La censura de la moción: Ramón hace tiempo que no viene por aquí

22.03.2023

Fue delante de la Casa Blanca, en Washington, sin duda en una muy importante manifestación, cuando le preguntaron a Joan Báez si se retrasaría mucho Bob Dylan. Joan, que pertenecía al ala sarcástica del "power flower" contestó: "en realidad, Bob hace tiempo que no viene por aquí".

Con menos sarcasmo, Nicolas Sartorius recordaba más o menos lo mismo anoche sobre Ramón Tamames. Esto de la izquierda y el excomunismo es algo que Ramón lleva sin frecuentar desde el 81.

Pues bien, queridos y queridas excamaradas, excompañeros de viaje, izquierdistas huérfanos y ratones por Rufián señalados: Ramón hace tiempo que no nos frecuenta . O sea que, diga lo que diga Abascal, muy de los nuestros no es.

VOX ha puesto de parapeto a su teatrillo a alguien a quien no le pudieran decir hasta aquí hemos llegado. Ramón se ha prestado en el último ejercicio de ego, entre los muchos que se le han advertido a lo largo de los años. Cierto es que, para censurar sin ser censurado, convendría currarse un poco más los asuntos, hablar de la gente más que de uno mismo y no ponerse excesivamente muy gruñón.

Ramón ya no viene por aquí, quiero decir por la izquierda. Como ya se ha dicho aquí, cuando uno venía a Madrid, para cuestiones inconfesables, y preguntaba por Ramón Tamames tenía la impresión de que todo el mundo respecto a él se sentía como el "pijoaparte" en las fiestas de Teresa (Marsé. J. Ultimas tardes con Teresa).

Al final, Tamames acabó convirtiéndose en el viejo ejemplo de la izquierda caviar a la española. Es decir, sin caviar y sin gobierno. Y su salida del PCE en el 81 no tuvo nada que ver con la combatividad que recordamos de Pilar Bravo, Juan Triana, Charli Zaldivar y tantos otros tratados de forma inmisirecorde por Carrillo.

Separemos pues lo que importa. La izquierda caviar ha podido hacer el ridículo estos días, con el apoyo conocido del elitismo tántrico, para ser sustituida por "la izquierda chanel" de Pedro y Yolanda, para cabreo de "la izquierda caníbal".

VOX, que está en todo, no solo ha permitido a Sánchez presentar su libro. Poca cosa para tanto ingenio de la derecha extrema: teníamos que lograr la investidura de Yolanda Díaz e impedir, si posible fuera, a golpe de cabreo de Belarra y Montero, que haya una única lista a la izquierda del PSOE.

Pero conviene que no se confundan. El príncipe de la Junta Democrática no es representación del sistema del 79. Por mucho que insistan Vox y Ramón, el leve marxismo que rezumaba el estructuralismo no es la representación estrictamente intelectual de la vieja lucha democrática.

En realidad, Vox y Ramón han producido un estruendoso episodio de apropiación cultural.

Resulta sorprendente las ganas que tienen los nuevos ilustrados e ilustradas para cancelar, entre otras, las luchas y las causas de aquellos años que hemos dado en llamar transición: dos años horribles de lucha, muertes, amenazas golpistas, terrorismos y broncas que ni Tamames ni nadie tiene derecho a despreciar.

Sorprendentemente, Ignacio Sánchez Casas, a quien leí por consejo de la politóloga italiana Anna Bosco, ha opinado recientemente, en la hoja parroquial del progresismo global, que "las élites de la transición", que al parecer somos todos y todas las que andábamos por ahí, estamos "enfurruñados e irritados" porque no nos gusta como la izquierda actual administra nuestro legado.

Los ratones que sospechamos de la izquierda actual, por Rufián identificados, no tenemos legado que dejar, salvo un método democrático que merece ser, al menos, leído. Lo que pasa que la izquierda realmente existente prefiere el borrado de todo antes que la construcción de nuevas historias. Da más trabajo.

Pero, en fin, se acabó. La opereta ha concluido y las cosas, como era de esperar, siguen como estaban. La derecha extrema y su vocero de estos días han mostrado que trabajan poco y tienen menos ideas. Pero nada es inútil Ramón: el presidente te leyó su libro y Yolanda logró su investidura.

La derecha no ha sufrido, Feijóo se ha hecho el sueco y no se ve a nadie con cara de vicepresidente. Era demasiada grande la alforja

¡Ay, si Elio levantara la cabeza! Probablemente, él no sabía que Ramón hace tiempo que no viene por aquí, por la izquierda. 

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