.

No; no es lo mismo caminar con un "walkman" y auriculares que mirar o seleccionar una lista en su teléfono inteligente, como no es lo mismo rasgar el papel con una pluma que teclear. Es el ruido lo que acompaña nuestras emociones.

Y el casete nos llenó de ruidos de independencia. Nos liberó de la gramola y, lo que es mejor, del guateque sesentero.

Había algo seductor en el formato. La casete tenía un elemento táctil e íntimo, en comparación con la magia corporativa actual para transmitir millones de canciones por internet.

Los casetes daban a cada canción una obertura de "clunk", un traqueteo, cuando se insertaban en el reproductor, que nos confería un dominio transgresor.

No sabrán lo que es piratear si no han acercado un casete a la radio, tratando profesionalmente de evadir la malvada publicidad con la que los conductores de programas las interrumpía, y no quiero señalar a nadie.

No sabe lo que es pecado quien no ha sustraído a su madre una cinta de Manolo Escobar para grabar, encima, una balada de Bruce Springteen.

Las casetes demostraban, sí, a los artistas que pertenecían a la tierra, recordándoles que el arte, como la vida, es frágil y fugaz y efímero.

Nuestro ingeniero, que ya iba lanzado, de paso, inventó el CD en los ochenta, el sonido más perfecto, pero con menor encanto: plano, plateado y pijito. Además, por entonces, ya no había viajes prohibidos, sino que usted ya viajaba con señora, señor, niños, suegros y suegras. Llegó el Camarón y resultó que la guitarra de Paco sonaba.

Y, entonces, las casetes pasaron a vivir en las gasolineras y en aquellas torres de todo a cien, reinaban El Fary y los chistes de Eugenio. Y todo acabó...

El cronista aún recuerda aquella cuneta del Somontano, donde feneció su ultima casete; el viaje de vuelta para desechar el "walkman" y, para qué negarlo, la alegría de prescindir del Bic y poder comprarse, al fin, un Parker.

Mis queridos y queridas enmascarados, quizá ustedes hayan olvidado al que sin duda ha sido el peor reproductor de música de la historia, pero el que nos hizo imaginar inacabables viajes de ensueño.

Amárrense a su máscara y su lista de Spotify, mientras se cuidan, sepan que ambas, también serán, un día, historia.

(Clicktertulia, 12 de marzo, 2021)

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