Feijóo y el bucle de la izquierda
Un día antes del Congreso del PP, la portavoz de asuntos sutiles del PSOE (dicho en modo ironía) Adriana Lastra, declaró que Feijóo llega a ocultar corrupción de Ayuso y a traer a la ultraderecha. El último día del Congreso, el portavoz socialista, que siempre está enfadado, ha repetido en Jaén, literalmente, el mismo mensaje.
Corrupción y derecha extrema son los discursos que lograron que en Andalucía, Madrid o Castilla León dieron la victoria...a la derecha.
Puede parecer interesante ningunear a Feijóo, dado que la media de los sondeos habla de su popularidad, con notas por encima del presidente del Gobierno. Feijóo históricamente ha mejorado los resultados de su partido.
Lo que no parece relevante es que el argumento (corrupción y derecha extrema) sea el discurso electoral. La izquierda parece atrapada en un bucle discursivo que no se sostiene en sus políticas sino en la descalificación de la radicalidad del adversario.
Las encuestas, con la siempre excepción del CIS, dicen que no son precisamente esas cuestiones las que han están movilizando a la opinión pública o al electorado de la derecha.
Lo cierto es que la simple candidatura de Feijóo mejoró los datos del PP. Aún no lo suficiente, pero sí lo necesario para sentirse confortable al inicio del mandato del nuevo líder. El colapso de Casado se ha dejado atrás, parece que ya no se percibe "sorpasso" alguno - aunque siga presionando VOX- y que las fugas se han controlado. La ruptura con la fidelidad de los votantes fue corta y no muy relevante.
En la crisis entre Casado y Ayuso, los votantes del PP mostraron una desafección cercana al 34% y de ellos casi un 19% mostraron simpatía por Vox. Feijóo ha subido ya la fidelidad en siete puntos, superando a la de los votantes del PSOE y Podemos.
Vox sigue siendo un problema: uno de cada siete votantes del PP se apuntaría a VOX. Este es el reto de Feijóo, y por lo tanto una de las desorientaciones más notables del discurso de la izquierda. Feijóo no va a trabajar para traer al centro derecha a la radicalidad, sino en la dirección contraria. Al final, es el derrumbe de Ciudadanos es el que favorece a VOX, lo que tiene su gracia.
Por otro lado, aunque Casado deterioró las diferencias, lo cierto es que no se ha cerrado la brecha entre derecha e izquierda. Esto es un valor positivo para Feijóo ya que el voto de derechas supera a la izquierda en más de cuatro puntos de media en las últimas encuestas. O sea, que las derechas están más movilizadas.
Una de las razones por las que la izquierda no insiste especialmente en sus políticas e insiste en la ultraderecha es porque uno de los fenómenos claves del presente, no solo en España, es la creciente radicalización de la clase media.
Este no es un fenómeno nuevo en Europa y cada vez que ha ocurrido las bases de la democracia se han tambaleado. Es evidente que los llamados colchones sociales no están llegando a sectores sociales (autónomos, pequeños empresarios, trabajadores cualificados de sectores tradicionales...) que están sufriendo un notable deterioro de rentas.
Las medidas económicas recientes no cortan los procesos inflacionarios que afectan en estos sectores. El consenso de los analistas es que una tendencia de precios de prácticamente el diez por ciento en marzo alcanzará el doce en diciembre, al igual que la erosión de los ahorros no parecerá detenerse en plazo breve.
Precios y deterioro del ahorro influyen decisivamente en los comportamientos de amplios sectores económicos. Que la España despoblada, vaciada en el lenguaje de la izquierda política y mediática - poco riguroso, por cierto - haya sufrido el voto de la izquierda es un buen ejemplo del asunto.
Quizá Ayuso acabe algún día en alguna fiscalía: de momento no es el caso. Tampoco, de momento, VOX ha transcendido de sus consignas, logrando reducir derechos. Es cierto, que la radicalización de la derecha está ganando batallas culturales, pero lamentablemente, los frenos no logra ponerlos la izquierda.
Con la única excepción de Alemania - con un candidato más merkeliano que socialdemócrata - el freno a la ultraderecha ha venido de fuerzas de centro derecha. Y que los cordones sanitarios se debilitan en buena parte de Europa.
Dejar al PP con un único aliado posible, ubicándolo en la derecha extrema, puede ser un truco electoral aparentemente bueno. Pero con un sistema electoral tan perverso, en que los propios aliados del PSOE pueden perder la tercera posición electoral en muchas provincias, dejándolos sin escaños, pueden colocar en situación delicada al gobierno.
Por otro lado, en este mundo de coalición de gobierno asintomática en el que vivimos, la tolerancia de los sectores radicalizados hacia los acuerdos entre PP y PSOE puede ser un espacio de crisis en el que ya hemos vivido con notable frecuencia.
La izquierda haría bien en salir del bucle e imaginar
nuevos discursos respecto a la derecha.