Cómo no amnistiar a un hermano
Era, probablemente, principios de 1990. Con toda seguridad era Sevilla. El cronista se tomaba una tostada en el viejo caso sevillano, mientras esperaba a unos conmilitones. Los de la Izquierda Unida andaluza de entonces, como los de ahora por lo que dicen, solían explicarnos a los de Madrid como funcionaba el mundo. Y ese mes me tocó a mí.
Mientras daba cuenta de la tostada, cotilleaba una conversación de evidentes expertos en Rinconete y Cortadillo, que comentaban un caso de la época. Al parecer, Juan Guerra, hermano del vicepresidente, había usado despacho y sueldo público para turbios asuntos. El vicepresidente hubo de dimitir, cosa que traigo a colación sin otra intención que darle contexto al caso.
Uno de los expertos concluyó la conversación con un memorable aserto: "si no lo hace por un hermano por quien lo va a hacer" (lo que entendí más o menos podría escribirse así, según me dicen acrisolados andalucistas: "si no lo´hace poo suhe´mano, poo quién lo va hace").
Tenía razón el hombre. Esta mañana, la mayoría designada por el PSOE en el Tribunal Constitucional (TC) ha anulado una condena por malversación de los ERE y abre la perspectiva de librar a Griñán de la cárce
Tras revocar las inhabilitaciones por prevaricación, el llamado bloque progresista desactiva parcialmente, también, el delito que conllevó penas de prisión avaladas por el Supremo.
Hasta ahora, habíamos visto la pasión del TC por sustituir al Supremo. Ahora, llevamos unos días observando una voluntad del Constitucional por revisar la doctrina jurídica sobre la malversación. Cosa que sirve tanto para los hermanos andaluces como para Puigdemont y compañía. Un cambio doctrinal, váyanse preparando, que afectará a mucha gente de turbios negocios en el pasado.
La actual mayoría del TC ha dado a sus conmilitones, a políticos socialistas condenados por el fraude de los Gobiernos andaluces del PSOE, los perdones que solicitaban, aunque no respondan, lean la sentencia si les parece, a la verdad y con la doctrina con la que el Supremo ha condenado infinitos casos, con aplausos de la izquierda de verdad verdadera y el socialismo realmente existente.
Este cambio de doctrina sobre malversaciones, enriquecimiento personal y cosas varias no solo convierte la exoneración de los ERE en un escándalo: estamos hablando de cantidades de dinero increíbles y de éticas políticas (cocaína, prostitución, etcétera) impresentables. Todo ello cometido bajo acuerdos de gobiernos políticos.
Deberemos considerar, a partir de ahora, que si esto es así, el principio de responsabilidad política carece de sentido y las dimisiones demandas innecesarias, cosa que el presidente de TC ha entendido forma parte de la regeneración democrática que se nos viene.
No se les ocultará que tamaña decisión redunda en desautorización al Supremo no solo en el caso ERE y los precedentes sino en materia de la amnistía catalana. Todas las victorias jurídicas del juez Llarena sobre Puigdemont y el resto de inhabilitados reciben un potente rejonazo al Supremo que no tardará en ser utilizado.
El Supremo mantiene que el delito de malversación no es amnistiable. De hecho, al mantener las euroórdenes y correspondientes inhabilitaciones, el Supremo había convocado, de facto, elecciones anticipadas en Catalunya y amenazado la estabilidad del Gobierno estatal.
Por si acaso Cándido Conde – Pumpido, presidente del Constitucional y su mayoría, ha venido a determinar que tan importante es un conmilitón aministiable por la puerta de atrás como quien sostiene al Gobierno.
Es probable que esta sentencia ofrezca numerosas posibilidades de recursos y coloque al Supremo en delicada situación. Se retrasará quizá la llegada en carroza dorada de Puigdemont, que será calzado por Marta Rovira con zapatito de cristal, y eso a lo peor deja a Illa sin Gobierno.
Pero lo que es, es: cómo no amnistiar a un hermano. Seamos comprensivos: qué es una malversación, comparado con una concordia. Para eso están los políticos. parecen decir en el TC: para amnistiar a sus conmilitones.