Desde mi caverna,día 92: ¿son molinos, Sánchez?

14.06.2020

"Barcelonís" en número excesivo llenan la playa. Aunque es bastante probable que sean españoles emboscados, con voluntad de enturbiar las grandiosas políticas de la república que no existe. Anoche, ante mi balcón, un grupo juvenil se agrupa, sin máscara alguna y, naturalmente, sin distancia  en torno a un banco en alegre botellón.

Airbnb tiene alquilado lo mismo que el verano pasado. Los mercados anuncian que los alquileres playeros volverán a subir, la huida de la regulación hotelera convoca al alquiler playero a los indómitos hispanos e hispanas.

La vieja normalidad se resiste. Ya les tengo dicho que lo de nueva normalidad es un oximorón. Lo normal es lo de siempre y el personal no está por la labor de mucho cambio súbito. A ver si resulta que nos portamos bien por miedo, más que por responsabilidad.

Mientras reflexiono sobre la normalidad, Sánchez ha vuelto a romper su silencio, tras reunirse con sus nuevos mejores amigos, los presidentes de comunidades autónomas. Si he entendido bien, todo va estupendamente, lo del automóvil se arregla con tres mil quinientos millones, lo del turismo el jueves queda solucionado y, eso sí: hay que ser patriotas.

Al parecer, es lo que se deduce de un proverbio oriental que habla de construir molinos cuando hay tempestades. Los socialistas tienen mucha querencia a los proverbios orientales. González encontró gatos que cazaban ratones; Sánchez constructores de molinos.

Es lo que tienen las paradojas culturales. Desde el siglo XVII, en España, los molinos vienen a ser motivo de chanza y de fantasía. En oriente no tuvieron a Cervantes ni a caballería andante, y eso se nota.

Aprovechemos que los del Ministerio de la Verdad y la Neolengua han renunciado a la metáfora bélica para convertir a Sánchez en un pequeño saltamontes. Mucho más tranquilizador, donde va a parar.

El caso es que uno no sabe si son molinos o son gigantes, pero no importa. Lo normal va a ser que lo pasemos un poquillo mal, mientras lo que hace una semana era temerario y hoy fetén, rectificamos otra vez: nuestras fronteras serán abiertas.

Para alegría de andaluces y cabreo de gallegos. Que esto va según mercados, como se sabe en el mundo de la cogobernanza mandan las autonomías.

Por cierto, el rebrote es allí donde todo estaba bien, pero que muy bien, y hasta se podían hacer elecciones. Es que los de Bilbao rebrotamos donde queremos.

Como hay que poner molinos, el gobierno será el que debe ser, o sea, el que hay. Y los presupuestos se apañarán con CIudadanos, porque ha sido reconocido que con los de la investidura no sabemos si llegamos.

No hay nada como que Sánchez rompa el silencio para saber exactamente dónde estamos: construyendo molinos y coches fetén, llamando a turistas de todo el mundo y manteniendo el gobierno como está. Incluso, se sabe que, si la Comisión aligera el rescate y reduce las condicionalidades, está dispuesto a hacerle el favor a algún nórdico de retirar a Calviño.

Moilinos, son molinos, que los molinos son como las revoluciones, que dan vueltas hasta que vuelven a pasar por el mismo sitio.

Entretanto, la vieja normalidad se resiste. El cronista les pide que se resistan un poquito menos: enmascárense, mantengan distancias, mientras les construyen un molino. Mi nieto y mis nietas, tras consultarles, afirman que lo de su casa les va mejor que un molino, pero que,en todo caso, en una semana, todo será guay. Y si ellos lo dicen yo les creo.


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