La izquierda y el ruido, la suma y los sapos

06.07.2022

Dejó escrito en soneto Shakespeare (109, creo, pero cito de memoria, que tampoco es para tanto): "...podría trocar en algo indigno tu suma de virtudes venturosas, salvo tú, rosa mía, que eres todo".

O sea, que dice Doña Yolanda Díaz que en el jardín de los egos no hay más rosa que ella y que mejor los dirigentes de Podemos (incluidas dos ministras) no se pasen por los fastos de El Matadero, emblemática denominación, para el enorme proyecto que nos espera.

Las ministras de Podemos son expertas en comerse sapos. Habiéndose tragado toda la cumbre de la OTAN con silencio humillante en rueda de prensa, sin cumbres paralelas, por primera vez en la historia de las cumbres, o en viajes igualitarios para que no se les viera mucho, los de Podemos no están para bromas.

El enfado de los mil millones en defensa de la señora Díaz es, qué les diría yo, como una tontadica. Antes de calibrar el enfado hagan los números. El dos por ciento del PIB son, en estos momentos (PIB 2021, 1,2 billones), más o menos 24 mil millones.

Este año, antes del crédito extraordinario de marras, el gobierno de la paz y la concordia estaba gastando 10 155 millones en defensa. O sea, que nos vienen faltando unos 13 945 que, en siete años (el previsto 2029), supondrán una media de 1730 millones anuales. El que reciba la herencia que lo anote.

O sea, que el cabreo de los mil millones de la Señora Díaz no cuela como enfado, salvo por las formas. Quiere decirse que la mitad del gobierno no se entera de lo que hace la otra media, pero esto tampoco es de hoy. Eso sí, la señora de la Suma no quiere ir a su evento con cara de comer sapos: para eso están Belarra y Montero.

La construcción del proyecto de Yolanda Díaz en este momento le viene tan mal a Sánchez como a Podemos. Un proyecto requiere ruido y el ruido no es precisamente lo que la izquierda necesita para parar a la derecha. 

Por cierto que, al hurtar los mil millones al Congreso, al PP solo le quedará Rota para montarle el oportuno afeamiento a Sánchez, con un discursito que, dicho sea de paso, será como el de Felipe González: es lo que tiene centrarse, que basta con sacarle una foto al jarrón chino. El día del discurso sobre el estado de la Nación ya me dirán.

 Por otra parte, tampoco es que a González le falte algo de razón tanto sobre el asunto militar como en el asunto de la memoria. 

Cuando cayó el muro asumimos que los bloques eran innecesarios y que nos asistía la razón. Lamentablemente, la paz y la globalización no nos trajeron dividendos sino abundancia de tiranías no democráticas - de Putin a Venezuela, pasando por China o Arabia- que alientan la guerra, para pasmo de europeos y europeas que creíamos vivir en un fantástico balneario.

En el giro a la izquierda que Sánchez ha imprimido para cortarle el aire al PP, este es un mal negocio para el relato, como probablemente lo es rescatar del cajón la memoria democrática, prácticamente con el único apoyo de Bildu.

Dice la izquierda radical vasca que solo quieren esa ley para desmontar el relato de la transición. Sea. El caso es que mientras unos cuantos trabajábamos para construir una tregua en esa guerra que libramos hermano contra hermano, algunos, léase, ETA, mataban para tenernos en vilo y justificar los desmanes de la extrema derecha o las tentaciones golpistas, porque estos eran de cuánto peor, mejor. Lo digo por si alguno de Bildu se acuerda de pedir perdón, que se le echa en falta.

Miles de familias suspiran porque se abran las cunetas y se descubran los osarios: lo merecen. Como se merece el recuerdo de los que sufrieron las palizas y torturas, que por cierto, tienen menos sed de venganza que sus radicales nietos.

El caso es que el ruido no parará el susto que nos viene. Como en la Transición, mire usted por dónde, concurrimos con un shock de oferta energética como ocurrió entonces. Como entonces, la inflación se dispara, la energía no se ahorra y se habla de pacto de rentas: o sea, la "Austeridad", al modo de Enrico Berlinguer que tanto molestó a la izquierda europea.

Esa austeridad quiere decir que las rentas no pueden "indiciarse". Así que salarios, incluidos los mínimos, pensiones, funcionarios y gasto público, al igual que dividendos, no podrán alcanzar los niveles de inflación. Deberán, muchas veces, congelarse. Los recursos públicos, si es que nos queda alguno, tras pagar los nuevos intereses del endeudamiento, habrán de destinarse a los vulnerables.

Por cierto, si el Ingreso Mínimo Vital se hubiera cumplido ya andaríamos por dos millones de protegidos, cosa que no ocurre. Sapo que, como el del lío de las pensiones, el ministro correspondiente no parece querer comerse.

Vuelve a ser la economía. Y al volver a ser la economía, a la izquierda le falta la confianza del personal, cosa que dice el CIS, aunque nadie ha anunciado el cese de Tezanos. Estimados camaradas: deberíamos reconstruir el relato. Cierto, se marchó Pablo y nos libramos de la izquierda caníbal; pero hay mucha izquierda "cuqui", sustituta de la vieja izquierda caviar que se reprocho a la generación de González y compañía.

En cualquier caso, la izquierda y el ruido, la suma y los sapos, no son una buena recomendación para preparar elecciones. Pero vosotros y vosotras mismos, camaradas, pensad en la "rosa" de Shakespeare y acontecerá un nuevo disgusto.  

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