El escrache de los aprobados asintomáticos
Afirmo, contundentemente, advierto, como los cronistas antiguos: un examen on-line no es un examen.
Una muchachada valenciana ha acosado al presidente de su Comunidad, Ximo Puig, y al rector de su Universidad. La razón: exigirles exámenes on line, que son fetén, fetén, dice la muchachada.
Es sabido que el escrache es muy universitario como bien explicarán, por un poner, Carlos Monedero o Iglesias. Lo de las asambleas y el debate y esas cosas son pelín antiguas, cosas de traidores de la transición, que quieren que les diga.
Tenemos y tendremos una generación de aprobados asintomáticos. Esto es, ellos y ellas habrán pasado de curso, pero sus conocimientos no.
La OCDE, para esto están tan lustrosas organizaciones, ha publicado un estudio que revela que, en el gran confinamiento, los exámenes on line habrían producido un aumento de notas cercano a un 7%, mientras dedicaban a los exámenes un 18% menos de tiempo. Dicho en castellano viejo: hicieron trampas.
Más allá de proveer incentivos a la deshonestidad, el examen on line favorece la desigualdad en un doble sentido. En primer lugar, penaliza a los menos dotados de recursos tecnológicos y, en segundo, perjudica a las mejores notas, es decir, a los que se esfuerzan más.
No dejaré decir, de paso, que "Bolonia" nos prometió una evaluación continua, cosa imposible, ciertamente, con el número de alumnos en las aulas que tiene la universidad española que, por si no han caído, tampoco es la mejor de las cincuenta primeras universidades del mundo. Quizá por eso el ministro de Universidades se pasa mucho tiempo en los USA.
El abajo firmante ha pasado por la universidad. En mis tiempos, éramos más de asambleas, uno montó unas cuantas, que de escraches. Es lo que tiene ser un payaso triste que decía Iglesias: lo del matonismo no nos iba mucho, pandilla flojos que éramos.
Pues bien, nunca he dado clases en el sistema formal, pero sí, en uno de mis muchos perfiles profesionales que se dice ahora, preparé a gente para examinarse. Dicen que no se me daba mal. Esa experiencia me permite afirmar que los exámenes presenciales ofrecen un montón de incentivos positivos.
No solo se evalúan conocimientos; los exámenes ponen en valor muchas otras competencias, por cierto, cada vez más valoradas: de la gestión del estrés a la redacción, de la gestión del tiempo a la selección de objetivos, de la oratoria a la ortografía. Variables que, difícilmente, el examen on line permite, por sus características, se diga lo que se diga.
Dicho sea también: si el mundo se para, ¿cuál es la gravedad de suspender un examen presencial?
Podrá añadirse, en primer lugar, que la vida universitaria no es tal sin vivir el campus, sin conocer la diversidad, sin hablar de cortarle la cabeza a un rey, sin seducir a una muchacha o a un muchacho. Quien lo probó lo sabe.
En segundo lugar, las posibilidades de comunicación informática no sustituyen las relaciones sociales, como la digitalización no sustituye la escritura a mano, esa que se queda en el cerebro y ayuda a la memoria y a aprender, por si tienen tiempo de contárselo a sus hijos e hijas, entre el Tik Tok y el Instagram.
A lo primero se le llama socialización y a lo segundo gestión de habilidades. Pero, vale, es más fácil el escrache.
Al fin y al cabo, hacer trampas si no te pillan, produce beneficios. Esta es la filosofía del capitalismo salvaje: fíjense, qué cosa más peliaguda para los entusiastas del escrache universitario.
Los aprobados asintomáticos no quieren examinarse ni aplazar exámenes. Si el "proces" y la república que no existe alimentaron huelgas convocadas por profesores y aprobados generales, por qué no un mal virus. Lo que es, es, para no llevarles la contraria en todo.
