Desde mi caverna, día 9: no; no somos soldados, solo responsables. 

23.03.2020

"Sin novedad en el frente". ¿De verdad? ¿De verdad, tras décadas de cursos de comunicación, empezamos una rueda de prensa con la afirmación más cavernícola que tenemos a mano? Ha sido el soldado vestido de azul que aparece de vez en cuando en las ruedas de prensa (le llaman JEMAD, por no ocultar su grado). Como algún día diga "la guerra ha terminado", les prometo que voy y le pego, le pego.

Las ruedas de prensa de la autoridad competente son fascinantes. Desde el primer día, he pensado que junto a los soldados llenos de medallas - alguien podría recomendarles el uniforme de campaña, tipo estamos trabajando perdone que no me ponga los colorines-, Iván Redondo debería añadir un capellán. Más que nada para tener la metáfora completa.

Debo decir que al articulista no le molesta el ejército, para nada. Se pasaron los tiempos en los que "inteligencia militar" era un oximorón. Están haciendo un excelente trabajo y probablemente son los servidores públicos peor pagados. Aúpa.

No es que "la música militar no me sepa levantar", siguiendo atávicos principios; no. Es que el personal militar no estaba esta mañana en ningún frente. Los sitios deben ser nombrados. Estaban en residencias de ancianos, donde han descubierto, en alguna no en todas, mayores abandonados. Estaban fumigando. Estaban haciendo de policía o construyendo hospitales.

Mi advertencia atiende a lo pomposo, narcisista e inadecuado del lenguaje bélico en el que se empeña, especialmente, el soldado de azul que sale en las ruedas de prensa.

La dirección política de las crisis tiende a creer dos cosas: una, que para ser comprendidas las crisis necesitan metáforas; la segunda, que se necesitan héroes. Identificar héroes y heroínas es fácil: son los que nos salvan la vida. Lo de la metáfora, el "storytelling", la historia moralizante que se nos cuenta ya es más complicada.

El lenguaje bélico acude en ayuda inmediatamente. Todos los medios, incluidos los defensores del lenguaje y el correcto pensamiento occidental, titulan con la expresión guerra y hablan de "economía de guerra" de batallas, de cosas así.

Pueden leer artículos que nos hablan de la "numantina defensa" contra el virus, nos muestran virólogos dispuestos a aplacar "las acometidas" de la pandemia, nuestros servicios médicos son "los arietes", el personal sanitario se encuentra en "zafarrancho de combate" y se nos convoca a ser un "baluarte defensivo".

Se nos llama a ser soldados para evitar la ambigüedad o la duda, incluso las ineficiencias: esas mascarillas y respiradores que no llegan, serán, en consecuencia "daños colaterales" de un esfuerzo mayor. Al fin y al cabo, "se hizo necesario destruir la ciudad para salvarla" es una afirmación pronunciada por un militar, eso sí, algo enloquecido.

Pero no; no somos soldados, aunque lo diga el señor vestido de azul. Tenemos lo que hemos tenido siempre: la convicción de que no podemos dejar de creer, como ha escrito el alcalde de Madrid.

Ya puestos, prefiero el lenguaje Atlético (de Madrid) del Señor Almeida, que puede ser reforzado, sin duda, por el razonamiento de los que somos más de las "ganas de vencer", aunque sea en el minuto 93. Mejor ambos, y si hace falta juntos, que la convocatoria a la moral de victoria y la disciplina militar.

No necesitamos que nos hagan la lista de héroes: los conocemos. No fueron las televisiones, ni el gobierno, ni el ejército, aunque lo hayamos olvidado, quien nos lanzó a aplaudir a nuestros sanitarios y sanitarias, nuestros policías, bomberos y, desde luego, al personal militar.

Si necesitamos una metáfora que sea buena. Una buena metáfora nos hace más conscientes de lo que vemos o sentimos. La mala metáfora, y la bélica lo es, trata de ocultar que ignoremos que todo es más complejo de lo que el mando único - Señor, sí, señor- nos cuenta.

No; no fue la guerra, mi general, la que hizo la historia, sino el sufrimiento de los pueblos. El lenguaje bélico exporta todo aquello que tiene que ver con el enfrentamiento y, no nos engañemos, tiene una finalidad algo narcisista: no discutir la orden, sino ponderar como ha sido dicha.

No; no somos soldados. Mientras el soldado vestido de azul se va al frente todos los días que son lunes, nosotros y nosotras nos quedamos en casa por responsabilidad, por solidaridad, por nuestro cuidado y por el de los demás. No necesitamos obediencia ciega, ni virtudes militares, nos vale nuestro optimismo y confianza. 

Mi nieto y mis nietas no quieren ser soldados, quieren ser héroes. Por cierto, me han dicho que todo saldrá bien. Y yo les creo.

Banda sonora: Coro popular Labalón, si me quieres escribir...

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