Del "mono con ordenata" al “bulómetro”
Érase una vez un universo, integrado por redes, blogs y el incipiente podcast. al que se consideraba un paso irreversible de democratización de la información. Los periódicos tenían sus blogs, a los que invitaban a los amigos de siempre, se animaba a los periodistas a tener redes y quienes no tenían espacio para su creatividad en las radios, por ser incorrectos o poco dóciles, creaban un podcast.
¡Ah, qué tiempos tan hermosos en que aquello se llamaba periodismo ciudadano!
Enseguida llegaron los cenizos. Los franceses, los primeros, que son muy listos, advirtieron de que la cosa no iría bien, pero eran periodistas clásicos. Un periodista de calidad, Bernard Poulet lo señaló, llamando a blogueros, internautas y demás, con gran elegancia, Periodistas "low cost" o los "pakistaníes de la WEB" (Poulet, B. Fin des Journaux. Gallimard. 2009). Elegancia francesa.
Claro que en España también tenemos momentos de gloria sobre quienes osamos escribir en blogs, webs y periódicos digitales. Maestro de escritores, cronistas y periodistas, Raúl del Pozo nos calificó de "monos con ordenata": "Los blogueros, monos con ordenata, campean a sus anchas como piratas de Somalia. Entran a las páginas no a escuchar la música de las palabras, sino a robarlas". Dicho sea de paso, con elegancia casi francesa, nos llamó "sanguijuelas". (Del Pozo, R. Sanguijuelas. El Mundo. 2009).
Me mueve a pena e irritación esta acusación de robar palabras, cuando las palabras, supongo, deben ser dichas y escritas para cruzar universos. La cosa es que cuando no pagabas la "gazzetta" (las sobras, el cambio, la última monedilla del cuerno de la abundancia, con las que en Venecia se compraba al gondolero el último chisme escrito) no dabas ejemplo de calidad y robabas letras al prócer de las letras periodísticas.
Uno sabe que el primer comercio de ideas, que tenía en monjes y trovadores (los primeros contadores de chismes) a sus portavoces, produjo conocimiento. Ya veo yo a los monjes, subidos en sus históricos púlpitos y columnas, llenas de adjetivos, advirtiendo a monarcas y pueblo llano sobre la maldad de los trovadores. En fin, los blogueros y los usuarios de redes somos nuevos bárbaros que deshacemos no solo el negocio y, mientras beben los "monjes" sus güisquis en las redacciones, escriben nuevas consignas, con el único ánimo de entronizar al único periodista de calidad, dueño de todas las palabras y que cobra del ministerio de la digitalización.
No cabe duda, dicho esto, que las redes se han ido convirtiendo en un entorno tóxico, quizá habría que decir que las propias empresas y los tonteos con robots rusos y de otros sitos y, sobre todo, del anonimato han ayudado.
La polarización ha contribuido. Tanto que la gente solo quiere conversar con los que piensan igual. Los de izquierda, en todo el mundo, está abandonando X (Twitter) por la tal Blue, mientras la derecha se queda con Elon Musk. Se acabó la conversación.
El Gobierno ha decidido sustituir el "mono con ordenata" por sospechosos de emitir bulos. Señoras y señores, de los mismos productores de "tengo unos millones para los periódicos amiguetes", llega ahora el "bulómetro".
Dice Sánchez que es bulo todo lo que no sale en el BOE. Palabra del que descendió de los cielos en Sevilla. Así que era necesaria una nueva regulación: los grandes emisores de información (cien mil seguidores), deberíamos- no creo tener tantos seguidores- sentirlo por los vendedores de dietas falsas, pero no va por ellos.
Es una medida inútil. Imaginen una cuenta de X (antes twitter) con cien mil seguidores suma a sus comentarios este blog - donde por cierto solemos citar- ¿Seré culpable? Imaginemos más aún: una cuenta con solo dos seguidores emite bulos y otra, con cien mil,los recoge sin comprobarlo: ¿Será culpable?
El problema de las redes, los blogs o los podscats, señoras y señores, es el anonimato. Sin este, la libertad de expresión es la que reina y, si contuviera falsedades, la legislación actual tiene instrumentos más que suficientes para regular la defensa frente a los bulos, desde la defensa del honor a la rectificación.
Resulta algo incomprensible que no se regule el comportamiento de los operadores y a quiens usamos las redes se nos ponga el "bulómetro" en marcha.
Pero, en fin, ha quedado, pues, establecido que la hez de la opinión se refugia en internet, exigiendo el cierre inmediato de tanta página venal, hay que preguntarse si solo estamos hablando de bulos.