La paciencia con la antivacuna se acaba

10.01.2022

Novak Djokovic ha calentado el fin de semana y no ha sido por mejorar su condición física. "No Vax" o "Yo Covid" son apelativos que se ha ido ganando a pulso, no de hoy. Por supuesto. los australianos no son nadie montando líos, pero el histrionismo serbio es tan histórico como peligroso, como la historia europea ha mostrado.

El padre de Novak que, así entre usted y yo, tiene una pinta de "chetnik" (usted sabe qué fue eso y si no pregunte) que asusta, como la de algunos antivacunas que usted y yo conocemos, ha calificado a su hijo de "Espartaco". 

Es probable que a usted y a mí se nos ocurran otros apelativos. Ser rebelde a cualquier norma no es señal de revolucionario, hay, simplemente, algunos que son estúpidos aguafiestas.

En fin, el juez lo ha liberado de su cárcel. Todos los presos políticos del mundo se piden un hotel con cama de matrimonio, minibar, spa y esas pequeñas cosas de las que ha gozado Novak.

"Yo Covid" había presumido de haber obtenido una exención, por razones médicas que no ha explicado. Para ser justos con Djokovic, esta farsa puede no ser del todo culpa suya. Alguien en algún lugar australiano ha elaborado un pase gratuito para competir en el país, pero no para llegar allí. Oscar Wilde escribió gloriosas páginas sobre esas habilidades tan "british".

Sin embargo, pocas lágrimas se derramarán por el hombre ahora inevitablemente conocido como "Novax Yo Covid" . Simplemente, es un sinvergüenza que ha hecho trampas, en relación con sus compañeros y compañeras.

Lo que pasa en realidad, es que, en todo el mundo, la paciencia con aquellos que no han sido vacunados intencionadamente se está agotando ante otra oleada viral.

El estado de ánimo se endurece a medida que los hospitales se llenan. la gente ve alteradas sus vidas con nuevas restricciones y los niveles de contagio superan a los de cualquier ola. Especialmente donde los niveles de vacunación son altos.

Macron declaró que quería "enojar", en las traducciones livianas, "molestar" en las duras, a los antivacunas. En realidad, dijo "enmerder" que, en castellano paladino, se parece más a "joder" que a otra cosa.

Ha aumentado el número de personas que, en toda Europa, solicitan que no se preste atención por la sanidad pública a los no vacunados o vacunadas. 

No nos pasemos, la obligatoriedad tiene costes, en términos de sanciones y libertades que la hacen imposible y, también, la no atención sanitaria es intolerablemente discriminatoria. Ahora bien; debemos reconocer que nadie tiene derecho a contagiar: y esa, amigos y amigas, es la irresponsabilidad asesina de los negacionistas

Lo que se está estableciendo como defensa social son medidas incómodamente divisivas. Equilibrar el derecho incontrovertible a rechazar una vacuna con el derecho de los demás a no ser rehenes por esa decisión es el mayor desafío de esta etapa de la pandemia y eso es lo que hace que el caso de Djokovic resuene mucho más allá del tenis.

Hay un trasfondo peligroso en esta hostilidad hacia los no vacunados que tienen una probabilidad alta de ser pobres, de orígenes étnicos minoritarios, fuera de los sistemas de salud, por razones legales.

Pero no hay nada obviamente marginado en un deportista millonario, ni en la mayoría de los antivacunas que ustedes conocen, que exigen arrogantemente el derecho a viajar en avión a un país que sufre tasas récord de infección, con la esperanza de levantar un trofeo, unas vacaciones o un negocio lucrativo.

Djokovic no tiene nada en común con un trabajador o trabajadora de cuidados hospitalizado, con salario mínimo, que se enfrenta al despido si no recibe su vacuna. Ustedes pensarán que tengo razón, pero la tengo también si les advierto sobre la forma de anti-vacunas de clase media que suele pasar desapercibida.

Scott Morrison, el primer ministro australiano criticado por su propio manejo de la pandemia, y en campaña electoral, aprovechó la oportunidad para declarar que "las reglas son las reglas y se aplican a todos".

A diferencia del tenis, luchar contra una pandemia es un esfuerzo de equipo. Si no quiere que lo abucheen en la próxima cancha en la que realmente juega, Djokovic haría bien en recordarlo. Y usted.

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