El buenismo y el séptimo sello: preparando el apocalipsis

21.03.2025

En Bruselas se han reunido para impedir que se rompa "el séptimo sello" y evitar que "truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto" se arrojen sobre la tierra. Al parecer, evitar el apocalipsis costará 800 mil millones de euros, a base de endeudamiento. Pedro estuvo allí y, al parecer, ha vuelto molesto.

A Pedro Sánchez se lo descuentan del déficit, pero deberá gastar 24 mil millones en gasto militar y le han negado que sea a golpe de subvención. Por eso anda poniéndose de lado y porque, sin presupuesto y con el gobierno dividido sobre el asunto, no le gusta. No obstante, siendo viernes no les molestaré con sesudas reflexiones.

Aunque, quizá, lo que le molesta más es que ya no es el "más mejor" amigo de von der Leyen y, al hilo de las pulsiones populistas que le animan a él como al áulico Zapatero, lo que ha declarado es que no es partidario de hablar a la ciudadanía de "rearme", como hacen en Europa del Este, del Norte, empeñados en no aceptar la neolengua de Sánchez. Dice que hay que hablar de seguridad, el buenismo reina entre nosotros.

A pesar de la confianza que genera el prócer, o sea poca, no puedo confirmarles que después de esa declaración se haya creado la asociación española y catalana de preparacionistas, para prepararse, como su propio nombre indica, ante el apocalipsis; los vascos no lo necesitan, ellos y ellas siempre han sido gudaris.

No sería raro, sin embargo. Los franceses, que son muy dados a aconsejar a la ciudadanía, están a punto de editar un manual que aconsejará sobre cómo sobrevivir a una "amenaza inminente": es hora de tomar conciencia de lo que realmente es esencial, mientras Pedro se pierde en la semántica.

Hagamos algo, a ver si se salvan los franceses antes que nosotros.

Es un claro indicio de que la presidencia estadounidense no va bien, cuando, a los tres meses de asumir el cargo, uno de sus aliados tradicionales más cercanos siente esa necesidad. El gobierno francés planea enviar a sus ciudadanos este verano un folleto de 20 páginas, algún sociólogo les habrá dicho que si es más largo el personal no lo leerá.

Y aunque está pensado para usarse contra desastres naturales o amenazas médicas, todos sabemos de qué estamos hablando. El gobierno francés quiere recordar a sus ciudadanos que, en caso de un ataque nuclear, deben recordar cerrar puertas y ventanas, digo yo.

Pero los españoles y españolas no solo llevamos siglos sobreviviendo a nuestros dirigentes e incluso al doctor Simón, sino que hemos acumulado experiencias notables como para responder a la pregunta crucial que el grupo "Polanski y el ardor" nos hizo en 1982: ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?

Seguro que, en alguno de esos libros de tapa amarilla de gurús, que compran en las estaciones, habrán leído que en las crisis aparecen nuevas oportunidades.

Por ejemplo, como habrán imaginado, si ocurre el apocalipsis un Tesla no les servirá para nada. Se siente Elon. Pero habrá nuevos mercados: las reservas de táper, bolsas de plásticos y el papel higiénico que aún tienen en la despensa les llevarán a la cima de cualquier sistema basado en el trueque.

Preparen su trabajo como "prepper", así llaman en América a los preparacionistas. En caso de desastre, necesitará usted una linterna – deseche las que tienen formas de palomitas o muñecos y no, no debe usar el último 2% de la batería de su teléfono para ver en Twitter qué pasa. Además, Elon se habrá ido a Marte en cohete, ya nos ha avisado la vicepresidenta del Gobierno, y la red se habrá caído.

Vivimos en un mundo nuevo, uno en el que el gasto en defensa prioriza la ayuda exterior. Rusia vuelve a ser una amenaza para Europa y no se puede confiar en que Estados Unidos nos salve. No hay reglas, no hay paraguas, necesitamos una seguridad común.

Según se informa, el folleto del gobierno francés incluirá números de emergencia, canales de radio y animará, en caso de necesidad, a participar en iniciativas de defensa civil, incluyendo la lucha contra incendios voluntaria. Cosas todas ellas muy útiles en caso de ataque nuclear, como han deducido..

La estación de metro de de la ciudad donde vivo es muy profunda, pero una de mis hijas, experta en la guerra Zombi, ya me ha informado, les aconsejo que recurran siempre a fuentes expertas, de que esconderse bajo tierra no es la solución; hay que ir al norte, a un parque nacional donde se puede escapar de los caníbales y cazar o atrincherarse en el apartamento durante tres meses hasta que la anarquía inicial se disipe y se pueda ir de compras, o sea a rebuscar en la basura.

Y, por supuesto, hay que prepararse, aunque me da la impresión de que los franceses han omitido un consejo importante en su folleto. Lo que falta en las directrices francesas es el alcohol.

Esto no es broma. El "prepper" astuto y experto, entiende que si todo se desmorona y el dinero se vuelve inútil, el valor del alcohol — para anestesia, esterilización, sedación y algo de solaz— se dispara hasta lo más alto del nuevo sistema monetario.

No le demos vueltas al asunto: algo hay que hacer para evitar autócratas fanáticos dispuestos a inmolarse e inmolarnos.

Ante el asunto, lo honesto es tener miedo. No nos pongamos exquisitos con nuestro pánico. Cada generación ha tenido su amenaza: desde las enfermedades mortales medievales al holocausto nuclear. No tengamos la vanidad histórica de creer que el mundo que vivimos es distinto. Que la fría tecnología de la bomba nuclear retorne o se sustituya por el cuchillo que degolla o el dedo agatillado en el Kalashnikov no hace diferente el temor.

Señores y señoras, les confieso que mi manual de supervivencia solo tiene dos líneas. La primera dice, "ten miedo, vive como siempre", la segunda, es la primera línea de cosas necesarias de verdad.

Quiero decir que Usted puede acumular botellitas de agua y comprar latas, pero mi consejo, si se prepara, es que se pase por la bodega y compre vermú, ginebra y vinito: así podré brindar con ustedes. En el apocalipsis también hay copas de viernes. Haga un pedido doble, no va a estar usted mirando las botellas, esperando que caigan las bombas.

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