Desde mi caverna, día 78: Trump se enfadó con Tuiter, pero usted no puede

31.05.2020

Hay semanas que no estamos para nada. Y si hay que amenazar con prohibir las redes sociales, primero amenazamos y luego nos ponemos. Para eso Trump es el presidente de los Estados Unidos y usted no. Son malos tiempos para la verdad y lo de verificar la verdad es complicado, complicado. Como muestra el hecho de que lo que una cosa es a en un sitio, es b en otro.

Marlaska no había caído en el asunto, pero le está dando vueltas. Sánchez ha decidido romper su silencio. Al parecer ha anunciado que habrá nueva alarma y todo apunta a que tendremos nueva pareja de baile: esta vez ERC y PNV si están por la labor, que el Gobierno ya ha dado lo que pedían.

Nos espera una semana divertida, ya se lo adelanto, y aquí lo comentaremos.

Pero la cosa es lo de Tuiter y Trump. Como muchas de las tontadicas de Trump les puede parece un asunto sin transcendencia, incluso infantil. Sin embargo, la disputa plantea preguntas importantes sobre la relación entre el público, las empresas de tecnología y el estado, especialmente si se trata de sociedades poralizadas.

El martes, Tuiter advirtió sobre dos tuits de Donald Trump. Dos días después, Trump, furioso, tomó represalias mediante una orden ejecutiva que amenazaba con reducir las protecciones legales para las empresas de redes sociales.

Tuiter aumentó el reto al etiquetar un tuit posterior de Trump sobre los disturbios racista de Minneapolis como "apología de la violencia". Por su parte, Trump entiende que su libertad de expresión significa el derecho a no ser criticado.

Tuiter y Facebook son compañías privadas pero también, como lo ha observado la Corte Suprema de los Estados Unidos, sirven como "una plaza pública moderna". Esto los convierte en herramientas ideales para blanquear la acción del estado. Qué barbaridad, eso solo le pasa a Iglesias y el ministro del Interior.

Las protecciones de las empresas no son tan sólidas en Europa como en Estados Unidos, hasta que Trump ha decidido revocar esa protección. El resultado no será domesticar a Silicon Valley, el sueño de Trump, sino desempoderar al público y restringir su uso de la plaza pública en línea.

La pelea de Trump con Tuiter plantea preguntas sobre cómo lidiar con la información errónea. Mark Zuckerberg de Facebook se distanció de Twitter al sugerir que las compañías privadas no deberían se "árbitros de la verdad". Lo que pasa es que Facebook, siempre atenta a la paja en ojo ajeno, ya ejerce como tal. Se jacta de "luchar contra la difusión de noticias falsas" y garantizar que el contenido declarado por los verificadores de hechos como "falso" sea sancionado. 

Sin embargo, Facebook excluye a los políticos de su verificación de hechos. La idea de que las personas como usted deben ser examinadas, pero no los políticos relevantes, deja un mal sabor de boca, por hablar finamente. Nos empequeñece.

En un mundo polarizado, la verificación de los hechos puede convertirse en un proceso politizado. Como revelan los debates del coronavirus, los juicios sobre lo que es verdad y en quién confiar no son sencillos, incluso en las esferas científica y médica.

No es que las mentiras no deben ser cuestionadas, ni que no exista la verdad, ni que debamos aceptar laos llamados "hechos alternativos". Es más bien que lo que las personas aceptan como "verdad" depende en parte de en qué autoridad están dispuestos a confiar. En un clima político en el que la confianza está fracturada, también lo son inevitablemente las concepciones de verdad y la mentira.

Desenmascarar las mentiras y hacer que los políticos rindan cuentas por sus declaraciones es vital. Sin embargo, el desafío que enfrentamos es principalmente político, no tecnológico.

No es una tontadica lo de Trump. Tampoco lo de cuidarse, háganlo, por favor, mi nieto y mis nietas dicen que falta poco para que todo salga bien. Y yo les creo: no les estropeen el verano.

Banda sonora: Mina. Parole. 

Fotografía: Igual lo ve negro

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