Desde mi caverna, día 81: Trump azuza el racismo, mientras Sánchez se pasa por la oficina
Un poco antes de la pandemia, Trump parecía un tipo feliz y relajado. Los demócratas habían cerrado sus primarias, pero Biden no parecía entusiasmar mucho al electorado demócrata. Antes al contrario.
Pero, súbitamente, llegó el virus y Trump pareció, exactamente, lo que es: un populista radical, con menos empatía con el personal que una ameba y un negacionaista de cualquier cosa que huela a ciencia y sentido común.
No cuesta mucho considerar que Estados Unidos son hoy una nación en crisis. Crisis entre instituciones, entre estados, entre gente, entre funcionarios. Crisis económica, de salud, de opioides, de empleo, racial. Un paraíso,
El asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd por un oficial de policía blanco han supuesto dos semanas ya de movilizaciones, despliegues de guardias nacionales, toques de queda. Pero más allá de eso, parece que hemos vuelto a donde solíamos: la ruptura racial.
Una ruptura que, por otra parte, no es exclusiva de los Estados Unidos. Lo que la gente negra está experimentando en todo el mundo es un sistema que encuentra sus cuerpos y sus vidas prescindibles. Tendrán que quejarse, tendremos que quejarnos, digo yo.
Más allá de las imágenes que cada cultura interpreta a su manera. Lo relevante es que, si no fuera por la pandemia, hubiéramos mirado con escándalo todo lo que está pasando. Ahora, ni miramos.
En realidad, si el mundo prestara atención a los negros, sabríamos que este estado de terror se extiende mucho más allá de los Estados Unidos. El problema racial no es solo de Trump, aunque el muchacho hace todo lo posible por ser objeto de la ira del personal, mal tema para movilizar a los votantes.
No deja de ser curioso que todo el mundo echa mano del antifascismo para confrontar con los sistemas democráticos: Unos, tipo Trump, para deslegitimar a los que se movilizan; otros, tipo populista rojísimo, para, anunciando golpes de estado, mantenernos en un puño.
La polarización es lo que tiene, los radicales de todo tipo nos enfrentan a una realidad que no existe. Pretenden que nos creamos lo que no vivimos.
Quienes alguna vez hemos escrito, hemos heredado el desprecio por el racismo y la desigualdad que recorre casi toda la buena literatura. No tenemos más remedio que darle sentido a nuestra oposición a cualquier división racial. Hemos estudiado, leído, escrito y entendido el poder destructivo de la raza y el nacionalismo.
Pero hay que decir, que nosotros, en el centro del mundo, faltaría más, por qué todo va bien, y todo lo hemos hecho fetén, estamos a otra cosa, no para preocuparnos de lo que ocurre por el mundo.
Por ejemplo, lo importante es que Sánchez se ha pasado por la oficina. Ya tenemos más alarma a la que se suman, los que antes no se sumaron, porque ya no nos importa que Pedro corteje a Inés Arrimada, que ya es de los nuestros y las nuestras, rojilla que se ha vuelto que hasta le mola a Garzón.
Em definitiva, el Congreso ha elegido quienes son los malos del mes, que es de lo que en la política actual se trata. Una vez sabido quién es el malvado, todo lo demás nos da igual.
Al parecer, Marlaska está desmontando la policía patriótica del PP, y usted que creía que ya lo había hecho el primer día. La economía irá como un tiro, la gestión es inmejorable. Cataluña se arregla un día de estos. Y todas esas cosas que se cuentan cuando uno sale de Palacio para pasarse por la oficina. Grandes, muy grandes.
Ustedes, sepan, que todavía deben andarme enmascarados y enmascaradas. SI no les molesta, preocúpense un poco de lo que pasa por el mundo. De Sánchez, dice mi nieto y mis nietas, que da igual, que todo saldrá bien. Y yo les creo
Banda sonora. Ken Parker. A Change gonna come
