Desde mi caverna, día 22: aprobado general ya. En casa, no es escuela

05.04.2020

Siendo domingo, el cronista se da a la reflexión. Prefiero no ver noticias y aquí encerrado pues no tengo cosa que contarles, salvo mis sesudos, siempre, pensamientos.

Hoy, día de los ramos, cuando habitualmente servía vino y cerveza a los amigos y amigas que se iban, decían, de palmas (pretexto para no currar, se lo digo yo), no estoy para noticias.

Como no sé si soy asintomático o cabreado, depende de si algún día me hacen el test, si es que me lo hacen, es mejor no imaginarme confinado en alguna "infraestructura" de esas de Sánchez o encerrado por elegantísimo ministro del interior. Cosa en la que ya pensaré mañana.

En realidad, todos estamos confinados, y casi todos y todas asintomáticos, esto va a dar mucho de sí, ya se lo dice el cronista.

El caso es que me ha dado por pensar en mi nieterío, churumbeles, adolescentes y hasta universitarios y universitarias a los que, alguna vez, di clases.

Italia acaba de declarar el aprobado general. Me apunto. Total, si lo ha habido, en secreto, en la maravillosa república del noroeste que no existe, por ocupar unas carreteras o insultar a la guardia civil, por qué no con la cosa del virus. Mejor aprobado que hacerles ir en junio a escuelas sin climatización.

La continuidad pedagógica, es decir eso de la escuela en casa, de la que ahora se presume y algunos hasta lo predican como futuro, solo es una presión preocupante sobre maestros, padres y estudiantes.

En este contexto inevitablemente aterrador y provocador de ansiedad, la educación en casa ignora las desigualdades evidentes y las insuficiencias de la escuela en el hogar,

Los profesionales han descubierto, vaya hacía falta un encierro, las desigualdades materiales: no todas las familias están equipadas con hardware informático, conexión a Internet, dirección de correo electrónico, software educativo, impresoras, escáneres o espacios de trabajo digitales.

Y si los tienen, no se han planificado para la educación a distancia. En algunas familias, las condiciones de alojamiento y el diseño de las habitaciones no son muy propicias para el trabajo individual, para la concentración y la calma necesarias para llevar a cabo los ejercicios, para asimilar las lecciones impartidas por escrito o en video.

Padres y madres no pueden administrar el apoyo educativo para sus criaturas. Además de la gestión diaria del confinamiento, algunos padres se sienten totalmente indefensos, incapaces de explicar este o aquel ejercicio, otros deben gestionar su teletrabajo y la realidad es que los padres y madres no son profesores.

Un día en la escuela está estructurado por referencias necesarias: horarios, espacios, maestros, maestras, pero especialmente: compañeros y compañía. Sin compartir pupitres se ignora la diversidad, las diferencias, se ignora al extraño, al extranjero, al pobre, al rico. La escuela nos iguala, la red nos hace anónimos. 

Por no hablar del profesorado que, a pesar de sus esfuerzos, no han preparado sus cursos a un paquete de Internet.

Quiero decir, queridos papás y mamás, que esta vez sí: me apunto al aprobado general. Dedicad el tiempo, no demasiado, a que consoliden lo que saben, poca presión y poco profe por internet.

Volverá la escuela al año que viene y estará bien. Ahora, a quedarse en casa y, mientras puedan, a pasárselo bien. Mi nieto y mis nietas es lo que hacen - repasando lo justito, riéndose mucho- y afirman que todo saldrá bien. Y yo les creo.

Banda sonora: Orquesta Illes Balears, gaudeamus Igitur

Fotografía: Mañana de Ramos, así me la aprendí yo

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