Yo a la fresa, tú a Dakar

01.09.2024

Dicen algunos conmilitones de Pedro Sánchez que están algo desconcertados con el cambio de discurso (devolución) sobre la inmigración. O sea, que Pedro hace con los suyos como con la ciudadanía: no contarles nada.

Pedro que ya los tenía algo mosqueados con la financiación singular, por si se molestan en demasía, les ha preparado un Congreso de otoño, para poner orden en algún espacio díscolo de esos que tanto le molestan.

Incluso hay quien se queja de que han hecho el ridículo por llamar facha a Feijóo por proponer lo mismo. Aunque para eso está la portavoz de la Alegría, que no tiene otro trabajo que ese.

Empezamos el tour africano en Mauritania con la cosa del inmigrante circular (el temporero, como ya les expliqué aquí) que, en cuanto llegamos a Dakar, se convirtió en la necesidad de devolver inmigrantes.

Quizá podemos preguntarnos porque los mauritanos pueden trabajar y los senegaleses deben ser devueltos. La respuesta es relativamente sencilla. En primer lugar, Mauritania tiene unas buenas relaciones con Marruecos y como se sabe los amigos de Marruecos son, desde siempre, nuestros amigos. En segundo lugar, los subsaharianos tienen aún menos formación y aceptación que los mauritanos, y menor disposición a trabajar.

Como ya les expliqué el asunto de la inmigración circular (los temporeros, insisto) es dudosa. No solo apenas se han contratado a 56 mil personas en tres años y hay 120 mil parados en la agricultura; además de que los seiscientos mil inmigrantes irregulares no han mostrado disposición a incorporarse a trabajos que no estén en las grandes ciudades.

Un dato parece haberse escapado a los que trajinan con contratos y expectativas: la disposición a trabajar.

Las tasas de actividad solían ser más altas entre la población inmigrante. Pero eso ha cambiado: mientras las tasas de población activa de los nacionales no han dejado de crecer, la disposición a trabajar de los inmigrantes se ha reducido. La tasa de los nacionales se ha situado, según Eurostat, por encima del 80% y la de los inmigrantes ronde el 79.

Esta reducción de la disposición a trabajar, puede estar determinada, dicen los analistas, por razones distintas: la incidencia de los subsidios y la asistencia, la movilidad pretendida hacia zonas de encuentro familiar en Europa y la ausencia de formación y dificultades administrativas.

No es casualidad que Alemania haya encanbezado el movimiento de devolución. Los socialdemócratas no solo están quedado en las encuestas (y los resusltados en las elecciones estatales) por detrás de la extrema derecha y los conservadores sino, también, se sitúan por detrás de la Alianza "Sahra Wagenknecht" ("Por la Razón y la Justicia (BSW)": una formación que une el discurso de la antigua izquierda comunista alemana (Die linken) hasta la retórica antiinmigración propia de la extrema derecha. Este es un fenómeno que se notó en sectores de la izquierda francesa o la británica.

La cuestión es que no se puede soplar y sorber al tiempo. Este es el espacio en el que se sitúa Pedro Sánchez: integración temporal por contrato y devolución. Las cosas no responden a esa lógica. España acaba de descubrir un problema que llevamos años ocultando entre el buenismo y el reaccionarismo.

Ayer 127 inmigrantes llegaron a Mora de Rubielos (Teruel), 1560 habitantes, de una forma estrambótica: una negociación entre el Ministerio del Interior y el propietario de un hotel. Un aumento de población del 8%: es como si Madrid creciera, en una mañana, en 266 mil personas. Su origen es de Malí.

El Ayuntamiento no fue informado, medidas de sanidad, servicios o recepción no pudieron ser tomadas. Fue el propietario del Hotel el que dio el aviso al Alcalde y la movida social en el pueblo es y será extraordinaria, con costes políticos impredecibles (en el municipio no gobiernan los socialistas: gobierna el PAR, formación de derechas: Marlaska siempre hila fino).

Así que cabe imaginarse el futuro. Pueblos sin servicios, casi sin bares ni centros de esparcimientos, vacíos, en los que se encontrarán inmigrantes tan poco preparados como sus vecinos. Es probable que el mauritano pueda decirle al senegalés: yo a la fresa, tú a Dakar.

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