Desde mi caverna, día 18: olviden la estadística, no hay mercado

01.04.2020

La estadística es una ciencia maravillosa que consiste en torturar números hasta que dicen lo que uno quiere. La cuestión es que contabilizar no sirve de nada si no podemos comparar. Es inútil calcular cualquier artefacto estadístico si nada antes fue igual.

Pues eso; a partir de hoy día uno de abril, se nos vienen encima cifras inmensurables: mañana será el paro histórico, el turismo apuntará a que ha venido menos gente que soldados con las brigadas internacionales, de la venta de coches ni hablamos y así sucesivamente.

Pero la cosa es que los porcentajes no nos dicen lo que de verdad importa: que pasará al día siguiente y en qué condiciones estará el tejido productivo, en una economía basada en turismo y servicios. ¡Ah, esa industria que hemos despreciado durante décadas!

La ministra Calviño sí ha echado alguna cuenta, después de que sus ministros hayan diseñado políticas para las que el gobierno no tenía margen, algunas con truquillos que las hacen inviables, por cierto, pero esa es otra cuestión.

El caso es que la ministra tiene que arramblar con lo que haya. Ya se ha quedado con los fondos de empleo de las Comunidades Autónomas. Los alcaldes y alcaldesas se barruntan que también quieren atrapar su superávit (once mil millones de los dos últimos años).

La señora ministra dice que necesitamos ingresar. Claro; la cosa es a quién se cobra: ya podemos ir pensando en dos trimestres sin IVA, en realidad. Más de la mitad del Ibex dará pérdidas, no habrá Sociedades.

O sea, que se cobrará la renta, que no faltará quien pague con un crédito procedente de la deuda pública. El ministro de la Seguridad Social ha entrado en pánico con lo de las cuotas, mientras Aguado, en la Comunidad de Madrid, ha propuesto, para cierto pasmo de Ayuso, pagar él las cuotas de autónomos que el gobierno no ha querido eximir.

No hay mercado, no hay empleo, no hay impuestos. Es como el socialismo, pero sin revolución. El "holandés repugnante" se ha pasado cuatro pueblos, pero algún día deberemos mirar un poco lo de cierta disciplina fiscal, por si vienen malos ratos como este.

Las transferencias y garantías públicas, sin intervención europea, llevará a un incremento de las necesidades de financiación bruta para el Tesoro de un 30 % del PIB, en cada uno de los dos próximos años, y la deuda pública podría llegar hasta el 140 % del PIB en 2030.

Así que "la falta de empatía" con la que se laceraba el democristiano holandés habrá de sustituirse por algún tipo de acción de la Unión Europea.

Una razón para el optimismo del cronista - además de la opinión solvente de su nieterío experto, la economía de chuches tiene más valor de lo que creen- es que no estamos solos: Europa no puede desprenderse de Italia o Francia, por ejemplo.

Tendremos fondos de empleo, que tardarán porque la señora Von der Leyen es rapidísima de la muerte, pero aliviarán las prisas del tesoro. Se permitirán gastar esos fondos europeos no usados (entre ellos, los de empleo de las Comunidades que siempre se devuelven), aunque lo mollar es la cosa de pagar deuda.

Si no hay coronabonos, habrá que ir al MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad). Su analista favorito ignora porque ver este asunto como un fracaso y ponerse a dejar de respirar. Con un crédito con intereses cerca de cero (medio punto como mucho), qué es lo que le cuesta al fondo este buscar dinero, y un plazo razonable de seis años, con alguna carencia, nos permitiría ahorrarnos en intereses casi un 15% del PIB anual.

Hay que recordar que ya hemos vivido, desde 2012, con la condicionalidad del rescate bancario y esta no sería peor, más parece que con holandeses irritados o no, la Unión no está para mucha disciplina.

Lo grave no son las estadísticas de paro de mañana, que serán terribles, pero que no dicen nada. Lo que importa es cómo estaremos al día siguiente. La otra cosa que importa es que ustedes sigan en casa. Como saben, el cronista cree a su nieto y sus nietas que afirman que todo saldrá bien.

Banda sonora: Bing Crosbi. Can you spare a dime? ¿Me das una monedita?

Fotografía: Tranquilidad. Es solo un tiempo muerto

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