El impuesto silencioso
Llegó la inflación, ya se lo dije aquí. Y a pesar de analistas bienintencionados, es decir portavoces del gobierno, no era para un ratito.
Desde el verano no ha dejado de crecer espasmódicamente. Sí; empezó siendo cosa de la luz y sus precios que se diseminaba sobre la economía, y alguna otra cosilla más, pero el caso es que ya no.
Llevamos dos trimestres de subidas imparables de precios, sin compensación alguna en los monederos naturalmente, y todo apunta a que durará, probablemente, un par de ellos más.
Hemos cerrado el año con un 6,7% de tasa anual y, que mientras tanto, los alimentos se sumaban a la carrera y acabamos el año con los alimentos no elaborados prácticamente al mismo nivel (6,5) y un 4,9% para los elaborados y bebidas.
La economía, como dice Sánchez, no es que vaya de lo mejorcito; es que va de record: desde 1992 no teníamos una inflación así. Treinta años después hemos vuelto al escándalo de los precios.
Habitualmente, la inflación es producto de un "calentamiento" como ustedes habrán oído más de una vez. La economía se activa, la demanda de bienes aumenta y los precios se dispara,
Una forma de impuesto que ustedes solo recuperan si la economía esta "indiciada", es decir se mueve, como ocurriera en los 70 - salarios, fundamentalmente- al mismo nivel que los precios.
Es este caso hay dos notables diferencias. El aumento de precios es muy superior a la de cualquier actividad económica, Es decir, no depende de calentamiento alguno sino de problemas estructurales.
En segundo no solo no estamos "indiciados" a la inflación sino que hemos gastado más de ocho mil millones de nuestro ahorro no en consumo, sino en precios e impuestos.
Las recaudaciones del IVA son estratosféricas, en comparación con uestro consumo. El Gobierno sonríe.
No cabe duda de que este no es solo un problema español. Pero las diferencias con nuestro entorno son notables: de esos 6,7 puntos, más de dos puntos son proiamente españoles, dependen del comportamiento de nuestros mercados.
Podemos citar los atascos en la cadena de suministro, los mercados energéticos, los conflictos estratégicos, las broncas en los mercados del gas entre Marruecos y Argelia.
Pero lo cierto, es lo cierto: ponemos nuestras cosillas propias, desde el comportamiento de nuestra distribución alimentaria hasta la falta de eficiencia energética de esos mercados: como también aquí se ha dicho, la España despoblada y rural consume combustibles más caros que los centros urbanos.
Los colaterales españoles, pensiones, salarios de funcionarios o nueva negociación colectiva, tras la reforma laboral, son más altos que los europeos. El próximo debate, aún sin cerrarse la reforma laboral, ya es un Salario Mínimo y una negociación de convenios a cara de perro.
Así, entre ustedes y yo, si se creen subidas salariales del 7%, reposiciones de salarios de los funcionarios más allá de los presupuestos, es que no han prestado atención al gobierno. Tampoco los pensionistas recuperaran el poder adquisitivo perdido: la paguilla apenas llegará a la mitad.
Estamos mejor, dice Sánchez nada más romper su silencio, cuando la inflación se ha puesto encima de la mesa del propio precio del dinero que el gobierno necesita. Por mucho que los Bancos Centrales se hayan ablandado, las ayudas COVID serán aplazadas en nombre de la inflación: seguirán las anteriores, pero no compensarán la pérdida de las primeras.
Ha vuelto, ese impuesto silencioso que se está llevando el ahorro aparentemente embalsado en pandemia y con el toque contaba Calviño para sus números. Su gozo en un pozo, y el suyo ni le cuento.