Un mar sin sardinas y un planeta gobernado por incompetentes
Cuando uno se desplaza a su parada biológica, se lo digo por experiencia, hace dos cosas: anotar lo que ve y fijarse en lo que falta.
Es evidente que en el Mediterráneo de este año no hay rusos, no hay chinos y no hay, prácticamente, sardinas. Pescados tradicionales en el tapeo chiringuito, mariscos viejunos como las navajas, alguna cañadillas o cosas por el estilo parecen haber desaparecido.
Que los peces y mariscos desaparezcan porque se han ido a sitios donde el agua este más fría que el caldo mediterráneo es explicable, como también lo es que los rusos no aparezcan o los chinos. No son apreciados y los hoteleros no los necesitan para cubrir sus cuentas ni los cruceros para llenar sus ciudades de plástico.
No es tan entendible que los chiringuitos mediterráneos tengan precios de estrella Michelin, que un verdejo no lo encuentres por debajo de tres euros y medio la copita, que encontrar un mejillón en una carta sea una experiencia mística o que las paellas se hayan llenado de productos congelados, a precio de gamba hervida en agua de mar, que aquí les conté, eso sí.
Un mundo sin mariscos y pescados es tan dramático cono volver a un mundo sin rusos y chinos. El drama está claro: sin ellos solo nos quedarán Donald Trump y Elon Musk. Sálvese el que pueda.
Esta semana Donald conversó con Elon en X y este es el futuro como lo ven: los perdedores ganan, la incompetencia gobierna.
Ambos afirman que son parte de un nuevo amanecer brillante, pero el político solo pudo decir tonterías y el jefe de tecnología hizo un desastre con la tecnología.
Déjeme que le haga una pregunta: ¿le gustaría viajar en una avanzadilla a Marte, a bordo del cohete espacial de un hombre que no puede organizar una transmisión en vivo?
La conversación del lunes por la noche entre Musk y Donald Trump en X (solo audio, solo casi una hora tarde y solo para muchos menos oyentes en vivo de lo que sugerían las estimaciones anticipadas) fue absolutamente disfuncional.
Musk informó portentosamente a Trump de que "estamos en una encrucijada en el camino del destino de la civilización". Y conoceréis esta encrucijada porque es una señal con una pantalla de error.
Que un jefe tecnológico no sea capaz de organizar un evento tecnológico en una plataforma tecnológica parece un nuevo éxxito de la industria: que el jefe de eventos de borracheras en una cervecería no sea capaz de organizar un evento de borrachera en su cervecería es tan brillante como cambiar las sardinas mediterráneas por pota del pacífico
"Quiero cerrar el Departamento de Educación", balbuceó Trump en un momento dado. Según Trump, Biden fue derrocado en un "golpe de Estado". Bueno, al menos los demócratas pueden organizar un golpe de Estado exitoso y, quizá, consigan sardinas para sus barbacoas.
La técnica de entrevista de Musk es sorprendentemente similar a la de aquel periodista que una vez le preguntó a The Corrs (cuatro hermanos) cómo se habían conocido.
Se rio a carcajadas durante la mayoría de las divagaciones de Trump, reservando una admiración especial para los autoritarios y dictadores con los que se había topado. Trump mencionó una reunión con Kim Jong-un. "Eso fue genial", balbuceó Musk, cuya plataforma está prohibida en Corea del Norte.
"Si algo sucede con esta elección", concluyó Trump, "nos reuniremos la próxima vez en Venezuela, porque será un lugar mucho más seguro para reunirnos que nuestro país". Como sucede en los lugares en los que se detecta la libertad X también está prohibido actualmente en Venezuela., uqizá por eso Zapatero no puede comunicarse.
No hay sardinas, pero hay abundantes
incompetentes gobernando. No se inquieten, en dos días vuelvo de mi parada biológica: qué lástima que
tengamos que ser los cronistas los que arreglemos esto.