El penúltimo estropicio: Pedro se pasa
Tres cosas conviene decir sobre este penúltimo estropicio. Primera, que, llamándose Tribunal, el Constitucional no es poder judicial; que la Ley prevé la actual circunstancia, de tal modo que a los sustitutos de quienes concluyeron mandato se les restará el tiempo superado, luego lo de la recusación no es para esto. Por último, que siendo asuntos de Ley orgánica no parece que el trámite parlamentario, como anunciaron los letrados del Congreso, elitista cuerpo, por Pedro elegido sea el correcto.
El pasarse es peor no porque Pedro haya sido derrotado. Es peor porque si quedaba una institución por embarrar, embarrada la tenemos. El estropicio institucional es total, el encanallamiento político superlativo y las ganas de venganza alcanzan niveles no conocidos.
Escuches a quien escuches, todo el mundo es Tejero. Lo dijo la derecha y lo remató el portavoz socialista. Es lo que tiene ser joven o ser imbécil: que no se sabe ni lo que es el fascismo ni lo que es un golpe de estado. Menos mal que los de Bildu están dispuestos a salvarnos "depurando el régimen del 79". Como todo el mundo sabe, tras la depuración, llega el campo de concentración, lo digo para tranquilizarles.
Pero si a ustedes les va la marcha, sepan que no decaerá: Sánchez prepara otra reforma exprés del Constitucional, que producirá, naturalmente, las más variadas reacciones y resultados similares.
La existencia de consultas previas, la necesidad de convenir los marcos negociadores, la ausencia de trágalas, serian buenas recomendaciones, pero no está el panorama para tales divagaciones.
Dijo Pedro que su decisión era arriesgada: la práctica amnistía a los del procés, en forma de ausencia de sedición, rebaja de malversación y, si le dan tiempo, alguna que otra negociación que reduzca inhabilitaciones que permitan a Junqueras y otros ser electos, han dinamitado cualquier negociación.
Al igual que todas las instituciones, todo se reduce a un conflicto entre conservadores y progresistas, que es una forma fina de hablar de izquierda o derecha, de peperos o sociatas, que se repartían el bacalao habitualmente. Como han observado, la demandada pluralidad no nos ha traído mas encuentro sino más sectarismo.
No hay en la Constitución ningún sitio que diga que las mayorías del Congreso deban repetirse en todos los poderes del estado. Pero esta es, lo sé, una discusión inútil: el populismo de cualquier naturaleza no está para matices, ni la mayoría del Gobierno para más discusiones con la minoría del Gobierno, puro populismo.
El estropicio institucional puede tener culpables, elijan ustedes el que más convenga a sus apetitos. Pero la recomposición del tejido político será inevitablemente larga. Hasta el diálogo social, última práctica que parecía haber resistido, se ha volatilizado en este juego del ganador se lo lleva todo en el que se nos ha metido a la ciudadanía.
Paradoja política esta donde lo que se lleva no es la moderación sino la radicalidad. El llamado bloqueo, que en realidad no es otra cosa que un inevitable jardín de egos, es un frentismo político estomagante que nadie parece dispuesto a parar y que electoralmente, créanme, no dará réditos de mucha izquierda. Por cierto, el único extintor de fuegos institucionales son unas elecciones, o sea que, pasarse, igual empuja a Feijóo, pero los listos ya se sabe, viven en La Moncloa.
Dice la Unión Europea que es cosa correcta que el Constitucional decida, pero esto no es cosa que convenza a las mayorías políticas. También es notable el enrocamiento de algunos jueces. La cosa del juego es no llegar o pasarse. En esta, Pedro se ha pasado, dice el Constitucional, pero no importa: volveremos a otro estropicio con una proposición no de Ley que se prepara. Un juego vil, ya se sabe.