El futuro: un metaverso oscuro, sin botellas de vino
En esta semana se han producido notables acontecimientos. No solo el Tribunal Constitucional le ha dado un par de alegrías a quienes recelan de los impuestos y del afán controlador de Sánchez.
El enfado amplio se ha instalado en el gobierno, mientras el volcán de La Palma, también enfadado, seguía escupiendo lava y dolor.
Pero hoy es viernes y como ustedes llevan más viernes con el cronista que con el Constitucional saben que el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que en viernes de cosas sesudas nadas. Los CEO están de acuerdo y prometen, como siempre, pago oportuno de prima (no; colar, no cuela)
La noticia grave de la semana, empero, se publicaba el pasado 27 en una esquinita de la primera página de El Mundo. El diario afirmaba rotundo: "Hay uva, pero no hay botellas"
Señores y señoras responsables del comercio mundial, desde los acaparadores chinos de contenedores a los especuladores rusos del trafico marítimo, el cronista les advierte por primera y última vez: hasta aquí hemos llegado.
Vale, no sabemos si tendremos suficiente gas y si lo tenemos será a precio de carabinero en paella guiri. Ya no podremos engañar a nuestra prole con juguetes chinos y tendremos que acudir al caro juguete alicantino de toda la vida. Los ricos no se podrán pedir para Reyes un coche eléctrico porque no hay chips.
Bien, no pasa nada, somos pacientes ¿Pero, sin vino, porque no hay botellas? Qué clase de mundo, señores especuladores y liberales defensores del comercio global pretenden ustedes organizar, en qué quieren que se convierta nuestra vida, dejándonos sin el salvador vidrio.
Algunos expertos austriacos han anunciado un gran apagón: al parecer, se aproxima el día en que los tendidos eléctricos enmudecerán, negándose a transportar energía. Los plomos se fundirán y el mundo se convertirá en una oscura cueva.
Vale, también, aceptado: sea el apocalipsis. ¿Pero en una cueva oscura, sin vino? Esto no es posible. Rebelémonos, señoras y señores, ante tal perspectiva y organicémonos en comando salvador inmediatamente.
Recupérense de los museos las botas de piel y los porrones de vidrio. Salgan de los viejos almacenes los pellejos que se hinchaban de caldo de uva. Saquemos de donde estén los aperos de las mulas, preparémonos para cargar las acémilas con los hinchados pellejos. Protejamos la uva.
No; no se puede llegar al apocalipsis y no poder echar un trago. Ahora resulta que la deslocalización era un error. Qué grande es el capitalismo y que listos somos los europeos, pidiendo a gritos que rescatemos las empresas perdidas de antaño.
Díganme, qué haremos con nuestros camareros y camareras si no pueden servirnos un trago, tendremos que hacerles trabajar de ingenieros. Qué nos servirá el tabernero ahora que retiró los herrumbrosos toneles de sus tabernas: tendremos que ir al sicólogo. Cómo haremos para poder decirnos que "fue el alcohol quien te hizo bella" o hermoso, sin un par de copas.
Amigas y amigos, la ausencia de botellas es como el nivel 8 de la escala Richter, llamado cataclismo y casi el 10 que recibe el nombre de apocalíptico.
Ustedes puede parecerles una broma el asunto este de las botellas, pero son la expresión dramática de una crisis de suministro basada en la crisis en la que nos hemos metidos con rusos y chinos, acaparadores de materias primas y transporte y empeñados en hacer pagar a los ricos a precio de petróleo los bienes que hasta ayer considerábamos inacabables y baratos.
El futuro es un "metaverso" oscuro, sin botellas de vino. Pero amigas y amigos esta sesuda reflexión es para otro día. Es que me lo veo venir, con un gran apagón, podría, como decía el poeta chino:
"Un vaso de vino entre las flores/bebo solo, sin amigo que me acompañe/ levanto el vaso e invito la luna/ con ella y con mi sombra seremos tres
Nos quieren robar la compañía de la luna. Qué mundo heredará mi nieterío, sin un vaso de vino. Aprovechen el fin de semana: el chato se acaba.